HOSPITALIDAD

Edmundo Onofre

No hay mejor refugio,

no hay mejor hospitalidad

que aquella que se da

en una cocina de campo,

generosa desde siempre

apegada junto al rancho.

 

Huracanes de aromas

brotan por sus rendijas;

pero mejor saben sus sabores

a sencillas esencias de huerto

y a la multitud de sus verdores:

albahaca, hierba buena, tomillo,

morrón, romero, cilantro...

 

Rústica cocina de campo,

hermosa por su simplicidad

por su pintado a humo

y por su barnizado de alquitrán.

Cocinas decoradas con zapallos;

con largas ristras de cebollas,

de ajíes y de ajos.

 

Olletas negras penden de cadenas

que abrazan la calidez del fuego;

y dentro de ellas su magia:

el caldo, el estofado, los porotos,

la cazuela, el perol o el mote.

 

Ollas, cacerolas y sartenes

son fuentes de alquimia

de la apartada alquería.

 

Penden, también de la oscuridad

las carnes secas y el costillar

que lagrimean por el calor

y que mañana serán sabor

sobre una mesa dadivosa,

en un gran plato suculento

que los alimentará a todos,

hasta el errante hambriento.

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