Y que haya afuera,
tal vez,
en nuestra casa
de almendra y heno,
un pastizal en llamas.
Porque mi sueño
es oler a humo.
Una conciencia de tierra
tras el nido quebrado.
Huesos envueltos
en plata,
cuajados entre ruinas.
Una música
muerta hacía años,
de cítaras marchitas
al ocaso de Dios,
de las certezas.
Amantes en forma
de sueños caídos.
Y que tal vez,
en sus voces halle
una oración infértil.
Tras las puertas,
amalgamas de acero
y madera astillada,
que todo sea
bombas de frío
contra conservas
de nuestra piel curtida.
Navegando
la barca de tela,
que el suspiro sea,
sea preludio
de aquel olvido,
semejante a la muerte.
Papiros
con bordes quemados,
arrojados al invierno.
Una sombra
encima de otra,
cantando sin aire
ante el juicio
de los necios.
Y que entre,
entonces,
el fuego
y las cenizas,
deslizándose
por los marcos.
Exterminio
de tierra profana.
Porcelana,
de tu, mi cuerpo,
revolcada
en el barro.
Somos el ave sin gracia
que viva la queman.
El alma enjuiciada
a evaporarse en la hoguera.
Y que haya,
sí, tal vez haya,
en nuestro lecho
de hiedra ardiente,
hogar de cáscara seca,
un último aullido
caliente, dulce, humeante.
Uno último
que a condena sabe.
- Autor: Christian (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 23 de septiembre de 2021 a las 15:12
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 73
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Lale Neda
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