Señora, debo decirle con atrevimiento
lo que usted sabe desde mucho tiempo atrás:
Que usted me gusta como nadie más.
Que en ese obscuro y espacioso firmamento
parece ser un astro de luz pertinaz
y en mi vida sólo una estrella fugaz.
Yo la quiero como suelo querer de momento.
Y la quiero, sí, como ya no puedo más.
La quiero como nunca quise jamás.
De a poquito el alma se levanta como al viento
la colorida yesca que no olvidará
y en su incógnito vuelo la buscará.
Sepa usted señora que todo el enamoramiento
por el cual hoy el mío sujeto está
al suyo, como al ruego, pide piedad.
Comentarios1
¡Ah, que bonita declaración, la poesía todo lo puede, saludos.
Muchas gracias por la lectura y ese comentario tan motivante, Sofanor Bonilla Fournier.
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