Ha llegado usted de forma repentina
en forma por demás casual y oportuna;
como suave brisa en la playa vespertina
y ondulante sobre el mar la luz de luna.
Con el fulgor en sus ojos, llenos de fe
y de una esperanza sublime y bendita,
que da piadosa a mi alma, a todo mi ser,
esa lozanía como a la flor marchita.
Usted, señora mía, me ha trastornado
para bien el alma entera, casi yerta,
que desde ahora tengo muy ilusionado
esa fe que yo creí estaba muerta.
Vino a tiempo en el tiempo, sin premura,
como es el tiempo del Dios Omnipotente;
y Él que es bueno mostróme su ternura
para conocerla a usted entre tanta gente.
Tiene usted, señora, una cara bonita.
Muchas virtudes, casi plenipotenciarias,
que me gustaría mucho, desde ahorita,
sus manos en mi boca para besarlas.
Le extendería mis brazos, mi gratitud,
como el sediento que sacia su sed;
y besaría su boca a cabal plenitud
si correspondiéndome lo permite usted.
¡Qué puedo pedir después de conocerla!
¡Qué ruego puedo levantar al cielo!
¿Un día o una tarde para volver a verla,
o una larga noche llena de desvelo?
- Autor: Mallez (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de octubre de 2021 a las 03:41
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 33
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.