Solos los dos
unidos de la mano
en aquel bosque.
Íbamos juntos,
sin miedo, a la ventura,
¡éramos jóvenes!
Temblaba el alma,
por culpa de la fiebre.
¡También los cuerpos!...
Y nos perdimos
en medio del follaje
y la espesura.
La gran ciudad
produjo este trastorno.
Nos confundió.
Dimos mil pasos
sin rumbo ni concierto.
Llegó la noche.
Al dar la vuelta,
no vimos, nuestras huellas,
recién dejadas.
Pero a lo lejos
un faro señalaba
el fin del bosque.
Y a él nos fuimos,
temblando y presurosos.
como dos niños.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/08/21
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 24 de noviembre de 2021 a las 08:51
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 38
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Miguel Reyes
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