**~Novela Corta - El Eco del Mar - Parte II~**

ZMRS

Murrel quedó muerto cuando llega la ayuda. Porque la ayuda tardó y no llegó a tiempo, y Murrel lo que debió de haber hecho no lo hizo, pues, era inexperto. Y creyó en su poder de salvavidas, pero, quedó varado allí, y en contra de todo quiso ser en ser lo que no quiso ser. Cuando en el embate de dar con el silencio quedó como un fantasma solo en el silencio si escuchó el eco del mar. Muy cerca de su oír, y de su corazón latiendo pulso a pulso, gota a gota sabiendo que algún día se terminará todo y como no. Cuando en fingir en lo incorrecto se llevó una sorpresa como un gran presagio autónomo de creer en la mala osadía de dar en el inicio de la calor del día y un mal comienzo laboral. Si Murrel quedó varado allí mismo, y en contra de todo se vió marcando la soledad en un sólo trance y tan imperfecto que lo dejó como un vil fantasma. Corrió como todo salvavidas por la Playa Arenosa, pero, aún así se vió lleno y cubierto de rosas rojas a su alrededor de su insistencia de pelear con lo que tenía debajo del náufrago que intentó infructuosamente salvar de morir, pero, los que mueren son ambos con la mordida mortífera de ese tiburón. Murrel quedó sorprendido y más que eso herido mortalmente, y con un fuerte dolor en sus piernas deseando morir en el acto sin la ayuda necesaria de la Playa Arenosa. Porque cuando él vá directo a salvar a ése náufrago, se siente como el salvavidas más diestro de la temporada y más de la Playa Arenosa. Murrel sintió la arena tan cálida y ardiente como si fuera el fuego mismo cocinando sus pies. Si posiblemente era como el mismo trance directo de creer en la superficialidad y la calidad de dar con el reflejo del sol en contra de su propia cara. Y Murrel se sintió muerto como un fantasma cruel dejando una muerte segura y tan cierta como la misma llamada muerte. Porque cuando se aferró al escándalo de su vil y terrible muerte, se vió horrorizado de espantos cuando en la mañana amanece como todo salvavidas salvando más vidas. Cuando en el desenlace final de un todo se vió como un fantasma cruel y desorientado. Si su alma estaba muerta de fríos y de álgidos vientos, y casi tan inocuo como la verdad impoluta de desavenencias y de dimes y diretes de creer que el hombre estaba solo, peor, no tenía un tiburon por debajo de sus piernas. Un inmenso tiburón destrozando el evento de dar y de creer en el impetuoso porvenir, cuando en el alma se vió aferrándose en el evento de dar con el tiburón a cuestas de la sola razón, cuando en su momento se vió marcando un trance de una sola situación, en la cual, se aferró el desastre de creer en el alma desértica y de una trascendental manera de dar con la vil y fría muerte. Y sin sospechar en poder creer en el delirio efímero, pero, tan perenne de dar con el silencio el eco del mar. Y automatizando la espera y tan inesperada de dar con la solución devastada en poder creer en el alma fría y queriendo amarrar el deseo de entrever con la fuerte razón en decidir lo más convencido de un todo. Porque cuando a la verdad de un todo Murrel sintió lo difícil de un sólo desastre queriendo sentir el suave desenlace final de querer  amar el suave desastre en querer amarrar su corazón a esas olas del amr y escuchando el eco del mar quedó como el vaivén de un sube y baja. Cuando en el delirio automatizando la espera y tan inesperada de dar con el silencio quedó como el suave desafío con el único instante de dar con el dolor en sus piernas. Si en el delirio latente de creer en el sol se llevó una sorpresa de dar con el dolor de su alma cuando el sol y más en el ocaso se vió muerto y más como un terrible fantasma. Si un fantasma cruel y devastador y tan gélido como el mismo mar y como el mismo eco del mar y con esas olas impetuosas, se vió como el desastre de una nueva desventura. Y con ese tiburón a cuestas de la sola razón, se vió autorizando la espera y tan inesperada de dar con el silencio devastador de creer en la sola razón yá perdida. Porque cuando en la alborada quedó entre el eco del mar abierto, cuando en la insistencia se dedicó un fuerte aguacero de dar con el espectro muerto y tan efímero como la mala consecuencia de dar con la verdad de dar con el eco del mar en su oír. Y Murrel se vió frío y yá muerto como un fantasma entre esa ola perdida, si yá había pasado todo y hasta sus exequias funerales, pero, Murrel quedó allí, perpetrado y tramando algo funesto, pues, de allí no podía salir. Si quedó varado en ese mar perdido, y con ese tiburón entre sus dientes más filosos. Cuando quedó como el desierto más irreal, pero, tan verdadero como lo cierto de poder creer que ese mar atrapó a Murrel. Porque cuando en su alma quedó varada allí mismo en ese pedazo de mar abierto y por demás quedó abierto en sangre como un jardín cortado de rosas rojas. Cuando en el imperio sosegado de un sólo deseo se vió intensificado de espantos de un delirio delirante y latente en atraer en el alma un silencio voraz. Cuando en el trance de la verdad se vió aterrado de un sólo espanto nocturno en dejar saber de su inmensidad a sabiendas de la pureza innata en que lleva el perfecto trance de la verdad impoluta de que se halla allí varado en frente a ese mar perdido y tan abierto. Cuando ocurre el mayor desenlace de dar con el silencio autónomo de dar con el eco del mar a cuestas en toda la verdad. Si se siente el mayor final de creer en el amor al prójimo a toda costa de la sinceridad se vió marcando la verdad más intolerable de dar con la sola solución de saber que por siempre quedaría allí varado entre escombros de la suciedad de un mar abierto y sólo escuchando el eco del mar. Y Murrel se vió atónito, retraído y tan herido formando en el desierto de ese mar desértico de creer en el combate de dar con la única solución cuando el viento dió con la misma forma de atraer el mal comienzo de dar con la única salvación de ese hombre decaído y naufragando allí mismo.

Si cuando Murrel salió de allí, se vió salvando al náufrago y más que eso se vió atormentado de un frío inestable en proseguir un sólo rumbo cuando en el altercado frío se dió como el desafío más latente de creer en el desierto efímero de dar con la única salvación de creer de que sí salió de allí con la manera más hábil de dar con la única salvación de dar con el náufrago perdido y tan herido y salvando la vida misma. Porque cuando en el frío se sintió como la misma mala sensación de dar con el alma triste se hallaba lleno de felicidad por querer salvar desde una lancha a ése individuo. Porque cuando en el altercado se vió aferrado y aterrado al sólo desafío de ver el mal final de su temporada. Porque se vió inestable y frío y lleno de pavor incierto. Desnudando el ocaso frío y por una  muerte segura. Cuando en el trance de la verdad Murrel se vió aterrado y aferrado al trance de la insistencia fría y apaciguada en obtener un sólo frío desafortunado. Y corrió por la Playa Arenosa, por toda la playa peligrosa, cuando en el altercado frío y desnudo se vió horrorizado de un nocturno espanto en que sólo salió de la vida una sola virtud. Cuando en el ocaso se vió inalterado de un ocaso frío y de un sólo desastre inocuo, pero, en el mal desastre de creer en el trance perfecto se vió Murrel el ocaso más vivo que la misma mala imperfección de caer en el mismo mal tiempo. Cuando en el tiempo y más que eso en el ocaso muerto se vió el desastre de creer en el mismo instante en que se cree que su destino fue como el mismo camino en que murió Murrel. Si su camino y su frialdad se siente como el mismo desenlace de creer en el alma a cuestas de ver el cielo del mismo hielo frío. Cuando en su alma y en el ocaso se fue como un ángel volar lejos de allí como un paraíso en el mismo instante en que se dedica en ser como el mismo instante en que el cielo dibujó un trance perfecto entre el cielo y el ocaso. Cuando en el ocaso frío en el cielo frío como en un sólo desastre de creer en el alma a ciegas se siente como un sólo descontrol en el mismo mar cuando escuchó el eco del mar. Cuando en el invierno, la primavera se siente como el mismo verano en que los equinoccios pasaron y un lustro también. Con un medio año en el ocaso muerto y como un cruel fantasma se vió como el más espectro débil alucinación en medio del mar abierto y por un océano abierto. Porque cuando en el alma de Murrel se vió como el mismo desastre frío si se siente como el mismo desenlace final de un todo y con la verdad impoluta de creer en el alma a cuestas de la sincera verdad. Cuando en el alma quiso ser como los mismos celos en el alma sin debate de un desastre inocuo, pero, impoluto como la sinceridad. Cuando en el alma se identificó como el mismo desastre de ver el cielo de gris tormenta. Cuando en el alma se dió como el mismo instante de dar con el alma a cuestas de la verdad. Cuando quedó como el mismo desenlace de creer en el alma siendo un salvavidas frío, pero, muy valiente. Cuando en el alma fría se cometió un sólo desastre de creer en el alma a ciegas como la verdad tan trascendental, como lo fue como el mismo imperio sosegado de un sólo desastre en el alma a ciegas dentro del imperio soslayando en la verdad. Cuando solamente en el alma de Murrel se vió horrorizado de un altercado entre la manera de creer en el alma a ciegas como en la vida una sola verdad de que era un cruel fantasma. Creyendo Murrel en un sólo desafío inerte de dar con el gran destino frío desafiando a un comenta de luz en su propia alma. Cuando en el alma se vió con una frialdad devastada de sensaciones ingratas cuando en el suburbio de un sólo todo, se vió aterrado de un sólo espanto, cuando se hizo la tormenta veraniega y Murrel como todo un cruel fantasma varado allí mismo en medio del mar.

 

Continuará……………………………………………………………………………………... 




  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de diciembre de 2021 a las 00:03
  • Comentario del autor sobre el poema: El salvavidas Murrel muere en el mismo medio del océano, cuando pierde el control de la lancha para salvar a un náufrago varado allí mismo…y queda como un fantasma allí escuchando el eco del mar…Mi #45 de novelas cortas en el año 2021...Mi #83 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 18
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