En el anochecer del domingo falleció mi padrino, tras permanecer unas 2 semanas ingresado en la UCI luchando por su vida. Tenía 84 años y había tenido varios ingresos hospitalarios de gravedad en los últimos años, pero siempre conseguía restablecerse y en esta ocasión, pese a las pocas esperanzas que dieron los médicos a su llegada al hospital, conforme iban transcurriendo los días se abrían más posibilades para su recuperación, pero su organismo ha dicho basta.
Cuando alguien muere, siempre se suele hablar de lo bueno que era y tal, pero en este caso hablamos de un hombre honrado, trabajador, discreto, humilde, esposo y padre ejemplar, poco dado a la ostentación, generoso, y en definitiva, una de esas personas que contribuyen a que este mundo sea un poco más habitable. Cada moneda que obtuvo fue a cambio del sudor de su frente, abriéndose camino en la vida a base de golpe de riñón, y evitando en todo momento detenerse en charlatanerías o polémicas insustanciales para coger una azada o un tractor y obrar sin descanso en beneficio de su familia. Nació en mala época, en medio de una guerra civil y antes de cumplir los 10 años quedó huérfano de padre. Sin oportunidades para aprender a leer y escribir, siendo un niño, tuvo que abandonar los juegos para ponerse a trabajar y contribuir a la subsistencia de su familia, que, como tantas en aquellos tiempos, quedó constituida por una mujer joven viuda a cargo de varios hijos pequeños.
Apenas alcanzada la adolescencia, iniciada ya la relación de noviazgo con mi madrina, ambos emigraron a Francia una vez que el régimen dictatorial que legislaba por aquel entonces decidió abrir las fronteras. Pasaron allí varios años ganándose la vida en labores agrícolas y tuvieron la oportunidad de establecerse allí. El patrón para el que trabajaban los apreciaba y les ofreció unas tentadoras condiciones para quedarse al cuidado de una finca , pero extrañaban tanto el pueblo y la tierra donde habían echado raíces, que cuando ya se habían construido una casa, volvieron a sabiendas de que su esfuerzo aquí para vivir y sacar a sus hijos adelante sería mayor realizando trabajos más precarios y sin demasiada estabilidad laboral.
Cualquier persona que se gane el pan en trabajos agrícolas tiene un mérito enorme, pero la labor de un agricultor de secano es doblemente encomiable. Sacarle a la tierra el fruto sin apenas agua es una lucha de gladiadores, y cada vez que uno de estos guerreros se va, con ellos se pierde una cantidad de sabiduría ancestral irrecuperable por el desinterés de los jóvenes en seguir sus pasos. Tal vez no tengan títulos académicos, pero los conocimientos heredados a lo largo de generaciones y adquiridos a base de experiencia en el sector primario de la agricultura y la ganadería, que al fin y al cabo es el que cubre las necesidades básicas de las personas, como es su alimentación, son pérdidas irreparables. Hoy en día con la agricultura y la ganadería intensivas, hasta la alimentación está tomando tintes artificiales.
Se ha ido como todos querríamos irnos, teniendo en cuenta que nadie va a salir de ese trance tarde o temprano; manteniendo la lucidez mental y valiéndose por sí mismo hasta el último momento, en paz consigo mismo y con el mundo, sin dolor y rodeado de su esposa, sus hijos, nietos y amigos. Su último nieto nació hace 4 o 5 meses y tuvo la oportunidad de conocerlo. Ayer fue el entierro. La mayoría de los vecinos del pueblo formaban el cortejo fúnebre, y caminando desde la iglesia hasta el cementerio lo acompañaron en su despedida. Descansa en paz buen hombre.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 12 de octubre de 2021 a las 07:51
- Categoría: Sin clasificar
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