Hegemonikón

Alberto Escobar

 

Mas la razón verdadera, la primera y última razón,
es que le gustaría escribir sin rotular y sin rubricar.
Por lema, unos puntos suspensivos; y otros puntos
suspensivos, al final, como firma. Así sería su obra:
un libro cuyas hojas estuvieran llenas de puntos suspensivos. 
Y su mejor capítulo sería una página en blanco.

—José María Izquierdo en su Ciudad de la Gracia—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Menos mal que no soy el único que abusa de los puntos suspensivos.
"De casta le viene al galgo", si me atengo a la sevillanía que los dos
compartimos, aunque mediando ante nosotros la infinitud de casi
un siglo de distancia. 
Si un maestro de la palabra como él lo dice —también lo era del derecho
en su labor jurídica y del periodismo en sus crónicas— es que será así,
—soy yo el último mono para enmendarle la plana... (hablando de puntos
suspensivos, aquí una muestra).
A veces sostengo que la mejor palabra es la que se queda entre los dientes
y no llega a ver la luz, la que se queda en la desembocadura de un río
que nace en nuestro centro —en el hegemonikón según mi maestro
Epicteto— y en las mejores ocasiones da al océano de aire que nos envuelve
y otras, como me vengo ahora a referir, se queda en nuestro caletre, en nuestra
faltriquera de calderillas varias, de pensamientos que solo tienen sentido
en el sinsentido de un diálogo interior de solo dos tertulianos: un supuesto 
Dios interior o daimón —como diría Marco Aurelio— y una autoconciencia que
busca su propia comprensión, su propia participación en una inteligencia sideral
de la que bebemos y somos parte, una inteligencia que nos da principio y fin
y que determina el curso de nuestro fluir, de nuestra interacción con el derredor,
con una envolvente en la que el otro es parte sustancial porque es nuestro 
necesario espejo, ese que necesitamos para redimirnos de nuestra ignorancia,
ese astrolabio que nos guía en la tiniebla de un océano que no tiene principio
porque no tiene final, que cae tras el horizonte que se abre al fondo de nuestro
ver. Sí, ese es nuestro rector, nuestro yo esencial, ese que por mucho que golpeemos
seguirá vivo y siendo como es, ese del que debemos partir y conectarnos para sentir
la alegría necesaria para persistir; el que nos mira es parte de nosotros porque 
participa de la misma inteligencia. 
Cuando en el frontispicio del Oráculo de Delfos se propala al viento que nos conozcamos
a nosotros mismos no se refiere al conocimiento psicologista que tanto prepondera por
estos lares de la historia en los que pacemos y yacemos, no; se refiere al conocimiento 
de ese principio rector, de esa fuente que genera nuestro pensar, nuestro sentir, nuestro
ver...........
Podría seguir pero se me ha acabado la tinta y las ganas de aburrir al lector.
Hasta otra amigos.......

Ver métrica de este poema
  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 23 de septiembre de 2021 a las 07:44
  • Comentario del autor sobre el poema: Desde los puntos suspensivos hasta el centro de operaciones....
  • Categoría: Espiritual
  • Lecturas: 35
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Comentarios +

Comentarios1

  • 🖤🍃Meigajaz ☯💞

    Me declaro culpable del abuso de los puntos suspensivos 🤷🏼‍♀... Pero es mi identidad acorde a mi sentir.. Gracias..
    Saludos cordiales.
    Jaz

    • 🖤🍃Meigajaz ☯💞

      Es muy posible, tal vez, quizás, no siempre, depende...

      • 🖤🍃Meigajaz ☯💞

        Es mi especialidad... El suspenso y mucho más cuando...

        • Alberto Escobar

          Me alegro de verte por aquí. Feliz día.



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