Las tres muertes

Alfonso J Paredes

Llevo tumbado en mi lecho demasiado tiempo,
la lluvia ya no resbala por mi ventana
pues tengo clavado en mi pecho
el puñal que la pena me arrojó al viento.

Tengo escrito en la frente, olas espumosas,
saladas y blancas. El aire de una muerte
distinta a la que soñaba, en mi sala calabaza,
son tan diferentes, tan amargas las rosas…

Es tediosa por inesperada en la ausencia,
queda descansada por tumbado el cuerpo,
sin remedio, sin remordimientos ni asperezas,
que llega por aburrida y demasiada paciencia.

La segunda es la del puro aislamiento,
que corroe por dentro del alma, que hiere,
como las espinas de los tallos de las rosas,
si las coges a puñados, sin sentimiento.

Nubes grises por cielo encerrado y en silencio,
tormento…
descuidada la barba del marinero jubilado,
sólo con su pensamiento…, solo en silencio.

Y es peor la de la despedida del fruto,
que ideó este árbol caído, en medio del desierto,
como si en los desiertos hubiera árboles,
y si así fuera, sería un oasis verde y abrupto.

Es el dolor más intenso que proceso,
que las lágrimas que derraman, de tristeza,
por la ausencia, me duelen profundamente,
mis hijas del alma y mi corazón preso.

¡Ay, linda caracola!, te extrañaría tanto,
como extraña el desierto a la lluvia
y con tanto clamor y tanto esfuerzo.

Llevo las tres muertes reflejadas
en mi frente de espanto.
Por quererte tanto,

por no dejarte caer una sola lágrima
por la encarnada mejilla,
que no se derramen en un llanto.

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