Una burbuja

Carlos Rojas Sifuentes

Una burbuja
que sube, sube, se eleva.
Viaja lejos, hasta que no la ves más.
Se trepa a las nubes
y descansa sobre ellas,
siguiendo las corrientes
que cruzan el cielo.
Le llueve, la remueve el viento,
la estremece la electricidad.
Se infla, se angosta,
el sol la hace brillar
y la Luna también.
Pero, cuando llega la noche oscura,
sin luceros en lo alto,
la burbuja
se queda quieta de temor.
Va de estación en estación,
dándole vueltas
a las horas del día.
Sube y también baja,
en ocasiones pasa
sobre la cabeza de la gente
y la felicidad de los niños.
Y es cuando la ve uno
y con emoción la llama,
y la burbuja enternecida
recibe una emocionada caricia
que la deja sin aliento,
y como ocurre
todas la tardes de feria
en el pueblo,
una burbuja cae al suelo
y lo moja con brillante detergente.

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