“Un sombrero”
Una estación de tren abandonada, de un pueblo que agoniza desolación.
Rebeca y Marta sentadas en un banco, cada una en un extremo.
Rebeca sostiene un picaporte.
A unos pocos metros, frente a ellas, un sombrero sobre el suelo.
Rebeca: ¿a qué hora pasa?
Marta: qué pregunta abierta…
Rebeca: no entiendo. ¿Otra vez con el juego de palabras?
Marta: el único juego que nos quedó, el resto: todo impar. Las medias (se levanta los
pantalones y deja ver una media de cada color), los aretes (mueve la cabeza mostrando dos
aros diferentes), ni hablar de los guantes.
Rebeca: ¿dónde están?
Marta: el calor me impide siquiera imaginarlo
Rebeca: ¿faltará mucho para que pase?
Marta: depende de lo que esperes
Rebeca: shhh! (mira para todos lados y baja la voz) ¿Cuántas veces voy a decirte que no
pronuncies esa palabra? Ambas sabemos que disimular es la estrategia perfecta para que
llegue lo que tenga que llegar. Como cuando prend
Marta: prendes un cigarrillo y el colectivo llega. Sos tan predecible, Rebeca.
Rebeca: (mirando el picaporte) ¿no es hermoso? Estaba pintado de azul, como el resto de la
casa, pero con el incendio quedó negro. Decime una cosa, Marta ¿quién tocaría un picaporte
negro? Es sabido que trae mala suerte
Marta: Es sabido. Mala suerte y soledad.
Rebeca: ahora brilla. Tanto que puedo ver mi reflejo. ¿Querés probar? (le hace el gesto de
alcanzárselo).
(marta se estira, rebeca se estira aún más, pero no llegan)
Marta: (vuelve a sí, algo agitada) Estás demasiado lejos
Rebeca: (rie a carcajadas) Nunca le acerté a las medidas. O se derrama o no alcanza. Me paso o
no llego. Se desborda o no es suficiente. Me excedo o falta.
(ambas miran el sombrero)
Marta: No lo sabremos nunca
Rebeca: de todos modos, lo más probable, es que nada esté cubriendo
Marta: o quizás sí
Rebeca: algo inanimado, o muerto. De lo contrario, se movería
Marta: y no se mueve
Rebeca: no se mueve, no
Marta: No va a llegar, Rebeca
Rebeca: qué cosa, Marta?
Marta: no importa, da lo mismo. Lo que sea, no va a venir. Ni hoy, ni mañana ni nunca. ¿No te
das cuenta?
Rebeca: No me doy cuenta
Marta: todo está demasiado inmóvil acá. Nada ni nadie se atrevería a dejar huellas sobre la
mismísima quietud.
Rebeca: salvo el tiempo
Marta: a veces encontrás las palabras justas
Rebeca: (entusiasmada) ¿en serio?!
Marta: (resignada, asiente con la cabeza)
Rebeca: me transpira la mano, el hierro se calentó con el sol, está muy fuerte hoy. Lo único
que quedó. Es una paradoja, no pudo ser ardido con el resto, sin embargo sigue quemando.
Marta: igual que ese sombrero de mierda, me quema los ojos, no puedo soportar más su
presencia, provocadora. Me perturba.
Rebeca: ¿y si…?
Marta: trágate esas palabras antes de escupirlas
Rebeca (traga), perdón. Perdóname Marta. No debí.
Marta: en algún momento va a llegar el viento y se hará cargo de llevarse, también, al
sombrero.
Rebeca: claro, el viento… hace mucho que no nos devora una tormenta
Marta: la última vez nos vomitó
Rebeca: sí, pero así y todo, no podes negar que fue lindo
Marta: mientras duró, sí
Rebeca: en algún momento llegará
Marta: desde luego
Rebeca: ¡¿y si no llega?!
Marta: entonces seguiremos esperando
Rebeca: shhhh! Te dije que no lo digas en voz alta.
- Autor: Antonela Chiussi ( Offline)
- Publicado: 3 de noviembre de 2021 a las 16:13
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 16
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