A CUPIDO

Rafael Huertes Lacalle

Querubín: hijo de Venus 
la Bella y de Marte el dios, 
zanja la duda que acucia 
mi juicio y mi razón, 
¡dime!, ¿amamos porque sí, 
o, eres tú, ángel del amor, 
quien con flechas de tu aljaba 
asaetas el corazón?. 
Hay quien dice, solo eres 
del poeta inspiración; 
su figura literaria, 
metáfora o ficción, 
dulce expresión hecha verso 
en su poema de amor; 
si escrito con flechas de oro 
forja una eterna pasión; 
trazado a punta de plomo 
llora triste el corazón; 
por amor que nunca fue, 
por amor que no logró, 
de aquella sublime joven 
que ensueño idolatró. 
Para otros, siempre has sido 
el modelo del pintor: 
numen de luz y color 
que los ojos te vendó, 
expresando sobre el lienzo 
cuan de ciego es el amor. 
Su pequeño niño alado, 
arquero y juguetón. 
Hermoso entre pañales, 
evocando condición 
de rapaz carismático 
que unido al Alma creció 
caprichoso, ambivalente, 
como la humana pasión, 
con celos y confianza, 
con odio y con amor. 
Y, ¿si amamos porque sí, 
igual que es bella la flor, 
simplemente porque sí?, 
¿qué estro alumbrará al pintor 
y al poeta, si, carente 
de flechas, queda el amor? 
Mi corazón vence en duelo 
a la duda de mi razón, 
y se inclina a ti Cupido 
como humilde siervo, ¡oh dios!. 
porque, hermosos sus ojos 
un día, en mi pecho flechó, 
aquella rubia garbosa, 
suave saeta de amor. 
Por ello yo digo Cupido: 
arma tu arco en tensión, 
contra el pecho pon la mira y 
punta de oro al corazón; 
suelta en delirio mil flechas, 
hazlo con magno rigor, 
con tu destreza divina, 
con tino y con precisión, 
que este mundo desolado 
necesita de tu don: 
así dulcemente heridos…, 
"suspirar sintiendo amor". 

 

                 14 Febrero 2.021 

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