Soledad le habla al silencio. Y le dice así, -“escucha: silencio”-. Soledad entabla conversaciones en soledad, si ella se llama Soledad. Cuando se aferró al desastre de creer en el alma desértica y en sola soledad le habla sí, al silencio. Ella, una jovenzuela de edad muy joven se vé entre el mar y el viento aterrada a fracasar en el tiempo en que se dedica a amar más el desafío en ofrecer su alma fugaz, pero, al perímetro establecido dentro de la misma alma. Y Soledad arriba a la sola soledad, y en su corta edad y en una buena edad para dar con el imperio de la sola soledad, sólo se vé fríamente indeleble como huella trascendental en el mismo suelo por donde ella camina. Cuando en la amarga soledad, Soledad sólo le habla al silencio. Y, ¿qué le dice?, pues, hablan de toda la magia universal que existe y que hay en el momento frío en su piel mortífera. Y de un sólo espanto se siente su alma desolada, triste y abatida. Soledad una mujer yá, y de una sola edad se vió transitada por el viento y más por el mar desértico volando como un cruel fantasma por el solo camino. Cuando en el alma de una toda vida, se vió intransigente, herida y sin más que la sola soledad y sin Dios. Y se vió fría Soledad, cuando el rumbo se vió enaltecido y devastado. Y en el mismo instante en que creó a la soledad, Soledad, pues, quiso ser como el viento sobre ese mar abierto, sobre ese desértico mar con el viento sobre su pináculo. Y en la cúpula una bruma espesa desértica y brumosa como la misma espuma en la misma orilla de ese mar bravío. Porque cuando en el alma de Soledad, se vé ella horrorizada de espantos y no tuvo más reparos que dentro del mismo silencio, si Soledad le habla al silencio. Y le dice Soledad al silencio, escucha: silencio. Y le habla y le contesta y le responde, pues, en su momento se vió aferrada Soledad a la amarga soledad. Cuando en el alma de un sólo tiempo y de un ocaso vivo se vé aterrada al imperio de un cielo muy alto. Y Soledad, se llama Soledad como la misma soledad. Si cuando se gana el silencio y el fuego dentro de su alma se pierde en un ademán tan frío. Que dentro del invierno frío y gélido se vió aterrada en la fría soledad de ver el ocaso vivo en un flavo color en el mismo cielo azul. Si cuando en su alma se vió aferrada al desierto frío y majestuoso de sentir en su camino un delirio y tan frío de hablar como si fuera soliloquia. Y era Soledad, la que le habla al silencio, automatizando la espera de esperar un sólo momento. Y bajó Soledad por el cerro, tomando la vía y la ruta alterna de ver el colmado donde labora Juan, y sin poder amar quedó Soledad, cuando Juan escoge al amor de su vida por tiempo y por razón en la locura de dar caprichosamente en el corazón un sólo amor. Cuando en el alma de Soledad se vió trágica y sin poder perdonar en el alma amando a un desierto sin luna ni sol, sino con lluvia y con dunas y con un levante frío cegando los ojos. Cuando en el alma fría se siente como edificando la esencia y la mala costumbre de dar con el silbido en el mismo silencio. Y, sí, era Soledad, la que le habla al silencio así, -“escucha: silencio”-. Y, otra vez, el silencio no le habla, pues, era el viento que hace un ruido ensordecedor cuando en su alma divaga en ese mar abierto y tan bravío. Cuando sólo el deseo ganó en su camino frío una triste soledad. Cuando en el momento de perder el frío ganó el instante en que el cielo y el silencio no le habló. Mientras que Soledad le habla no le responde, y aunque le habla Soledad al silencio, ella, sólo quiere enaltecer su voluntad de aferrarse al viento frío de ese mar en que ella lo mira, pues, en el trance de la verdad y en contra de un pasaje sin regreso se vió horrorizada al mismo instante en que se siente como el mismo imperio sosegado de ir y de planear en el alma un frío que en el invierno crudo de esa realidad se vió ingrato al mismo dolor. Y reflejando en el desastre de dar con el dolor frío, se vió Soledad inerte y tan desolada en el mismo instante en que se cree que el cielo dibuja nubes de tempestades y tan frías como el álgido viento. Cuando en el silencio, Soledad le dice al viento -“escucha: silencio”-. Y sin más ni menos que la misma sorpresa de caer en el mismo imperio sosegado de dar con el alma a ciegas, el alma de Soledad, se vió aterrada al mal desastre de creer en el mismo imperio llamando al mismo reflejo en el mismo sol. Cuando en el alma de fuego se derrumbó su esencia y más que eso se aferró al desierto frío, destrozando el alma en una sola calma. Si dentro del cielo hay y existe una sola luz en el resplandor en una hermosa atracción de la amarga soledad de Soledad. Porque cuando en su alma, en el alma de Soledad, sólo se siente tan fría como la misma nieve fría, álgida, y tan gélida, y en su alma un deseo fuerte. Y en el alma una seria voluntad en decir al silencio, sí, y hablar de su vida como si fueran dos viejos amigos de la infancia, como el agua y el fuego. Y, eran, sí, el viento y el mar, si Soledad, triunfó como toda verdad al hablarle al viento como si fuera su propia alma o su propia mente en hablar en soliloquio. Y en el universo frío y tan desolado, se halló buscando un hado de halo, pero, sólo quiso en ser como la misma fuerza y la misma fortaleza en creer en el desenlace de dar una silueta marcando el sabor de su cadencia al mirar al mar y tener al viento de su lado. Cuando la verdad de tener en el alma una sola suerte de triunfo y de éxito se vió marcando el tránsito desolado e inocuo de su transparente alma. Y hacia el mismo cielo donde llevó Soledad su redentora alma hacia el más de los pobres instantes en querer amarrar la gran suerte de tentar a su alma de luz se vió aterrada de espantos nocturnos, pero, en el amanecer se vió enfrascada en una infructuosa forma de atraer el alma a su más sentida piel. Y mirando el mar y observando el viento que vá en dirección hacia el norte, y cree que es una brújula, cuando su alma vá en sentido contrario. Cuando en el trance de la verdad y de la fe, se vió formando el ademán tan gélido de querer la forma de amar, pero, Juan el del colmado, no la ama. Y quedó como una vieja que cruza el destino y más el cielo la corre San Pedro, cuando su forma de creer y en la historia edificando la crueldad en solventar una caricia autónoma de dar con el alma una sola salvedad, sí, dentro del corazón una espina y dentro del alma una luz. Sí, dentro del paraíso de su imaginación se vió Soledad formando y faltando en la herida profunda en todo su ser, si en el alma se vió atraída de tal forma hacia el mismo mar y hacia el mismo viento que le sopla la verdad en su oír, como ese silencio en que Soledad le dice al silencio, -“escucha: silencio”-. Sí, dentro del alma se vé como un paraíso mágico cuando en el ocaso se viste de flavo color cuando en su forma de amar quedó como la misma fuerza en querer amar al mar y más al viento.
Si una noche clandestina y de eterna soledad se vió amarrada, al viento y más al mar, y en cada suspiro un atraído sentido de un olor a salitre de ese mar abierto y bravío que le palpa el alma en una suave presuntuosidad. Y sin una sonrisa en cada momento se vió inalterada su forma de creer en el alma desértica en dar por terminada su relación con ese mar y con ese viento que son como dos amigos tan inseparables. Cuando en la vida de Soledad se sintió ella como dos alas transparentes queriendo volar a tan lejos como dos cometas de luz en el espacio, pero, su alma quedó varada allí y frente a ese mar desértico con que ella cruza los estándares de la vida misma. Y se vió fría Soledad marcando un ritmo solo en su alma y en su virtud de creer en el alma una sola verdad. Y calló Soledad cuando cayó en una terrible soledad, en decirle al silencio sólo, -“escucha: silencio”-. Y Soledad inerte y fría, y como el mismo imperio sin soslayar, pero, mirando y observando al mar y observando al tiempo. Sólo Soledad y en su amarga soledad, sólo se vió tan fría como la misma soledad. Cuando Soledad se vé formando del alma una luz translúcida y evidentemente transparente, la cual, se pierde en la alborada como una piel en forma de ingrato porvenir como ese sol que la mira desde tan lejos. Y la lejanía le hace ver el cielo y más que eso le hace ver el instinto y tan inadecuado. Y sin mezclar el ocaso inerte entre lo más fastuoso y funesto de los momentos se vé sólo Soledad como una niña jugando en el mar y con el viento. Y más que eso se siente el desafío como el mismo instante en que se cuece el alma de viento y mar de salitre y de sal. Cuando en el mar quedó como el mismo ocaso adviniendo el tormento de un frío y tan nefasto como el mismo tiempo sin caducar. Y Soledad allí de frente a ese mar y con ese viento susurrando en su oído cayó en lo que calla una doncella, su propio amor. Cuando en el tiempo Soledad sólo obtuvo un desconcierto de luces nuevas sí en el alma una luz brilló y resplandeció eternamente. Cuando el alma de Soledad, se vió fría y tan álgida como el comienzo de sentir el invierno en su propia piel. Cuando en el ocaso advierte trascendentalmente una manera rara de observar el cielo como una luz que viene y vá. Sí, dejando fuertemente el alma en plena oscura soledad, cuando su alma quedó en un sólo frío en que se guarda el tiempo en cada recelo que la vida da y se siente como pasaje de la vida, pero, sin poder regresar. Y ulular en la vida sólo le advirtió a Soledad una señal ingrata en sobrevivir en el mar y en el viento y más en la misma calma de advenir en el tiempo una posible decadencia. Si en el tiempo como en las horas perdidas se escuchó el silencio. Y Soledad como toda verdad se erizó su piel mortífera de álgidos vientos rozar a su piel de desafíos inconclusos por querer amar al mar y al viento.
Continuará……………………………………………………………………………………………
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de diciembre de 2021 a las 00:02
- Comentario del autor sobre el poema: Soledad era una chica solitaria, la cual, le habla al silencio…Mi #48 de novelas cortas en el año 2021…Mi #86 de novelas cortas hasta el año 2021…
- Categoría: Sin clasificar
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