Un arte de Amar

Alberto Escobar

 

Las horas de la  noche avanzan
¡Descorre el cerrojo de la puerta!

—Arte de amar de Ovidio—

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


María, no me dejes solo,
aquí, afuera hace frío.
En las afueras de tu cuerpo
el sol no hace, está yerto
de espinas y sarmiento.
Siento que me llega la hora.
Si descorres el cerrojo de tu alma
me encontrarás en una esquina,
yaciendo solo, sentado al rocío
intempestivo de la noche, 
durmiendo el sueño de los justos. 
Las horas de la noche avanzan, María,
el tiempo es una ambrosía
que solo los dioses pueden tragar
—mi esófago claudica ante el ácido
lisérgico que baja raudo—, 
y el marasmo que me envuelve
en esta miseria sola y tenue
tiene fecha de caducidad
—si abres tu puerta.
María, te repito como eco tardío,
no me abandones —ne me quitte pas,
como dice la famosa canción de Jacques
Brel—. Tu susurro entre las sábanas
de la noche me da cabida, refugio,
me espanta la inminencia de fantasmas
y endriagos, y me dan el árnica suficiente
para no pensar, para ser siendo yo contigo.
Aquí te sigo esperando, tras el blanco
de tu puerta, tras el juicio de una mirilla
que noto parpadea, tu curiosidad
pone el ojo sobre ella para ver, fisgonear,
pero sin acción, sin abrir, dejar que el instante
firme su sentencia. Te necesito, tu calor 
me da frío solo pensarlo, lo deseo, las células
se hacen pasta efervescente, las vacuolas 
en su grasa primigenia se derraman a borbotones
por mis poros cual volcán palmero. 
 María, gira el pomo de tu puerta, no dudes.
Si giras ese adminículo delicioso ingresarás
en un estadio nuevo, más cerca de tu ser,
liberándote de lo que siempre querías,
de ese ego que solo juzga, califica, significa
y fastidia tu vida sin que detrás haya 
nada más que convención y maldad.
Atrévete a saber —como se atrevió a decir Kant.
Narrador:
La puerta se abre, despacio, sin decisión.
Parece que el discurso existencialista
dio sus frutos. Ya estamos juntos otra vez,
yaciendo cual bonobos añorantes.
Todo ese calor que dije añorar se volvió
demasía y abrasamiento —hay volcanes
de actualidad acuciante y acezante que 
no llegan ni a la décima parte.

 

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