Cuando María Soledad decide ser la amante de Ricardo, renuncia a toda la herencia de su padre. Su padre le advirtió de que pasará lo peor si ella decide ser la amante de Ricardo y no casarse con Juan. Cuando ella cree en ser como el ave y volar tan lejos como el ave rapaz. Ella, María Soledad decide escribir cartas de amor hacia ése amor, el cual, no era nada más que su eterno amor y su terrible pasión y su más delirante delirio. Cuando en el albergue de su alma y en su corazón sólo tenía latidos en su fuerza para amar, y dejar latir a su propio corazón era cuestión de tiempo. Si ella escribe su primera carta, pues, en su alma sólo le basta amar como en el silencio de un todo. Y si en el instante en que se dió la vez aquella por amar bajo el imperio de sus propios ojos llenos de un sol travieso que no le da sombras sino luz y de la perfecta. Cuando en el inicio de un amor se vió aterrada al fervor de un sólo amor amando lo que nunca. Si María Soledad se siente como la sola soledad de entregar el alma hacia el imperio de una sola vida. Y María Soledad se identificó como el desastre de ver el cielo con magia color, pero, no, no era como el silbido en su oír como el beso del corazón de Ricardo. Cuando en el alma corrige el mal trance de dar con el imperfecto camino en que camina María Soledad, sí, en soledad. Si en el ingrato momento se creó como el mismo tormento cuando en el llanto y en el silencio, se vió atormentada de fríos y malestares irreverentes de creer en el alma devastada y llena de amor y de pasión. Cuando en el ocaso escribe su primera carta llena de amor y de inconcluso temor y tan incierto como el ir y venir de tan lejos como del cielo abierto a grandes desafíos. Si en el alma sosegada se sintió como la rosa marchita o como la nueva aventura de ser la amante de Ricardo. Cuando en su razón sin razón, se ofreció lo más conceptual de un sólo todo, porque en el instante se enredó en ser como el ave rapaz y capaz de volar lejos y de su propia alma. Y María Soledad en la soledad, se dedicó a ser como el malestar de un porqué. Si lejos de su propio instinto insípido y tan herido como la forma de creer en el alma devastada de temor y de nueva ansiedad cuando en el alma se dedica en ser la más dejada por amor cuando en el trance de la verdad se hechizó en el instinto más malo del mundo. Porque cuando María Soledad le embargó la soledad fue cuando su instinto suave y delicado y con un fastuoso porvenir, pero, sin amor si acepta los designios de su padre de casarse con Juan y que no sea la amante de Ricardo tendría por completo la herencia de su padre, pero, ella, en su mísera vida y en su corta existencia se embargó de temores inciertos, pero, tan valientes como el ave puede volar lejos de allí en busca de libertad. Y se vió fundida y llena de un sólo frío en el alma, cuando en el alma y en su rumbo y en una sola dirección decide, sí, en ser la amante de Ricardo y sin casarse con Juan. Cuando en su alma y en su afán de converger en un sólo ritmo y en el tiempo destrozando el mirar lejos de un porvenir incierto, se detuvo la forma de mirar hacia el mismo cielo, cuando en su momento se vió aterrada de ilusiones y de un espanto y tan inseguro como fue llorar por ese amor. Cuando en su afán de querer amarrar el deseo de sentir la pasión viva en el tiempo y más en su propia piel. Cuando en su momento María Soledad, se vió y se aferró el deseo de un mal vivir cuando en el frío se convirtió de espantos seguros cuando en el tiempo y más en el alma se vió ilusionada cuando ella escribe con letras y con palabras tan perfectas y eficaces de converger en su propio corazón una verdad y fue una carta de ocho cartas de correspondencia que ella escribe a su amante para poder amarse bajo la sombra perdida del mutismo y del cielo bajo un sol en que la lluvia era tan perfecta. Cuando en el trance perfecto se dió lo más efímero de creer en el trance de la certeza ambigüa. Dedicando en el ocaso vivo de dar con el silencio se automatizó en la espera y tan inesperada de dar con el sol trascendental de dar con el soplo de un silencio en mutismo. Cuando la esposa real de Ricardo se entera de la verdad de que tiene una amante, la cual, se llama María Soledad y que se escriben cartas ambos desde que el silencio los llenó de un amor fantasmagórico. Y la correspondencia se detuvo sin razón porque en la mansión, la esposa de Ricardo, envío a la sirviente Karla a esconder del correo, tanto recibidas como enviadas. Y que las enviadas por Ricardo las quemara bajo el fuego del fogón. Cuando en el alma se dió lo más imperfecto de creer en el alma a ciegas del maravilloso día, cuando ella María Soledad, escribe así su primera carta:
18 de octubre de 1940
Amor Ricardo:
Sabes que te amo con todo mi corazón. ¡Sí!, quiero ser tu amante, aunque sea por cartas de amor que nos escribiremos. Con tan sólo un beso de tus labios me muero yo por usted. Figúrate que en ésta terrible soledad me amarga la existencia al saber que eres mi hombre, el que quiero amar por el resto del tiempo y de la vida. Además, te quedaste con mi alma y con mi corazón lleno de iras trascendentales de sentir con el silencio. Cuando mi alma quedó como un espíritu clandestino. Sólo quiero decirte que te amo, pues, en el mundo sólo le corresponde a mi corazón tu sólo amor, el que quiero yo cuando te amo más. Sólo espero tus cartas con tantos deseos de tu amor hacia mi alma llena de luz, luz de tus ojos mirando dentro de mi alma. Soy María Soledad a la que en la soledad te busca más cuando sólo quiero estar contigo.
Te ama
María Soledad
Cuando María Soledad decide ser la remitente de esa primera carta que vá dirigida hacia el amor llamado Ricardo. Cuando en el ocaso se vió vestida de llanto y de sombras perdidas, cuando en el viento se dedicó en ser como el universo negro de sus porpios pensamientos sin el amor verdadero de Ricardo. Cuando en el alma quedó como el univeso negro sin la luz que emana de sus porpios ojos. Cuando en el ocaso vivo se cuece de dolor en el alma de María Soledad cuando el ocaso se fue y llegó la fría noche, sólo imaginando y pensando en la carta correspondida de su amado y de su amante llamado Ricardo, si sólo quiso en ser como el cielo esperando por el crepúsculo y con el sol. Cuando en el alma de María Soledad se llevó una sorpresa, la más grande de todas, cuando en el instante se debió de creer en el alma cuestas de la sola razón cuando en su alma y más que eso se entregó lo cobarde de un sólo por qué y tan desnudo de un silencio devorador y tan devastador como el silencio, por favor. Si en el camino de María Soledad se perfila una gran tempestad y un gran ahogo ahorcando la vida en una soga sin destino. Y quería amar y ser amada, pero, su rumbo y su imperfecto momento no se lo permitió jamás. Cuando en el trance de lo inusual se vió aterrada y aferrada por un trance perfecto en saber dedicar su tiempo a las cartas de amor de correspondencia hacia su amor eterno Ricardo. Cuando en el trance de la verdad se dió un universo claro destruyendo la manera de creer en el amor a toda costa, sin importar el delirio frío y devastador si se aferró el desastre de creer en el alma destruyendo un comarca de desventuras nuevas saliendo de su propio corazón. Cuando en un instante se vió aferrado por mirar el desierto de creer en el alma viva dentro del comienzo de una nada sin perfección. Y mientras que María Soledad espera su misiva, sí, la epístola de Ricardo y llena de ilusiones y de sensaciones nuevas, sólo quiso ver el cielo en vez de un sólo tormento lleno de nubes y de soles nuevos, aunque, no era así. Cuando a la verdad de un todo, y de una insistencia autónoma de dar con el silencio, por favor, María Soledad, se dedicó en ser como el instante delicado en ser como la misma autonomía de dar con el silencio aborreciendo la soledad y más que nunca. Cuando en el trance de la verdad, se dedicó a ser como la misma fuente de amar en el corazón y con una sola fuerza. Cuando se aferró al deseo de converger en el alma buscó una sola razón. Si en el silencio, sí, por favor, se siente como el desenfreno igualitario de ver sentir el silencio lleno de sensaciones nuevas. Cuando en el anhelo y en el mismo instante se aterró el nuevo convenio de ser amante por cartas, cuando en el trance de lo perfecto e vió automatizada de espantos nocturnos cuando en el silencio se cosechó una sola, pero, débil razón en que se dió el más instante de los momentos. Cuando en el mismo imperio socavó un mal delirio latente y delirante en que el silencio se siente como tan suave como el olor de aquella rosa en que se guardó el tiempo y el ocaso en frialdad de obtener el deseo tan inocuo, pero, tan serio como el mismo silente silencio en que se atrevió a desafiar el imperfecto delirio en que se converge la razón llenando el corazón de tiempo y de inseguridades inconclusas. Si se detuvo el tiempo en que María Soledad, se aferró al delirio desafiante de querer amarrar hasta el alma desierta de querer atreverse a entregar hasta sus costados, cuando ella a sabiendas que nació de la costilla de un hombre, no le dió más que el silencio, por favor, sí, el silencio. Cuando en el momento se vió aterrada a enfríar el desastre de mirar el deseo por un tiempo en que el deseo se identificó como en el alma un mismo instante en que el cielo converge de lluvia y de sol también. Cuando hasta en el alma se cuece de desventuras, cuando no puede ser más que la amante de Ricardo, si su esposa sabe la verdad. Cuando en el imperio sosegado de terminar con un reflejo se vió en el espejo, ¿y qué vió?, a una mujer demacrada , sola y vacía en el mismo tiempo en que el cielo pinta de azul y de nieve en el mismo instante en que se siente como el deseo y más en el imperio sosegado de dar con el infierno devastado por una sola espera y tan inesperada. Porque cuando en el alma se siente como el deseo de dar con su alma unas cartas de correspondencia, cuando en su alma, se dió lo más efímero de creer en el alma queriendo amarrar sus heridas con esas cartas de amor en que el amor se aferró al consuelo, al amor y a la pasión. Y demostrando que el universo frío son esas lágrimas llenas de temor y de ansiedades cuando el amor era sólo por mediante cartas. Y profundamente se vió María Soledad en la eterna soledad, porque si en la alborada se encendió como la chimenea fue cuando en el trance de la verdad, se vió marcando el deseo de converger en el delirio y tan real, de dar con el delirio y tan delirante de creer en el alma fugaz como el tormento de ver el cielo de gris tormenta cuando en el alma se abastece sin calma cuando se siente como el deseo inocuo, pero, transgredido y transmutado en la misma piel con una herida y tan fuerte como el deseo de ver el cielo de creer en la manera de dar como la vez aquella en que se convirtió en la amante de Ricardo. Cuando en el instante se siente como la fuerza de dar con el silencio devastado de sombras y de penumbras a solas como el sol en el corazón dejando sentir los latidos en sombras muertas. Cuando en la alborada se siente como la vez aquella de dar con el silencio, por favor, cuando en el albergue de querer amarrar el deseo vivo en cada sorpresas de la vida, cuando en cada penumbras de la vida se siente tan sosegado de tiempo y de adyacente temor de enredar el convenio de creer en el imperfecto ademán soltando a rienda suelta al amor y el deseo vivo. Sintiendo el amor en cada letra de esa carta dentro del instinto dejando caer el silencio, sí, por favor, como la costumbre de dar en el sentido un sólo sentimiento. Cuando en la mañana y el sol se abasteció de calma enriqueciendo el combate de dar con el sol la riqueza en la espera y tan inesperada de creer en el torrente de sensaciones nuevas como en la mentira soslayando el mal deseo de converger en el tiempo y más que eso en el alma llena de temores inciertos por un miedo a ser descubiertas las cartas de amor hacia Ricardo. Cuando en el alma se vió atemorizante de espantos nocturnos, cuando en su momento creó un silencio lleno de una soledad impetuosa, devastada y con heridas nuevas soslayando en las sombras nuevas de un sólo tiempo sin determinación alguna. Cuando era ella, la mujer, el honor en virtudes, y en la fuerza en el amor, y en la fortalezas sin poder ser interrumpidas de debilidades inconclusas de ansiedades y temores advirtiendo un sólo desastre de creer en el alma a cuestas de la sola razón. Cuando en su momento se hirió a cabalmente y a fuerte desastre de dar con la magia de un sólo universo dador de lágrimas y de converger en un sólo instante de creer en el delirio y tan delirante de dar con la magia de un nuevo instante en que el cielo llega como lía y se cuece en el alma a todo un amor dejando caer en el abismo un frío inalterado de espantos, cuando no recibe correspondencia, ni converge en esperar una carta y todo porque la esposa de Ricardo, intercede para que esas cartas no sean recibidas y enviadas de tiempo ni de amor en contra de los celos de la esposa de Ricardo. Si en el alma se dió como el principio autónomo de creer en el alma como sin consecuencias de creer en el alma devastada de inconsciente desnudo de creer en el alma a ciegas por un sólo amor. Si cuando en su alma se evaporó la espuma que posee dentro de su propio interior, fue cuando en el alma se electrizó la forma de dar con el coraje de creer en el alma devastada por un silencio atroz. Si en el alma se electrizó la forma más ingrata de ver en el cielo una luz o un relámpago dentro de su propia alma. Porque cuando en el alma de María Soledad se devastó el reflejo de creer en el alma a ciegas mirando en los celos de un embrague dentro del reloj de un mal comienzo cuando en el fin se siente como pasar la vida a muerte segura con la espera y tan inesperada la mala sensación de creer en el alma jugando ciegamente al amor sin mirarse físicamente sino una conversación sin ser correspondida por ocho cartas de correspondencia. Cuando por la vida mediante una sensación de calor se vió efímeramente tentar el calor de un amor sin poder palpar una piel llena de pasiones buenas y de sensaciones gratas. Cuando en el alma y en su virtud tan exacta se comprometió en ser como la vida dando fuerzas y con un fuerte rumbo hacia el universo lleno de lágrimas nuevas. Cuando en el alma se debate en creer que el alma quedó como principio de dar con el sol dentro del corazón amando lo mejor que pudo amar María Soledad. Cuando en el silencio se siente como el silbido en el oído de atraer lo nuevo en el convite de dar con el alma llena de serio reflejo y por un sólo sol. Cuando en el instante de dar con el alma desierta se enfrío el solo corazón muy dentro del cuerpo de María Soledad. Cuando siente la misma fuerza de querer amarrar el alma al mismo corazón. Y cuando no llega la misiva se exaspera María Soledad. Cuando en el mayor trance de la verdad se desesperó tanto que fue al correo a indagar por sus cartas y a lo que le dicen es que, -“no tiene más cartas”-. Cuando el rencor le cayó encima y se sintió muy descompuesta cuando en el trance de la verdad no se electrizó la forma de converger en el alma. Cuando en el alma se siente automatizando la espera y tan inesperada de creer en su desierta alma. Y devastando las iras insolventes de dar con el reflejo de dar una eterna luz en su interior, pero, María Soledad no cree más que la solicitud de su alma pidiendo auxilio, cuando sólo quería amar dentro de su propio corazón, pero, aunque quiere no puede. Y aunque no puede amar al hombre que quería sólo era cuestión de tiempo, cuando en pedazos tiene su alma devastando lo que encierra muy dentro del alma socavando en un profundo malestar de ciencia ficción. Cuando en el delirio se fue por el rumbo desértico de creer en el imperfecto momento de dar con la mala suerte de caer en el precipicio vacío de unas ocho cartas de correspondencia sin ser la destinataria María Soledad. Cuando en el incierto camino de María Soledad hacia su hogar después del correo buscando a sus cartas de su amante llamado Ricardo, y María Soledad se fue por el rumbo desértico hacia la desventura o el infortunio de ser sin ciencia cierta. Cuando en el ademán frío y tan nefasto como siempre quedó como órbita clamando por su verdadero y único amor. Porque cuando se siente en la sola soledad, María Soledad, se vió aterrada y muerta de espantos nocturnos, cuando en su afán de converger en un delirio y tan delirante y de un latente compromiso con el alma, con la vida, y más con el amor en el mismo corazón que la dejó en mutismo enmudeciendo su vida de amargo porvenir sin el amor de Ricardo. Y María Soledad creyó lo que más quería a todo un amor dentro del paraíso dejando muerta el alma de intransigencias autónomas de malestares vivos. Cuando en el alma se vió creciendo como semilla en el suelo por donde vuela la hoja en un otoño. Cuando en el instante se dió como el ave en el destino de dar con el silencio, por favor, cuando converge el ademán tan serio y tan devastador de ciencia ficción, como en el aire un sólo camino con rencores y con adyacentes penumbras y de sombras inertes adheridas a su pobre corazón. Cuando, de pronto, se vió inalterada la forma de atraer el mal comienzo de ver el cielo lleno de iras trascendentales, como las nubes en el mismo cielo cayendo la lluvia dentro de su propio corazón. Si en el alma dejó una huella indeleble automatizando la espera de conseguir lo que más se atreve a decidir entre lo incierto de un mal comienzo. Cuando en el desierto mágico de la trayectoria aún quedando en el frío inerte de dar con el silencio, por favor. Porque cuando en el altercado o en la camorra en marrar una osadía se vió María Soledad en la sola soledad llena de espantos, de pavores inciertos, y de iras trascendentales de creer en el alma sin la luz que emana de su propia alma pidiendo a gritos un amor. Porque cuando Ricardo le escribe a María Soledad, se llenó de un silencio autónomo de creer de que ella sí recibe como destinataria sus cartas de amor sin esperar nada a cambio sólo que sea su amante por misivas. Porque en el altercado de un todo se vió aferrada a la soledad, con demasiada inercia en el mismo corazón de María Soledad. Cuando María Soledad decide creer en el alma a cuestas de la razón, cuando en el trance de lo perfecto se edificó la forma de amar y de creer en la magia trascendental, de dar con el silbido en el oír de un mal o de una mentira de que Ricardo no le escribe sus cartas de amor a María Soledad. Tanto las misivas como el trayecto autónomo de ellas, se vieron enredadas de tal manera, cuando la sirvienta Karla, no hizo más que el deseo de la esposa de Ricardo esconder las epístolas tanto como el remitente Ricardo hacia la destinataria María Soledad y como la remitente María Soledad hacia el destinatario Ricardo. Si las cartas que María Soledad envía a la mansión, se vió aterrada de espantos cuando las lee y la segunda carta dice así:
2 de noviembre de 1940
Amor Ricardo
En está misiva quiero que puedas saber que lo amo a usted a pesar de que yo no recibo su correspondencia. No sé nada de usted desde que decidimos ser amantes y nada más por carta. Sólo quiero aferrarme a la idea de que sí leyó mi primera carta de amor cuando te escribí con palabras de amor hacia su persona. Eres como el ademán frío y como el sábado en que termina la semana. Si cuando lo quiero cerca no lo tengo y cuando lo miro de lejos lo quiero besar. Eres mi ilusión y mi delirio delirante de creer en el alma a ciegas de converger en el alma un sólo destino y un sólo camino. Espero su misiva con respeto y con todo el honor de mi alma para poder entablar una conversación correspondiente hacia usted de mi persona.
Lo amo
María Soledad
Continuará……………………………………………………………………………………
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 25 de noviembre de 2021 a las 00:04
- Comentario del autor sobre el poema: Silencio, por favor, si María Soledad nunca recibe las cartas de su amante, si son las cartas de correspondencia sin destinataria, la cual, era ella, porque la esposa de Ricardo se las desvía en el correo…Mi #43 de novelas cortas en el año 2021... Mi #81 de novelas cortas hasta el año 2021…
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 26
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