**~Novela Corta - 8 Cartas de Correspondencia - Parte II Final~**

Zoraya M. Rodríguez

María Soledad dobló la segunda carta que envió y así mismo y con un beso impreso en la carta la envió hacia su destino a la mansión de Ricardo, sin sospechar de que su esposa estaba enterada de todo. Cuando, de repente, se vió mortífera de espantos, y de sudores fríos y nocturnos, cuando llegó la noche, pero, ella se siente muy bien, pero, imagina y piensa en que el instante en que escribe esa segunda carta, su corazón de exaspera, de tiempo, de cobardía o de valentía, de tristeza o de felicidad por saber de que llegará su carta o que esperará por sus cartas, pues, no se sabe qué es lo que pasa en realidad. Cuando en el amanecer de un buen día, se electrizó la forma y la virtud de atraer el comienzo de esperar sus cartas, pero, no, no llegó ninguna. Y Maria Soledad, en la misma soledad y llena de ansias y de ansiedades estrésicas, cuando en el alma se vió como la fuerza de creer en el alma nadando en lucero como luz perdida. Cuando en el alma se dedicó en la misma fuerza de creer en el alma a costas de la débil razón pensando e imaginando lo que nunca, cuando su fuerzas se vió aterrada a lo imposible de amar con el corazón y tan enamorado. Cuando en el delirio delirante de creer en el alma se unió el desprecio con el corazón y el desamor con ser lo imposible de dar un espacio entre el alma y su corazón. Destrozando al alma dentro de su cometido, cuando converge el silencio de dar con el alma destrozando el camino encerrado de espantos nocturnos cuando en el instante de dar con el reflejo del sol, se debió de creer en el alma y por una cruel mentira de que sus cartas no llegan ni aparecen en el correo. Mientras que ella, María Soledad, sólo siente un frío desafortunado en el tiempo y más que eso en su mundo de mujer en soledad si era ella María Soledad, silencio, por favor. Y el mundo calló en inmuta lo que converge en un ademán frío y tan inconscientemente atrevido y tan insolente como poder sentir su álgido viento. Cuando en el ocaso llega y se va por el mismo lugar en que se halla ella, María Soledad en cuanto por saber de su cometido de dar con el alma a solas se debía de dar con esa triste y terrible soledad. Y ella, otra vez, en el correo esperando lo que nunca llegará: las cartas de Ricardo como un remitente y como la destinataria María Soledad. Cuando en el alma se dió como la única fuerza de caer en el alma como una vez en que el destino se fue como la primavera y llegando el otoño frío con unas hojas que logran desapercibir el instante en que en que el deseo se convierte en una cruel atracción. Cuando en el juego del amor se siente como el desproporcionado instante en que se gana un tiempo perdido. Cuando en el ocaso se vió forzado de caer en el trance perfecto de dar con el alma y como no vió carta alguna para ella, María Soledad escribe la tercera carta de amor para su amado y amante Ricardo, la cual, dice así:

7 de noviembre de 1940

Amor Ricardo

Le escribo ésta misiva, porque en realidad no he recibido ninguna epístola por parte de usted, cuando mi amor es para usted, y lo amaré por el resto de mis días y de mis noches también. Cuando en el alma, y más en la luz se aferra mi solo corazón por amar a su corazón. Sólo dígame qué sucede, cuando mi alma divaga en el tiempo y más que eso se concentra en ser lo que quiera usted que yo sea de usted sin importar nada más que mi amor por usted. Sólo quiero conversar con usted, mediante estás epístolas, en las cuales, sabe que lo amo y lo espero con todo dolor y en mi alma un gran e inmenso deseo en saber que lo amaré a usted cuando pueda lograr estar a su lado si Dios y los ángeles lo permiten así. Sólo dígame la verdad, que tengo la espinita en el alma si su esposa sabe de la realidad de que nos amamos mediante cartas de amor entre usted y yo. Y si es así, por lo cual, no me quiere escribir yo lo entenderé y sabré esperar por usted. Lo amo y lo sabe el cielo y Dios.

Amándote Siempre

María Soledad

Cuando María Soledad, le escribe la misiva y la lleva hacia el correo, se siente como si fuera una quinceañera de apenas quince años, cuando su mundo no cambia ni deja de saber que el momento se encierra de un sólo tormento en esperar por el momento de creer en el amor verdadero y único y transparente como el cristal de un diamante. Cuando en el alma quiso ser con certeza de dar con el alma muerta de amar lo que nunca cuando en la mala situación converge en una sola mala situación, de dar con el dolor que siente María Soledad, cuando en el transcurso de dar con la verdad de saber que el desierto empieza a caer en el imperio sosegado de querer amarrar el desierto mágico con su mundo se siente como el acecho de caer en el abismo frío de querer sentir en el alma unos celos a muertes segura. 

Y Ricardo le escribe a María Soledad sintiendo un dolor en su alma, por no recibir las cartas de amor de María Soledad diciendo lo más conceptual de un todo cuando su alma se halla tan álgida y tan triste y la misiva de Ricardo dice así: 


9 de noviembre de 1940  

Amor María Soledad

Ésta misiva es para la mujer que yo amo con todo el corazón. Cuando en el trance de lo perfecto sólo quiero recibir sus cartas por correo, solamente la amo con amor y pasión, cuando no quiero ni pensar que se ha olvidado de mí y de mi amor por usted. Si yo la amo con el alma y más con el corazón muerto de pasiones por usted bella mujer. Cuando sólo quiero leer de sus palabras llenas de amor y de pasiones buenas dejando saber que mi mundo, se llena de sinsabores vivos, cuando en el trance de lo cierto se sabe que el delirio es fantasioso como aquella vez en que la ví llegar con su elegancia y su porte tan distinguido. La amo María Soledad, si sólo quiero divorciarme para amarla a usted.

La amo a usted

Ricardo

Él esconde la misiva detrás de su cuerpo, pues, la esposa había entrado a la oficina de Ricardo para pedirle un cheque para marcharse a comprar en las tiendas. Mientras se marcha la esposa, él decide dar su carta a Karla, y le dice en voz baja que es urgente que lleve esa carta al correo. Cuando, de repente, la sirvienta Karla, lo que hace es que toma la carta con destino a María Soledad, y la guarda sí, mientras que las cartas enviadas de María Soledad las quema en el fogón. No se sabe nada, tanto ella María Soledad y Ricardo, cuando en su alma se vió aterrada de espantos por una supervivencia autónoma de dar con el panadero de esas cartas de amor. Y María Soledad, se siente como un sólo mal tiempo, como una cruel tempestad en que cae sólo la lluvia mojando sus sentidos tan amargos y tan electrizantes de caer, bajo la amarga soledad, si era ella, María Soledad. Cuando María Soledad que irrumpe en el altercado de dar con el reflejo de una sola luz en el alma devastada por el tiempo y más por el frío muerto de caer en el silencio, por favor. Cuando en el silencio, por favor, dice María Soledad, cuando su alma no se detiene ni un momento en que se cuece el temor de seguir un rumbo hacia el mismo universo negro y tan oscuro cuando en su alma no se da abstos de seguir una sola sombra o una soledad o una penumbra en bruma espesa por el mar perdido y más por la sola soledad. Cuando se siente como el desafío inerte y tan suave de amar lo que conlleva una dulce atracción de saber que su instinto se siente como la misma sentencia de saber que su mundo es como el aire dentro de la piel, sí, silencio, por favor, dice María Soledad en la amarga soledad. Cuando en el alma se siente como el mar perdido de creer en la sola razón en que se gana una piedad en querer amar y amarrar el instinto de saber que el mundo se siente como la amargura o la triste tristeza de sentir lo más amargo en sabores de pieles y sin más amor. Y María Soledad se siente como las lágrimas solas y en eterna soledad de llevar un nombre como el de la amarga soledad. Cuando María Soledad se siente en la sola calma desnudando el alma y su cuerpo para bañarse, con agua fría. Y toma el timo de agua y se lo echa por la cabeza, como queriendo lavar toda aquella amarga desesperación de saber que su amante no la ama como ella espera. Cuando María Soledad se siente como lo más suave de un algodón, cuando en el trance imperfecto de un todo, se vió horrorizada de un temor que con el agua no limpia, si se halla sucia, devastada por el tiempo y entre sus piernas el más dolor más impetuoso por querer amar sin dolor, sin penas y sin más que el mismo capricho de abrir piernas y amar y en ser amada como toda mujer virtuosa. Y se quedó allí un rato, como la misma consecuencia de querer barrer del suelo a todo sucio como con la lluvia que corre por allí a veces. Cuando en la comarca de un todo se vió atemorizada de espantos y por un terrible desenlace de querer amarrar el deseo y más la casa a su triste vida. Y se echa agua por el cuerpo y más a través de la piel muerta de miedo y de un peor instante en que se gana lo cobarde de un todo, porque en el tiempo y más en el día se pierde el ocaso vivo, de creer en el alma sin consecuencias dadas de creer en el alma a ciegas, dando lo peor en la caza de creer en ser presa de la verdad, cuando en el trance de la verdad, se siente como el mal desenlace de creer en el alma mintiendo lo que era verdad de que su hombre no existía sino en su pensamiento y en su manera de atraer el pensar a su mísera vida. Cuando María Soledad escribe la cuarta carta para Ricardo, la cual, dice así:

21 de noviembre de 1940

Amor Ricardo

Sólo quiero decirte que te extraño mucho, pues, el amor y en la vida, sólo deseo amarte más y más, cuando en la ilusión no basta para decir que lo amo a usted, cuando en mi mundo se acerca al de usted. Llevando mi tiempo y mi manera de amar en el corazón, sólo esperando por nuestra unión y para siempre. Cuando el tiempo y el ocaso llegue la noche seré yo, quien te ame más, por el tiempo y más por el frío en que se tiene que amar más. Espero tu correspondencia siempre yo, María Soledad, y amándote espero por tu amor que se acerca más y más al deseo que poseo yo, cuando la lluvia no es nada en mi piel, sólo es más vida que la que me da usted.

Amándolo Siempre 

María Soledad

Cuando escribe la cuarta carta nota algo raro en el tiempo y más en la noche después de ducharse y de convertir toda esa carta en un sólo amor. Si cuando se fue María Soledad hacia el correo a llevar la cuarta carta a su amante amor, se pregunta ella misma de por qué no recibe las cartas de su amante Ricardo, si después de dar con el amor y de decir que sí, que quiere ser la amante de Ricardo cuando en el alma y en su alma se vió automatizando la espera y tan inesperada y tan desesperada en querer que llegaran las cartas de amor hacia su destinataria que era ella María Soledad. Cuando en su afán se convirtió en un sol hermoso por el día en que ella encerrada en su habitación. Cuando en su delirio tan delirante se vió el altercado en aferrarse a escribir cartas de amor hacia su amante. Cuando, ella, todavía no recibe correspondencia alguna de parte de su amante. Cuando en su momento se siente como el silencio automatizando la espera y tan desesperada. Cuando en su momento se siente como el mismo desenlace final de mirar por el ocaso a todo un sol marchándose por el otero, y sintiendo el suave más venidero de los momentos y tan esperado por ver y más poder leer esa carta de amor hacia ella. Y como pasaron cinco días decide escribir por separado y no es cursivo, y decide escribir la quinta carta, tal y como lee así:

26 de noviembre de 1940

Amor Ricardo

Amor Ricardo, estoy triste porque no recibo su correspondencia en cartas de amor, cuando la vida me ha hecho un desamor y una latente lluvia en el sentido y más en la piel. Cuando mi alma está desierta y tan fría como el mismo hielo y como la misma lluvia o como la misma nieve decidiendo amarrar a mi piel de un desnudo por el frío que siento palpitar muy dentro de mí. Cuando en mi corazón sólo existe usted, cuando en mi alma se siente como la brisa fría que va tan de prisa, si así es usted cuando lo siento latente en mi piel. Espero su correspondencia lo más pronto posible.

Lo amo a usted

María Soledad

Cuando terminó de escribir, la jovencita se siente impasible, desesperada, y destrozada de espantos, cuando ni una carta había podido leer de su amante Ricardo. Cuando en su mundo se electrizó de un espanto nocturno, como soslayando en una sola soledad de tiempo y de veraniego desenlace de creer en el alma devastada de ansiedades y de penumbras solas cuando la sola sensación de creer que quedaría sin amor le llegó a sus pensamientos claros, pero, llenos de brumas. Y su mundo quedó maltrecho, desolado, y en un sosiego constante, pero, converge una sola osadía cuando llegó la noche sin que el correo pudiera traer ni una carta para María Soledad. Y ella, se siente en tormenta, y en un desastre autónomo de creer en el combate de dar con la sola soledad de converger en el delirio soslayando en el ánimo de dar con el alma llena de pasiones y de amor sin poder amar. Cuando en su momento se dió lo más amargo de sentir en el silencio, por favor, un sosiego constante y un fantasmagórico espectáculo de su propia emoción. Porque cuando se mira en el espejo María Soledad, se siente sola, distante y con una depresión en una neurastenia en tortura. Y decide en escribir la sexta carta a Ricardo, la cual, dice así:

1 de diciembre de 1940

Amor Ricardo 

Yá es invierno desde otoño que no sé nada de usted ni de sus cartas, ¿por qué me hace ésto?, si yá le dije que yo lo amo como a nadie. Sólo deseo leer sobre su vida y qué ha sido de la vida de usted, sólo quiero compartir mi corazón con usted, y desear que éstas navidades les traiga mucha prosperidad, amor y sobre todo salud. Lo amo con todo mi corazón.

Su eterno amor 

María Soledad

Si de pronto María Soledad siente como el suave desenlace final de creer en el amor sin amor ni pasión. Cuando en el alma de María Soledad siente como el mismo amor a plenitud, pero, sin Ricardo ni su amor entero ni completo en el alma. Y ella, destrozando la manera de ver el cielo y de un sólo tiempo en que se ofrece la tempestad como el abrir el deseo en dar como la vida en un sólo tiempo. Y devorando a la vida quiere María Soledad en converger el instinto suave y delicado de querer amarrar el suelo al cielo y el cielo al suelo, pero, aunque no puede sólo es como poder hacer el delirio desafiando el comienzo. Cuando en el delirio  delirante de creer en su alma devastada por no recibir la correspondencia se vió María Soledad embriagada de espantos nocturnos cuando su forma de adquirir el deseo se vió entregada de espantos cuando no era la destinataria de unas cartas de amor como ella quiere en ser como el deseo de amar y en ser amada como el bien común. Cuando en el trance de la verdad María Soledad se vió como el deseo de entregar el mal convenio de saber que su instinto se vió aferrada a la manera de ver y de sentir el suave desenlace de creer en el combate de dar con el alma en ser como el delirio delirante de creer en el alma a ciegas. Como en vez de dar el sentido como conversar el desafío muerto entre su silencio, por favor. Cuando en vez de dar con el alma un fuego clandestino de pasiones, se vió entregada de espantos y de desesperaciones inconclusas de temores adyacentes y tan aledaños a la memoria buscando en el trance de la mala situación. Por que cuando en verdad se siente muy mal y con malestares en su estómago se vió aterrada en ser como el fingir dentro de la manera de converger, cuando en el silencio, por favor, se enfrió el desastre de sentir la lluvia como empapando el sentido de delirio y de desafíos en incógnita. Cuando en el trance de la verdad, de la situación se vió entregada de espantos incongruentes de querer amarrar el delirio sosegado en entrever el desastre de creer en el desierto efímero y tan perenne de dar con el alma un suburbio automatizando la espera y tan inesperada de dar con el silencio, por favor, sí, con el silencio de María Soledad. Cuando en el instinto se torna insegura, y devastada de serio porvenir, cuando en el imperfecto trance se petrificó en el instante de creer en el ocaso vivo, cuando en el trance de la verdad se vió aterrada al sentir amor sin ser correspondido. Y escribe su séptima carta, la cual, dice así:     

5 de diciembre de 1940

Querido Ricardo:

Querido Ricardo soy yo María Soledad y lo amo con todo el corazón y con toda mi alma. Y desnudando el corazón le digo hoy que lo amo más que nunca y éste amor me vuelve loca por usted. Cuando a la verdad le he demostrado que lo amo, pero, usted, no me corresponde por cartas, las cuales, no he recibido, pues, en mi alma sólo se desata una manera de creer en la verdad de que yo lo amo a usted y nada más.

Lo amo 

María Soledad

Cuando la esposa de Ricardo se vió intercediendo en la manera de atraer el silencio, cuando un sólo por favor, se vió inalterada de espantos cuando no recibe carta alguna por parte de Ricardo. Si ella, María Soledad, siente que en su alma que está devastada de penumbras y de sombras muertas queriendo abrir el deseo de un nuevo porvenir dejando abatir la secuela se su esencia y de un camino angosto y pedregoso, en el cual, siente en su manera de ver y de mirar que el silencio, sí, por favor, siente como el desafío de un instante en que el suave delirio automatizó la espera de saber de su insistencia hacia una nueva sabiduría, de creer en el alma devastando lo que más ocurre en el desierto. Si en el instante de dar y de creer en el convite de dar como sola soledad en su alma, se vió entristecida de penas y de dolores cuando no recibe alguna carta de Ricardo. Cuando en el alma se siente como el mal deseo de converger, cuando en su alma se automatizó la espera de esperar y tan inesperada de esperar por las cartas de Ricardo. Cuando en su mundo se vió como el de querer entregar el instante en que se siente como la osadía de ver el cielo de tempestad cuando su instante se vió electrizado de esperar por el tiempo en que se debe de creer en el alma desierta de no fingir el dolor ni las penas en sombras desiertas de su propio mundo. Si pasaron más de siete días, cuando en el altercado frío y si se siente como el frío mismo se identificó con la manera de creer en el alma revestida de impaciencia autónoma, de creer en el delirio latente. 

Si en el instante en que Karla en el fogón de la mansión vá a quemar las cartas de Ricardo, la observa Ricardo desde otro punto de la mansión y se entera de todo, pues, en que el instante que se comete la mayor mentira por parte de la esposa de Ricardo se vé aferrada con saber del tiempo y de la infidelidad devastando la ira y la soberbia autónoma de creer en el momento en que se guarda la forma de creer en el alma de Ricardo tan fría, cuando sabe de toda la verdad. Cuando en su camino se aferró al instante en que se guardó la noche tan fría cuando Ricardo toma sus maletas y se vá de la mansión en busca del amor verdadero y trascendental, cuando en el alma se siente como si fuera hielo en el refrigerador. Cuando en el ocaso se advierte de lo más trascendental en que se vió atado al frío cuando en el ambiente se siente tan álgido y tan frío como el mismo mal instante en que se fue de la mansión Ricardo. Si en el frío nefasto se convirtió en un desenfreno autónomo de la realidad cuando no se frenó un momento, en que el instante se tornó frío. 

Y María Soledad se vió aterrada al frío y más al frío como la nieve fría cuando en el altercado frío se vió aterrada a sus propias cartas amando a ése hombre, el cual, ella María Soledad, en el altercado frío se siente como tan desolado e inerte entre la espalda y su pecho deseando amar a su mundo, cuando en ella escribe su octava carta y quizás la última, la cual, María Soledad, dice así:

20 de diciembre de 1940

Querido Ricardo

Ésta misiva es para decirle que yo lo amo, Ricardo, y con todos mis respetos le quiero decir que lo amo a usted. Cuando no he recibido ninguna epístola por parte de usted, cuando en el silencio, sí, por favor, sólo quiero respeto, cuando en la alborada calienta el sol, pero, no en mi mente ni en mis pensamientos por amor a usted, sino que hay y existe sólo lluvia, la de la buena, como en el imperio de sus ojos mirando a mis ojos de luz. Si yo te amo más cuando llega la luna y sólo me imagino a su lado. Si yo espero su correspondencia la que llevaré en mi alma una luz en mi interior. Creo que me iré del mundo, cuando creo que me moriré por usted, si usted no le escribe a ésta mujer que muere por usted. Si en el silencio, por favor, sólo deseo saber por qué no me escribe, si yo lo amo y con todo el corazón. Si dentro de mi alma hay una luz y son sus ojos de luz en que me pierdo yo, cuando lo quiero y deseo mirar a usted. Sólo quiero despedirme aunque lea mis cartas y usted no me escriba como yo lo deseo, hasta pronto y adiós.

Lo amo por siempre

María Soledad

María Soledad, se despide de la vida María Soledad. Cuando converge en el alma a solas deseando amar y que llegue el amor, aunque sea como amante, cuando María Soledad se siente como la vez aquella en que el universo pintó o dibujó agujero nego como aquellas lágrimas y un sólo suicidio con aquella soga en el cuello en María Soledad, y como aquella soledad, en que el silencio, sí, por favor, se vió aterrado se sintió en eterna soledad y con sus ocho cartas de correspondencia a su lado. 

FIN

 

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de noviembre de 2021 a las 00:04
  • Comentario del autor sobre el poema: Silencio, por favor, si María Soledad nunca recibe las cartas de su amante, si son las cartas de correspondencia sin destinataria, la cual, era ella, porque la esposa de Ricardo se las desvía en el correo…Mi #43 de novelas cortas en el año 2021... Mi #81 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 36
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