**~Novela Corta - Escucha: Silencio - Parte IV Final~**

ZMRS

Sí, Soledad se encuentra en su hogar como muchas mujeres trabajadoras, si era su día libre. Y ella pasó por mucho, desde que se reencontró con su propia alma, hasta que sintió en su propia carne el frío invernal que sucede en éstos mismos instantes, hasta que supo algo en su vida de que el silencio también puede escuchar, si Soledad le dice así al silencio, -“escucha: silencio”-, y el silencio hace un remolino de viento con esa nieve volando en el mismo suelo. Y el silencio vá por más, hace un silbido en el viento y crece aún más, y Soledad le dice al silencio que, -“ah, puedes escuchar, escucha: silencio”-, si en la alborada mágica y llena de soles abiertos en el mismo cielo, se concentró el alma de Soledad hacia el mismo instante en que se siente como ese viento mágico y en contra de todo y en contra de la nada del olvido, se acerca el dime y direte de entregar la locura a escondidas del silencio, sí, y tener más razón para que en el alma se cuece de fuegos clandestinos cuando la nieve es más fría y condensa más al alma. Y Soledad está recostada en el sofá en su hogar casi frente al mar, sólo hay que caminar una cuadra y saber que estará muy cerca de ese mar atrevido y bravío que le enseñó a escuchar al silencio. Y se identificó como el tormento o como la misma tempestad o avalancha de nieves que caen desde lo más alto de la cúpula del pueblo donde ella reside desde hace muchos años. Porque cuando en su alma quedó un tiempo sólo se vió fríamente inalterada la forma de andar hacia la misma distancia para poder llegar al mar bravío y perdido y tan abierto en su forma y naturaleza. Porque cuando en el alma de Soledad, sí, se llenó de iras insolventes de creer en el alma ciega dando a creer en su combate en dar una solución o una salida o una alternativa de sobrevivencia autónoma si no podía saber de que el silencio escucha también. Y el silencio automatizando la espera y la gran cobardía de dar con el alma fría y tan muerta de espantos nocturnos de creer en el alma fingiendo en el alma álgida y en contra de todo ésto nada podía hacer Soledad. Y Soledad en esa inmensa soledad sólo recordó a Juan, el del colmado, que aunque ella no sabía de los puros sentimientos de él, ella sólo quería conversar con él, y ser los mejores amigos y más fieles del mundo intrascendente. Porque cuando le llega la soledad a Soledad en su hogar, si ella sólo quiere perder su propio instinto, en saber de su manera que es tan fría como por consiguiente y tan débil como el mismo imperio de luz y de silencio en que ella escucha dentro de su hogar sin más compañía que la misma soledad. Cuando ella regresa hacia el peñasco de ese mar bravío y silencioso a la vez, se dice que la gente no vuelve a ver a Soledad. Ella, le habló tanto al silencio que la hizo desaparecer del todo y del mismo firmamento y hasta del mismo universo, porque cuando en el alborada pintó a soles abiertos en el mismo cielo donde crece el mar abierto, quiso descubrir al silencio, el que le había hablado a ella de tal forma y manera con el viento haciendo un remolino de viento con la nieve en el mismo suelo. Y Soledad intranquila, pero, apacible, y en calma, pero, impetuosa como ese mar abierto y sosegado de tiempo y de llanto salado y tan amargo como las mismas lágrimas que le habían recorrido en aquel instante cuando lloró y soslayó en la penumbra y en la sombra de su existencia por quedar tan sola y con el poder de hablar y escuchar el silencio y que el silencio la escuche a Soledad. Y, ella, otra vez, le dice al silencio, -“escucha: silencio”-, y el silencio no le dijo nada, ella esperó en ese peñasco de agua salada donde el mar contra la roca golpea con sus olas y decide Soledad perseguir al silencio, ese silencio que le había hablado y que le había respondido de tal forma silbando en el oído y más haciendo un remolino de viento en el mismo suelo con la nieve poderosa y tan álgida como la propia piel de Soledad. Porque cuando el alma quería amarrar como órbita lunar al silencio no lo pudo hacer, pues, el silencio corre como pólvora en el suelo dejando estéril el corazón y más aún con su aliada a la amarga soledad. Cuando en el trance de la vida se electrizó la forma de dar y de convencer de que el silencio es abstracto y aunque no se puede ver ni sentir siempre ella presiente muy cerca en su vida y en su existencia. Su mente había podido lograr mantenerse en pie, pero, llegó un momento en que el silencio quiso hablar en verdad, cuando Soledad se siente tan distante de su origen y de su cuna, donde se origina la conversación con el silencio, cuando Soledad le dice al silencio, -“escucha: silencio”-, y el silencio le respondió con una gran ola en el mar y no supo más nada, nada más que el silencio sabe de su vida y más de su propio porvenir y dejando suelta el alma fría y cuando el silencio la ama y se la quiere llevar como un grito ensordecedor dentro de su propia alma dejando infértil a un sólo corazón que sólo quería amar y ser amada para no poder escuchar más ese silencio en la amarga soledad de Soledad. Y le dice Soledad al silencio, -“escucha: silencio”-, y el silencio quedó como un total silencio, y sin decir nada más que adiós. Y ella a pesar de su locura en la cabeza por la amarga soledad en que ella vivía en soledad y siendo una mujer sola viviendo en soledad, no se dió cuenta del amor de Juan, el del colmado. Porque cuando ella lo mira por última vez en su vida, ella supo algo de que era y siempre será su gran amor. Si desde que el silencio quiso hacer de las suyas, sólo ella quiso ser como el mismo silencio o como el mismo viento sólo escuchando el crujir en todo a su paso. Cuando en el trance de la verdad se aferró al destierro efímero, pero, tan perenne de creer en la sola soledad de la gran e inmensa Soledad, y valiente y decidida sólo formando una reyerta, pero, en rifirrafe con el silencio se vió atraída por el silencio y más le decía, -“escucha: silencio”-, y el silencio calla más de lo normal para poder escuchar por esta vez. Cuando en su alma y en lo imposible de dar con el viento un silencio se vió fríamente inalterado, y ella sobre el peñasco frente a ese mar le dijo al silencio, otra vez, -“escucha: silencio”-, el mar hizo lo suyo sobre ese peñasco de roca y las olas como un rompeolas en ese peñasco que la devoró con sus aguas bravías y la azotó de tal forma que calló lo que calla una doncella: el amor de un hombre, ni supo que Juan también la ama. Y nunca más ni Soledad ni el silencio escuchó más al silencio. -“Shuuuu, escucha: silencio”-, quedaron las palabras de Soledad y por siempre como eco en ese peñasco frente al mar.                         




FIN



  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 25 de diciembre de 2021 a las 00:16
  • Comentario del autor sobre el poema: soledad una chica solitaria que le habla al silencio...Mi #48 de novelas cortas en el año 2021...Mi #86 de novelas cortas hasta el año 2021...
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 18
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