**~Novela Corta - El Eco del Mar - Parte III Final~**

ZMRS

A Murrel le advierten de que esa playa era una muy peligrosa, pero, en realidad no lo sabía hasta que le llegó su hora y quedó como un fantasma. Y como un fantasma quedó allí varado, pues, en el trance de la verdad, quedó como un rumbo sin dirección sin destino ni con un triste o contento camino. Cuando en el embrague de la verdad, se vió horrorizado de espantos y de calambres, cuando en el alma se vió como el sinónimo incongruente de abastecer la calma total o parcial dentro del paraíso en que se halla Murrel. Si en el silencio se vió atroz como en la ventana una verdad casi real. Cuando en el alma y más en el hechizo de creer en el convite de dar con el alma devastada de furia y de un mal instante se vió con temor allí, en el mismo medio del mar. Cuando en el alma de Murrel, se vió enfrascado e infructuoso de temores inciertos cuando en la mañana se vió atormentado de un sol clandestino como el de ayer, pero, más insensato. Y el eco del mar abierto y trascendental de un sólo comienzo en la alborada cuando por la mañana no se siente vivo sino que es un fantasma. Cuando en el tiempo y en la manera de creer en ese sol clandestino se vió como en una sola soledad cuando se perdió en medio del mar como un espectro transparente y translúcido y vió el tiburón y quiso matar aquello que le mató, pero, no, no era fuerte como antes. Cuando en su afán de dar con el alma muerta, se vió aterrizando en el mar como un triste maremoto que fue lo que más tramó y lo pudo lograr, pues, en el mundo terrenal yacen sus reposos. Y como un fantasma en medio del mar quiso ser extraño y veraz y lo más importante visible. Cuando en el trance de la verdad se vió en esa caja muerto y herido y más que eso como un titán marítimo, pero, sale su alma hacia el mar abierto donde murió y desde allí perpetró todo, pues, muere casi medio mundo cerca de la Playa Arenosa. Cuando en el suburbio autónomo de la verdad a ciencia cierta se vió entretejido por un miedo trascendental como la vida que llevó Murrel y tan ejercitado como el mismo gimnasio, el cual, él visitó por mucho tiempo. Cuando en el imperio soslayando de un frío inerte se vió como el frío inerte en la misma piel como un fantasma y sin sentido. Cuando en el alma se vió el mismo desafío de creer en el alma fugaz como el mismo tormento de abrir la herida de la muerte enseguida por la mordida mortal de un tiburón. Cuando se siente como el camino frío de creer en el alma favoreciendo en un trance de vivir en el alma fría como el pasaje de vivir en medio del mar abierto. Cuando en el alma se dió como el mismo instante en que se vió el frío marcando pauta en el alma de Murrel en medio del océano sin poder ver ni observar a Murrel, nadie en la Playa Arenosa. Esa playa era la más peligrosa de la zona, cuando en realidad se identificó como el más de los instantes muertos. Cuando en el alma y más en el ocaso frío se siente como si estuviera muerto de verdad cuando en el suburbio automatizando la espera y tan inesperada se vió esperando por la ayuda, la cual, llegó tarde. Porque cuando muere Murrel el salvavidas casi diestro, pero, en el instante se vió inexperto, cuando en el alma se detuvo el comienzo de creer en el auge de dar con el silencio autónomo con el silencio automatizando la espera y tan inesperada y de dar con el alma muerta de espantos. Y de un silencio casi muerto quedó Murrel sintiendo el alma devastada de iras y de incongruencias cuando en el mar quedó allí. Y lo que tramó fue un maremoto, el cual, mató a mucha gente, pues, su cuerpo yace en la caja de muerto terrenal. Y esperó allí como todo hombre y más como todo salvavidas cuando en su momento vió lo que no extrañó en su forma de sentir y más que eso al mar abierto y al océano incierto donde yace como un triste fantasma allí varado. Y quiso ahogar sus tristezas y más que eso sus penas, tomó y tragó agua del mar. Si cuando quiso nadar hasta a la orilla una corriente submarina lo atrapa, aunque era sólo un fantasma. Cuando en la alborada se siente como un hechizo dentro del ocaso muerto donde nada hasta la orilla buscando la ayuda, y la cual, nunca llegó, pues, en el destino y en el camino frío se dió como el final de un vacío en que el desierto de su alma se enfrió como la misma tempestad que Murrel pasaba sin ser cierta. Cuando en el alma de Murrel estaba tan fría como el mismo hielo frío palpando a su piel mortífera y más que eso mordida por un sólo tiburón. Y peleando cerca del instante en que se dedica en ser un salvavidas se dió como el pasaje de ida y sin regreso, cuando en el embate de dar en el comercio autónomo de creer en el vicio de dar con el siguiente retrato si se enfrío el desastre de dar con su piel una piel tan letal como la misma mordida de ese tiburón, sí, en la piel de Murrel. Y llegó a tierra Murrel, cuando en el trance de la verdad se siente como el suave delirio tocar y palpar esa arena en la Playa Arenosa, otra vez. En que el destino y más que eso en la crueldad de un instinto suave y delicado se vió aterrado de un espanto nocturno en seguir el trance de la verdad efímera. Cuando en el delirio frío se entristeció tanto de ver su labor como una tan pasajera como el tiempo había pasado. Cuando en su afán de dar con la arena entre sus pies más fríos y álgidos como que empieza el frío destino de dar con el suburbio autónomo de dar con el frío nefasto de creer en el trance de su vida como un vil, pero, hábil fantasma. Y en la noche después de ese ocaso funesto después de pasar un lustro, se vió atormentado y frío como el hielo álgido y tan real como el haber sido muerto y más por la mordida de un tiburón hacia Murrel. Cuando Murrel llegó a tierra electrizando la espera de una muerte más segura y él sin saber aún que estaba muerto y que era un vil fantasma. Porque cuando pasa un lustro y Murrel aún nadando entre el medio del mar desértico y el océano perdido con el cuerpo de Murrel, aún lo siente palpitar todavía. Cuando en el trance de la verdad se vió aterrado y más que eso se vió aferrado y horrorizado cuando se le aparece a su amor, sí, cuando él digiere comida. Y quedó como un triste fantasma, pues, en el combate de creer en su alma devastada se fue como el mismo tormento de dar con el silencio automatizando la espera y tan inesperada con la única solución de creer en su alma revestida de rica luz. Cuando en el tormento se dió como el mismo imperio sosegado de espantos cuando en la penumbra y en la sola soledad se dió como el mismo final desenlace de vivir por siempre. Cuando Murrel quedó como un fantasma lleno de un imperio sosegado como la penumbra, en la cual, se abastece de calma de iras trascendentales, cuando en el alma se siente como el final de un sólo frío. Cuando en su afán de deleitar la fiebre autónoma de creer en el combate de dar con el alma fría se sintió como el desastre de saber de que era sólo un fantasma cruel y tan vil como tan hábil fue decaer entre un sólo suspiro. Y preguntó Murrel, -“¿cuánto tiempo ha pasado?”-, cuando le notificaron el año en que se halla el mundo y el equinoccio, Murrel no lo podía ni creer. Si Murrel sólo tomó sus propios trapos hacia el destino fabuloso de dar con la certeza con el suburbio autónomo de dar con la verdad fría y tan álgida de la riqueza de espíritu que posee Murrel. Cuando en el altercado frío y desolado se siente como el más gélido de los inviernos, porque en la alborada nadó y llegó a tierra. Si en el trance de la verdad se siente como el desafío inerte de dar con el silencio autónomo de creer en la mañana en que se siente como el mismo imperio sosegado. Cuando en la esencia fría y de un deleite latente se vió atormentado de fríos inestables de creer en el alma desafortunadamente como un buen fantasma. Cuando en la alborada se sintió como la fuerza de un sólo desastre en creer en el más hábil de los momentos y tan fríos como el vaivén de su espectro sobre la arena candente y tan caliente como el mismo instante en que engulle de alimentos y se hizo visible. Cuando, de repente, se fue por donde llegó el alma en creer en el combate con la única sorpresa de sentir el suave delirio en creer en el alma a cuestas y de su pura esencia. Cuando en el alma se intensificó cuando Murrel creyó que era el otro día por la mañana y sin saber de que había pasado más de un lustro. Cuando en su alma fría se ofreció como el mismo instinto en converger un instante en que se intensificó el mal desastre en salir corriendo de allí como que en el instinto se dió como la verdad de querer amarrar el deseo. Sí, dentro del deleite latente de creer en el ocaso vivo, se vió como el torrente de aguaceros inertes y tan fríos como la misma soledad en que corre en ser como la misma tempestad. Cuando en que el silencio se vió automatizando el frío nefasto de dar con el silente silencio, sí. Cuando en el alma se dió como el mismo ocaso frío y lo siente como el frío hielo en la misma piel. Como cuando en el alma sólo quiso la soledad en creer en la avidez de ése fantasma. Cuando se electrizó la espera y tan inesperada de dar con la soledad cuando en el alma y más en el cuerpo se sintió como el mismo instante en que se torna insegura de un quizás en la aventura de dar con el silencio y la sola soledad. Y viajó por la Playa Arenosa, cuando quedó como un terrible mal desenlace y de un final impetuoso, cuando en su alma se vió atormentado y fríamente débil como un terrible fantasma. Y se miró en el espejo, y vió lo que nunca a un fantasma de más de un lustro y nadando todavía en ese mar y en ese océano perdido. Y de sentir lo más impetuoso se formó lo más nefasto de un sólo tiempo, cuando su alma quiso ser como el más de los tiempos inocuos. Y de un sólo imperio soslayando el frío de un ademán tan inerte, como lo fue marcar trascendentalmente una manera tan fría. Y a la verdad de un todo se siente como el desafío más incoherente de creer que el fantasma era como la única solución de dar con la verdad y tan única de percibir el único trance de casi la vida perfecta. Cuando en el alma se siente como el mismo hálito desnudo de creer en ese aliento casi desnudo. Y de dar con la única salvación de creer en lo más directo, de acechar en lo más importante, de dar con la verdad de que sí era Murrel un fantasma. Y tan libertador como la misma fuerza se intensificó la forma más viril de la eficaz tormenta, cuando Murrel liberó a su alma de ése cuerpo que yacía muerto. Cuando en el embrague de un todo, se fue su espíritu Murrel por donde se siente el desafío frío y de una manera y tan vil como ser el mismo fantasma. Cuando en un instante se vió atormentado por la espera y tan inesperado de dar con la suposición de dar con el sentido inestable, de creer en el alma a cuestas de la pureza y de la impoluta verdad. Cuando se enterneció la vida emigrando lo que más Murrel sintió con el suave deleite y tan latente derribando a un alma fría e inestable de fríos álgidos destrozando a un alma inquieta y de un frío como el hielo en la piel de un gélido fantasma a su propia alma. Cuando en su alma quedó como el mismo instante de creer en su recuerdo como el vil fantasma y más cruel de la temporada. Cuando en el embate de dar con el silencio autónomo de dar con el silencio se entristeció de tal forma y de tal manera en que se fraguó toda la verdad con el instinto delicado y tan suave de la esencia mirando y observando la forma de dar con el precipicio autónomo con el secreto de mirar el reflejo de la luz en el combate con el silencio cuando en la forma de brillar quedó mirando a su propia luz como todo un fantasma. Y fue a donde su secreto autónomo de dar con el silencio queriendo amarrar el deleite latente de dar con el silencio y de querer libertar a su alma. Cuando llega al camposanto donde su cuerpo yace muerto y derribando toda salvedad si quiso exhumar a su propio cuerpo cuando lo logra. Porque en el ataúd se halla su cuerpo muerto, y fue una noche impetuosa en la que quiso exhumar a su propio cuerpo. Cuando, de pronto, quiso en ser sin conciencia ni rumbo ni perfecta dirección, cuando en el suburbio autónomo de creer en el desierto frío. Si se electrizó la forma de dar con la única desesperación de creer en poder morir, pero, no, aunque quiso morir no lo puede hacer, porque yá su cuerpo yace muerto escuchado el eco del mar en su oír. Cuando quiso ser a conciencia lo que más perfecto quedó todo, como un trance perfecto de dar con la única salvación de su propio cuerpo hacia la más efímera peregrinación quiso en ser como el mismo fantasma, pero, el de la soledad, cuando en el trance de la imaginación quiso en ser como el derrumbe, o como la total destrucción de querer amarrar el deseo si converge en la poca tradición de amar lo que quedó en su propia alma a su propio cuerpo bajo tierra. Cuando en el suburbio de la autonomía se vió como el mismo desastre de mirar el combate de dar con la serena serenidad de atraer a su cuerpo efímero y de dar con el instante de su cuerpo muerto bajo la tierra y más dentro de un sólo sarcófago. Cuando Murrel exhuma a su propio cuerpo derribando la muerte en un casi y un efímero desconcierto de tener a su propio cuerpo bajo el mando de su alma y de su cuerpo como un hábil y un cruel fantasma. Si dar lo más perenne de creer en su alma se vió Murrel en hacer creer en el alma a toda costa en querer morir, a sabiendas de que todo se vió como el mismo tormento de creer en el mismo instante en que exhuma a su propio cuerpo, y queriendo morir le espeta una daga en el mismo corazón y ni así murió, si era yá un fantasma. Un fantasma cruel se tornó inseguro e inestable, luego de sucumbir en un sólo trance de la verdad impoluta. Porque cuando se vió allí muerto sólo fue sin rumbo hacia la Playa Arenosa, volvió al mismo lugar donde murió queriendo salvar a ése individuo que poseía un tiburón entre sus piernas en ese mar perdido y en un océano clandestino y se fue a buscar a ése tiburón, el cual, lo tiene como un muerto entre sus dientes más filosos. Y nunca más muere, sino que el mar lo traga como ola o como el mar perdido entre sus propias alas y quedó escuchando al mar como eco del mar en su oír. 



FIN                                     

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 6 de diciembre de 2021 a las 00:02
  • Comentario del autor sobre el poema: El salvavidas Murrel muere en el mismo medio del océano, cuando pierde el control de la lancha para salvar a un náufrago varado allí mismo…y queda como un fantasma allí escuchando el eco del mar…Mi #45 de novelas cortas en el año 2021...Mi #83 de novelas cortas hasta el año 2021…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 25
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