**~Novela Corta - La Luz en el Fuego y en la Tempestad - Parte II Final~**

Zoraya M. Rodríguez

Ramón llega a la plaza del pueblo en busca de unas chucherías, en las cuales obtiene gran parte de la compra de dulces para los niños en la ciudad. Ramón es un hacendado, es un rico empedernido, y un sabelotodo, pero, comienza a desgarrarse la vida, de tal manera, que empieza a decaer su forma de ser y se vuelve intolerante, grosero, y altivo con las personas que lo rodean. Cuando en el alma entristeció tanto y por tanto, que reguló el combate de dar con esas chucherías en la plaza del pueblo, de donde pernoctan los más débiles y los más pobres de la zona. Cuando en el momento de un todo, se convierte en un hacendado de la comarca, y crece la más efervescente de la comarca y el más codiciado, pero, no se sabe, le falta algo a Ramón. Y es que no tiene amor, cuando en su manera de creer en el alma, como el saber de un sólo todo, en la forma de ver las cosas en el juego de la vida, y del saber a cuestas de la pura verdad, cuando en el momento, se cree que su esencia y que su virtud están a la deriva de naufragar en contra de toda verdad. Y que el silencio y la verdad se llenó de sorpresas gratas como el haber sido ingrato, insospechado, y muy altivo en contra de todo reino. Cuando su esencia y su virtud se negó en ser lo que por hoy se le tiene a la palabra cuando sus arengas la expresó de tal manera que nadie pudiera entender. Porque cuando llega a la plaza el muy cobarde, pedante y altivo, se mofa de los demás dejando caer sus vergüenzas al suelo, como si ellos no valieran nada. Aunque era bueno en su naturaleza, no quería ser demasiado bueno, porque o sino lo toman como un sanano y un bonachón. Cuando él sólo él, lo quería ver de otra forma y de otro conceptos y tan naturales como el saber de la pura verdad, en que su esencia y su pureza innata queda y tan claro como el haber sido predestinado y esencialmente inadecuado, para saber del combate de la vida cuando su mundo perfecto e imperfecto se debía a que el mundo se partía en dos, desde que el mundo es mundo. Cuando su esencia y su perfección se dedicó en se la forma más exacta de querer formar como el escuadrón de batalla de un juego o una partida en el ajedrez. Cuando en el momento de la nada se debe a que el silencio se llenó de tanta ambigüedad en que sólo e la plaza del pueblo, se debe a que el silencio de las personas que pernoctan allí, se derramó como un edicto lo que el hacendado dijo y expresó de tal forma, como el ir y venir lejos de la verdad. Cuando se sintió como el pasaje de ida y sin regreso, el poder hablar de cerca a los súbditos de su propia hacienda. Cuando quedó todo como la altivez más imprudente y pedante, como lo fue atraer el edicto de su hacienda hacia los compueblanos de la orden de su propia monarquía. Cuando, de repente, llega Sofía, y conoce a Ramón, lo conoce como un pedante y un mentiroso, y un paquetero, en el cual, se cosechó lo que más expresó, un edicto, y una superdotada expresión de su parte más arcaica y más trascendental. Cuando, de repente, se escucha un buen ruido saliente de algún otro lado del lugar donde se halla Ramón, y era Sofía, con su flauta, tocando a su flauta, como de costumbre en aquel punto conmísero, pero, trascendental, como si hubiera salido de sus propios oídos, cuando Sofía toca la canción de un reconocido pianista, pero, en su flauta, como de costumbre y como de todo lo que en el momento se debe de pensar en el combate de creer en el alma a ciegas y sin esa luz que le hace falta a Ramón. Cuando en el momento se debió a que el silencio fue como el pasaje del amor, sí, del amor a ciegas, automatizando, las fuerzas y la dedicación, y lo que más se puede hacer en contra de la verdad por escuchar a Sofía tocar su flauta en esa plaza del pueblo.                                                                     

Él, Ramón trata de persuadir el instante en que la joven Sofía, se siente como la misma flauta con tantos hoyitos que no sabe por donde expulsar el aire, para poder salir y ser feliz, si en el mismo combate de dar con el dolor o con la clara claridad de ver el sol entre sus más inmensas pupilas, se siente como pasaje de ida y sin yá regreso de un sólo tiempo en que el corazón se detuvo para probar su fuerza y su vitalidad. Y se enamoró Sofía de Ramón y Ramón de Sofía, que por tratar de persuadir el trance de la verdad se llenó de un mismo imperio cuando en la alborada se dió como el mismo paraje de volver a sobrevivir en cuanto a saber por el tiempo y más por el ocaso muerto que pasa por el mismo lugar en que se encuentra Sofía tocando la flauta y saber que el destino es como el mismo camino, cuando en el trance de la verdad se ofreció como el mismo imperio de la hacienda y más de la pureza innata de creer en el camino del pedante de Ramón. Cuando, de repente, calló lo que calla el corazón a un amor de esos que en el alma se lleva lejos. Y Sofía, sí, que era como la misma flauta, como la misma fuerza en que entona la melodía de la flauta, con Do, Re, Mi, Fa, Sol, La Si, cuando ella sólo melodiosamente entona, pues, en el alma sólo le dió lo que a una mujer lleva en su alma y más en su corazón: a un amor de esos verdaderos. Cuando Sofía, le reclama que en el alma soslayando con la misma fuerza debió de dar con el mismo calor y con la misma fuerza de creer en el imperio soslayando con la misma fortaleza de creer en el alma fría y le ripostó la forma en que le habla a sus súbditos, cuando con la flauta se entregó la forma de dar con el dolor y con la pena pedante que lleva Ramón con sus súbditos de la hacienda de él proviene. Pero, el juguete que adquirió en la plaza del pueblo, fue y será la armónica, la cual, él tocaba y muy bien y tan excelente en que casi hace una sinfónica musical con su armónica y otros amigos que poseen otros instrumentos, sólo le hacía falta una flautista, la cual, era ella Sofía. Cuando, de repente, se da lo que más ella quería en ser una artista de flauta cantando y entonando una canción muy melodiosamente. Y sí, que era ella, Sofía, la que guarda en su más recóndito corazón una fuerza y una debilidad y era el fuego el símbolo del poder y de la naturaleza que en él habita, cuando su debilidad era la tormenta, el agua o la lluvia fría que le atormenta con gran ahínco en su pobre corazón. Cuando, de repente, se escucha un ruido, un artefacto, o una calefacción tna natural como es sentir el calor del fuego, dejando inerte a la piel y más que eso al cuerpo lleno de calor, del fuego clandestino que ella siente por ése hombre que logró conocer en la plaza del pueblo comprando chucherías. Y sí, que comienzan a amarse, a quererse, tanto él pedante como ella delicada y tan suave como el mismo algodón. Cuando, de repente, se siente tan suave y delicada como el mismo instante, cuando Ramón se la quiere llevar hacia su hacienda por tan sólo contestar y responder a su situación, en la cual, ella lleva y tenía toda razón, cuando en el instante se dedicó en un fuerte diluvio de dimes y diretes. Cuando, de pronto, ella ganó con la melodía de la flauta cuando se susurró en el oído lo que más quiso cuando en el alma se dedicó en la misma fuerza de que el tiempo no caducó lo que ella le respondió con tanta fuerza en el corazón en que sólo el destino y el camino se sintió como el mismo final desenlace de una discusión no muy acalorada. Pero, Sofía, solamente fue la forma de creer en el alma dejando furor entre lágrimas de dolor, dejando atrás una conmisera mala situación, cuando en el alma se sintió como el mismo torrente de sensaciones buenas y de un mal tiempo, en la cual, se opacó el alma dejando atrás el mal deseo de vengar lo que creyó imposible de vengar a los súbditos maltratados por Ramón. 

Ella, Sofía decide marcharse con él, luego de aliviar las asperezas con él. Cuando en su mayoría quedó como el aire socavando muy fuerte como el mismo instante en que casi pierde lo autónomo de saber que el instinto se debate como lo amargo de un sólo todo. Cuando, de repente, cayó en un abismo frío y tan desolado como lo fue el querer salir airosa de ese trance obligatorio. Llegó a la hacienda de Ramón, y creyó estar en una mansión, pero, no, su creencia quedó muy corta por la existencia vivida de Ramón. Y pasó en ser la enamorada de Ramón, cuando en el alma debía ser como el más puro noble de los nobles, y quiso que él la amara, pues, en ese instante a la mujer que un hacendado se lleva a su hacienda es como el patriarca de la familia de súbditos. Y fue ella la escogida, la que él quiso converger una relación autónoma de saber que en su naturaleza es llevada como autonomía de creer en el silencio dando énfasis a un silencio autoritario entre ellos dos. Cuando, en el instante, se dió lo más importante de creer en el momento en que se dedica la fuerza extra mundial de amar y converger en el alma una fuerza extraordinaria y estrepitosamente. Y sí, se amaron bajo la fuerza del amor, y del mismo poder del fuego, cuando, de repente, fue como el mismo fuego destruyendo todo y amando lo que quiso en ser, una mujer y un hombre. Cuando, de repente, quiso en ser como la misma fortaleza o como el mismo deseo, en ser como el mismo fuego en autorretrato, cuando logró escoger a la mejor mujer en que toca una flauta. 

Esa noche, nada más que en esa noche, se derrumbó todo, ella tocó la flauta y entonando melodiosamente una canción quiso ser como el mismo deseo de ver el torrente de sinsabores y tan amargos como en la alborada. Cuando en el trance perfecto, y tan imperfecto, cayó lo que no calla un reloj cuando en el silencio sólo hace tic-tac, y por más que el deseo se convirtió en un sólo trance de lo más imperfecto. Cuando en la sola soledad, se dió lo más perfecto haber amado bajo la luz del sol, y contemplando al sol, se enamoró más y más, Ramón de Sofía y Sofía de Ramón. Y cumpliendo el desafío de perseguir un sueño tan idóneo sin ser tan erróneo, lograron ambos en amar bajo el imperio de la soledad y más bajo la luz candente del sol. Cuando, de repente, se vió enredada, atormentada, y fríamente inalterada, cuando su instinto fue más allá, de la razón y de la locura innata y trascendental. Y Sofía vió a un candente fuego cuando se amaba con Ramón, era un fuego devorador en aquel bosque canadiense cuando, de pronto, logró correr como el deseo y como la lluvia en tempestad cuando ocurre el mismo templo por saber que ocurrió en el trance de la verdad, y del ocaso muerto cuando cayó la noche llena de fuego y tempestad. Cuando ocurre el deseo y la ambigüedad de creer en el trance perfecto de dar con el salvador de su alma. Cuando se siente como el deseo y como la misma soledad de creer en el imperio en sola soledad de dar con el sabor de un amor y tan amargo como el saber de un rumbo o de una sola dirección. Si Sofía sólo quería amar a Ramón y Ramón a Sofía, si sus almas eran como dos cometas de luz, como un dios entero de creer en el combate de creer en el alma sintiendo el suave desenlace de dar con el alma, buscando una sola verdad. Cuando en el alma se ofrece el deleite de creer en el alma sintiendo lo que más se busca como el alma llena de paz y de un sólo imperio. Cuando en la noche se sintió como hoja al viento, como el llanto y como la soledad en que más se amó cuando en el alma quedó como un terrible fuego y con una terrible tempestad. Si se fue como el deseo, o como la misma mala sensación o como el mismo desenlace de dar con el amor o como el mismo paraje de ver el cielo con un fuego voraz y como una terrible e inocua tempestad. Cuando en el aire y como el deseo se da como lo más incierto de un sólo todo. Cuando en el alma se siente como el suave deseo de creer en el alma como la misma verdad. Cuando en la noche fría se siente como la misma sensación, o como el mismo desenfreno de creer en el combate de dar con la pura verdad. Cuando en el alma se entregó en cuerpo y alma, con vida y corazón, cuando en el alma se entregó sí, hasta el imperio más profundo de creer en el abismo frío y de creer en el alma a ciegas borrando del alma a la oscura luz.

Si en el silencio se borró como toda amargura y como toda mentira, cuando en el alma creó como el deseo, o como el desastre en poder vivir la amarga espera por haber desatado un fuego voraz. Si en el alma se dió como la fugaz estrella y sí, que era un fuego devorador cuando en el alma se entregó como la misma fuerza en el alma. Cuando, de pronto, quedó como todo el mismo imperio de creer en el alma a ciegas, o como la costumbre de dar con el alma en mentira cuando fue sólo una pesadilla que en el ayer se devoró como nunca. Cuando en el trance de la verdad era todo incierto como la forma de quedar como el alma a fuego nada más. Cuando Sofía sólo quería salvar a Ramón de ese fuego devorador en que cada quién quería como si podía amar a cuestas de la verdad. Cuando seguramente se debía de dar con el dolor suave y delicado y tan pedante, como poder saber de la crudeza de toda verdad, cuando en el alma se dió lo más imperfecto de una sola calma, cuando en el alma se debió de crear como el mismo torrente de sinsabores muertos. Cuando en el alma creó lo que se perdía cuando más se amaron, sí, en la noche hubo un fuego devorador e impetuoso, cuando se logró el dolor de una gota de pena y por ser un joven tan pedante como el mismo universo que lo observa una estrella desde el firmamento o desde el mismo universo. Si en el cielo se debía de creer en el alma jugando un sólo tiempo en que la noche se siente como el mismo deleite de creer en el alma fugaz. Y fue ese fuego devorador y tan irreal como la misma pesadilla, en que se convirtió en el alma un sólo fuego devorador. Cuando en el alma se debía de dar como el mismo instante en que se cruzó el fuego dentro de la misma mala ansiedad en que se debió de dar con la misma mala suerte, cuando sólo quiso sentir el suave delirio y tan delicado como el mismo instante en que se sintió como el mismo delirio frío. Y se dió el más instante de creer en el combate de dar con el alma fría, como el mismo juego de creer en ese fuego devorador de dar con el fuego creyendo que en el alma, se debate una sola tempestad de dar con el fuego devorador y apagar en contra de toda la llama a ese amor, el cual, se sintió como la misma osadía de dar con el reflejo del sol en la cara y, sí, era ese fuego voraz.

Cuando Sofía despierta de ese letargo en que se convirtió el deseo y más que eso fungió como toda reina, la cual, se identificó como el mismo tormento y como el mismo imperio que hoy desató aquí. Cuando funestamente se abrió el cielo por una terrible tormenta, la cual, desató el silencio autónomo de dar con el mismo deleite en la misma triste sensación de haber amado en contra de la fuerza y de ese fuego devorador. Cuando en el instante en que quedó como tormenta el cielo lleno de azul añil, se desató una mala situación, cuando converge el desafío de crear en el instinto una sola salvedad. Cuando se figuró el instinto y sin saber de la verdad, se electrizó la forma de dar con el paisaje dentro de la verdad y sin saber que su cuerpo flota a la deriva de esa cruel pesadilla. Y tomó a la flauta y sin querer morir quiso salvar a su amor y a su único amor, el cual, se tornó áspero y pedante que ella al despertar lo quiso que fuera así. Cuando en el tiempo, y en la noche a expensas de la soledad se abrió el deseo y más que eso se sintió como el pasaje de ida y sin regreso. Cuando en el alma, se tornó áspera, y muy pedante, mortífera y desolada, y sintió una fuerza extraordinaria y estrepitosamente se volcó hacia el mismo universo flotando a la deriva. Cuando, de repente, se vió como una sola pesadilla y como una sola estrella en el universo y sin constelación alguna. Cuando Sofía se declara como la vida, como la esencia y como la presencia de una sola reina, automatizando la gran espera y tan inesperada de dar con el panadero de su único amor flotando en el alma, buscando un sólo tiempo. Cuando en la noche fría se sintió como una flor desnuda y tan real como que existe la flor negra. Cuando se descubrió la buena presencia y la buena esencia de saber que su destino era tan flojo, como el saber de su insistencia hacia salir de allí como dos cometas de luz, si a la deriva iban los cuerpos quemados en ese fuego devorador que los llega a calcinar. Cuando, de pronto, se da como la órbita lunar atrapando a los cuerpos desnudos y sedientos de una cantimplora cuando se implora el deseo y más la ambigüa y conmisera decepción. Cuando en el alma y más que eso, se volcó inmensamente inerte y frío el desafío y de un sólo amor. 

Si en el intercambio de amor y de pasiones buenas, sólo se dió un sólo mal frío, cuando ella despertó, sí, de ese trance perfecto y de aquella somnolencia y más de esa cruel pesadilla. Cuando en esa noche, sólo fue esa noche, de quien se enamoró Sofía de Ramón y Ramón de Sofía, cuando en el embate de todo y por más que eso, fue el amor, fue el amor de esa noche fría, desolada y a expensas de la frialdad, se identificó el alma, y más que eso se dió un fuego devorador y más que eso, un fuego tan clandestino, como lo fue amar desinteresadamente. Porque cuando en el alma, y por más que eso, se vió forzada a penetrar hasta el fondo del alma por querer salvar a su único amor, y por dar gracias a la misma pasión inerte y tan fugaz como el mismo tormento, y se entregó en cuerpo y alma, vida y corazón, como un sólo desastre el de creer que su vida pintaba a una sola escultura. Y Sofía inerte, y tan débil como la misma forma de atraer el fuego conmisero y devastador de ver el fuego en sus propias narices, se vió aterrada, fría y solitaria e indefensa en el juego del amor. Y Ramón despertó a Sofía de ese sueño letal y mortífero como lo son las pesadillas. Y Sofía casi despierta o queda entre el sueño y la pesadilla, durmiendo al lado de su amado y más que eso con su único amor. Y quiso salvar a Ramón de ese fuego devorador, pero, aunque quiso, no podía salvar a su amado. Y era el fuego o él, cuando en el juego del amor, se convierte en un sólo trance de la verdad fructífera. Y llegó la tempestad, fuerte y decidida, tenaz y tan voraz como el tiempo, o como el mismo desastre en ver a la libertad llena de vida y más que eso en un libertinaje sólido y más que eso convertida en una lluvia que moja y lo limpia todo. Cuando, de repente, despertó y vió que a su lado estaba Ramón y con él la tempestad, y que en el alma quedó como la luz en el fuego y en la tempestad, deleitando todo como si fuera una pesadilla, pero, no, era, Sofía, una canadiense en las américas del norte, vá en busca de un trabajo y de un amor. Sofía, quedó sola y abandonada cuando su familia muere por un fuego devorador y alucinante en medio de un bosque donde ellos residían. Cuando en el embrague de toda la vida, la familia de Sofía, cocinaban en un fogón listo, como una barbacoa o chimenea, tradición de los canadienses en medio del bosque. Cuando en el trance de lo verdadero se vió aterrada, fría e inerte, cuando a la verdad de la verdad, se vió en contraproducente la forma de lidiar con perder a toda su familia. Si Sofía calló lo que calla una sola verdad que su familia era todo para ella, para su amor y para su forma de sobrevivir en la vida. La vida de Sofía es una llena de amor, de pasiones y de buenas acciones, pero, un día le faltó su familia, pues, se quemó en el incendio del bosque, sí, allí, pues, en el momento se debió de electrizar la forma de naufragar en el intento de salvar a su familia de ese incendio forestal yá que no fue forestal sino por un fogón clandestino y tan sosegado, cuando en el alma se debió de creer en la más crueldad de ver el cielo lleno de nubes negras cuando ocurrió el incendio. Si en el alma de Sofía se llenó de almas buenas cuando falleció su familia, pues, en la eternidad se enfrió el deseo de dar en el desierto una manera fría de entregar el funesto instante de saber que su vida caía por el abismo frío. Si a la verdad se intensificó un sólo fuego clandestino y tan muerto como el haber hechizado la forma de creer en el alma sosegada, de tiempo y por un fuego devorador inerte y tan trascendental como lo es la piromanía. Cuando el alma de Sofía se encendió de fuego y de luz transparente, cuando en su alma dió lo que más entregó el combate de naufragar en el tiempo. Si en el tiempo y en el ocaso se entregó a la vida misma a creer que su familia se había marchado para entregarle más vida y sí, que así fue. Si la vida de Sofía armó como un terrible y dolor de cabezas como un sólo rompecabezas a lo que dió más el evento de salir hacia su forma de atraer la conmiseración única y atraída de creer más en la vida como un laberinto, el cual, no halla la salida ni encuentra el camino correcto. Sofía sólo logró el deseo de muchas muchachas…



FIN

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de octubre de 2021 a las 00:04
  • Comentario del autor sobre el poema: Una joven llamada Sofía toca la flauta a la salida de su trabajo en la plaza del pueblo, y conoce a Ramón un joven rico que vá a la plaza a comprar chucherías y se conocen, y llegan a amarse bajo la luz en el fuego y en la tempestad, cuando hay un fuego devorador que casi los calcina. Mi #36 de novelas cortas en el año 2021… Mi #74 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 11
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