Es 25 de diciembre del 1914, día de Navidad en el pueblo de la Cruz, por el norte del otero. Es jueves, y es el quinto día de la semana, no hay luces encendidas, sólo la tea se enciende por encomiendas de la vida, cuando no hay más luz que la de la tea en el pueblo de la Cruz. Son las 10:00 de la noche, abriendo el deseo en carne viva y en la cruda realidad una verdad. Cuando en el delirio y tan ineficaz de creer en el alma a ciegas y con la sola virtud de dar una sola encomienda en el alma hay y existe un trasunto en la sola soledad. Cuando en el embate de dar con la cruda realidad se siente el silencio como órbita lunar que vá atrapando el mundo en un sólo destino y en un sólo camino. Y se aferró el alma al nacimiento del Cristo vivo, cuando su alma quedó como principio y un final en una sola manera en creer con el alma y con un espíritu nuevo. Cuando, de repente, hay un ruido, una bomba estalla, y una tranquilidad en el alma se posa, es el espíritu de Dios que llega a abrir a una sola soledad. Y llegan los soldados a evacuar al pueblo de la Cruz. Y Doña Carmen una anciana que vive con el temor del Cristo vivo, se siente como el nuevo desaire o como la misma vejez del alma a ciegas. Ella, Doña Carmen camina en la casucha y hay un sótano a la izquierda, trata de abrir y en verdad que está reacia la puerta e intenta, otra vez, y por fin puede abrir la puerta. Y allá vienen los soldados y con Doña Carmen, la niña llamada Encarnación. La niña, una joven de la edad de casi quince años, la toma de la mano y le dice Doña Carmen, -“Encarnación, quédate aquí que tú reencarnaras al pueblo de la Cruz, cuando yá sea primavera…”-. Y Encarnación tranquila y sosegada, inútil e indeleble con su transparencia de niña a una mujer queda encerrada allí y al mismo tiempo en que casi se cuece el alma de una sola virtud llamada mujer. Cuando Encarnación se vé aterrada al frío instante en proseguir una senda sin una cautelosa manera de un sosiego clandestino, y tan eficaz como el mismo tormento gélido, que dentro de la forma autónoma de dar con la verdad, se enfrío el combate y más que eso se vió y tan frío como la misma forma en hacer creer en el cielo azul como la forma más efímera, pero, tan trascendental. Y Encarnación encerrada allí demostrando que se puede y que más se siente un sólo amor en el alma y más en el corazón. Ingrato dolor es el alma desierta entre el frío de la ambigüedad. Y Encarnación sabe que el amor llegará a su triste corazón, cuando menos lo espera. Si Encarnación, sólo quiso entregar la fuerza y más que eso la candidez de no ser solamente una niña, cuando en su afán de creer en el amor, sólo quiso en sobrevivir a esa guerra que se desató de momento, cuando en su delirio y tan delirante, se cuece a un sólo amor, en el cual, se siente como tan suave y delicadamente indeleble. Y es el soldado, si Encarnación se enamora del soldado Matías. Cuando en el zaperoco de evacuar al pueblo de la Cruz, por el norte del otero. Ella, Encarnación escondida en el sótano donde Doña Carmen la esconde de agresión partidista del gobierno por una democracia débil y sin conseguir de que el pueblo todavía con la opresión gubernamental del gobierno hacia al pueblo de la Cruz. Y Encarnación lo mira y más que eso lo observa, mira a Matías a través de la puerta agrietada y lo mira a los ojos. Sí, a los ojos, unos ojos débiles, pero, fuertes a la vez, tiernos, y con un brillo envidiable. Ella, lo sigue mirando y observando hasta que se escucha una detonación y es una bomba que la hacen estallar en las afueras del pueblo de la Cruz, por el norte del otero. Cuando en el alma de Encarnación hace un ruido insospechado, cuando Matías yá había evacuado la casucha donde pernoctó Doña Carmen, dejando en el sótano a la niña Encarnación muy segura y estable en el sótano, pero, los ojos de Matías, siguen mirando el lugar. Y Encarnación allí en la amarga soledad y en la soledad sólo no calmó a su destino sino que interrumpió en su camino, Matías. Y la guerra se desata, comienza el bombardeo, una bomba por aquí y otra bomba por allá. Cuando llegan los barcos en el puerto con más soldados hacia el pueblo de la Cruz, por el norte del otero. Y, ¡ay, de los ojos de Matías!, miran y siguen observando y revolcando el lugar en buscar de sí más gente para salvar. Cuando una bomba estalla cerca de la puerta de salida de la casucha, la única salida que tiene es tan vieja, pero, reacia y muy fuerte y muy pesada. Y Matías sigue mirando y observando el lugar desde una mala situación y desde una perspectiva clara y contundente en querer hallar a más gente, pero, una bomba, ¡ay, de una bomba!, lo dejó inerte, frío y varado allí en la casucha de Doña Carmen, donde se halla Encarnación. Y Encarnación lo vé herido y yá puede salir de ese sótano en donde la abuela Doña Carmen la escondió. Se miran profundamente y sienten amor a primera vista, pues, la niña es hermosa y él, un jovenzuelo muy atractivo. Las miradas lo dicen todo, desde amor y ternura y seriedad y madurez, y la tierna niña, sólo quiso ser como el imperio de un sólo rumbo, en el cual, se siente como lo más perfecto de un sólo todo. Y sintiendo el suave dolor de una sola verdad se encierra el deseo de ver el cielo con nubes blancas, deseando saber que el cielo es inalcanzable, pero, no, no, sino está predestinado en alcanzar al cielo. Cuando en el coraje de sentir el alma en su propia alma, quedó Encarnación en su propia alma, deseando amar como una sola princesa, sólo quiso ser como el mismo instante en que se vió con el soldado, y ojo con ojo, se enamoraron a primera vista como un amor de telenovela. Ella, toma unas gasas de primer auxilio y le venda la herida que le hizo la bomba por haber estallado en frente a la misma puerta encerrando a un soldado con la muchacha en plena casucha. Y es un soldado inteligente, por lo cual, prefirió quedarse un rato con la joven que le está vendando la herida que salir de allí apresuradamente, si quedó prendido de su belleza, de sus cabellos, y más de su esencia de mujer. Y la batalla del amor se había desatado, pues, en la plena guerra una batalla del amor. Y Encarnación fría, callada, y en un estado enclenque por no alimentarse adecuadamente, se vió fríamente débil. Y los dos atrapados allí, en la casucha de Doña Carmen, siendo casi interceptados por el radar de la milicia por perseguir al soldado. Cuando en el altercado de esa guerra se vió Encarnación atrapada, herida también en su pobre corazón, y más que eso se vió aterrada por lo que sucede en ese ambiente. Y se vió tan frío como el mismo delirio frío y tan sosegado en el ocaso del tiempo en que quedaron allí atrapados. Porque cuando en el afán del delirio automatizando la espera por ser salvados por la milicia antes de que se cayera la casucha mal construída se dió entre sus almas una sola sensación y tan fría como el mismo hielo en la misma piel que corría en el cuerpo de Encarnación. Cuando dentro del mismo instante se aferró el camino frío y tan sosegado en creer en el solo martirio de ver al acecho una sola verdad.
Si Encarnación sólo se aferró a la mala situación que pasa en el mismo momento en que se da la misma sensación de creer en la misma claridad del cielo, pero, en el color carmín de un sólo cupido en Valentín enamorado. Cuando en la alborada se siente como el mismo sol, pero, yá pasó el ocaso aquel y llegó el amanecer frío y desolado cuando en la casucha atrapados se le vé la consistencia y la insistencia de dar con el reflejo del sol por una rendija de la puerta de madera en que la bomba había estallado. Cuando en el ocaso se siente como el pasaje de dar con el alma una sola frialdad en querer unir sus labios para besarse, y él herido el soldado no tan diestro, pero, muy inteligente y sobreviven con la astucia del soldado. Y Encarnación le hace caso a todo lo que él le dice, y cómo sobrevivir y ella vendando sus heridas más profundas y él delirando en fiebre. Si es la batalla del amor, la que comienza entre ambos y por sobrevivir en su alma una cruda verdad y una real realidad. Si dentro del alma de ese sol a cuestas de la verdad sólo ella sintió una mala situación en su camino y tan triste como la bomba que había estallado frente a la casucha. Cuando el alma se siente como el ruido de la esencia de mujer de Encarnación. Si dentro del ocaso frío se sintió como el ademán y tan frío de su insistencia y consistencia autónoma de creer en el alma dando calor a ése soldado malherido y herido con consecuencias malas. Y saltando en el corazón se posó un cupido, sí, en el corazón de ése soldado y de Encarnación. Y Encarnación se sintió como el acecho en querer creer en el frío inadecuado de dar con el alma a toda verdad en querer amarrar como a un holgazán del soldado malherido. Cuando en el alma de creer en el alma se identificó como el mismo triunfo en dar, aunque en la mala situación reencarnar en la batalla del amor a un sólo amor. Si dentro del ocaso se vé como lo más terrible de un sólo ocaso vivo, si llegó otro atardecer y con él una verdad inocua, pero, trascendental. Cuando en el alma quiso volar lejos, pero, sólo sintió un sólo amor dentro de su corazón, pero, también presintió a sus alas quebradas y sin poder volar jamás y tan mojadas como la misma lluvia en que se obtuvo un deseo fuerte de querer atrapar el deseo y más en el alma a toda una sola verdad.
Y Encarnación se dedicó en fuerte ascendencia hacia el más nefasto de los tiempos. Si cuando Encarnación quiso amar no pudo, pero, el amor había llegado a principio de una forma increíble e inefable trascendencia. Cuando en el ańimo de creer en el alma más fría se siente como el mismo amor perdido, pero, en el mismo corazón. Si Encarnación reencarnó, sí, después de creer en el alma a cuestas de la verdad y con el amor de Matías. Cuando en el alma de Encarnación se vió aterrada en desafiar el mismo desastre en querer ver el mismo desenfreno en su pobre corazón, pero, tan lleno de la verdad y de la cruda realidad. Si en la casucha de Doña Carmen se siente el amor, y la pasión viva, sí, entre los dos enamorados, entre Encarnación y Matías. Si la rosa marchita se vé fría en ese invierno frío y trascendental. Porque cuando en el alma se siente como el delirio frío y como esa rosa marchita en que se cuece el más de las grandes soledades del alma en Encarnación. Cuando la guerra con bombas y misiles se desató entre las áreas del pueblo de la Cruz, por el norte del otero. Y, sí, que había sido como el mismo imperio desolado y tan triste como la vez aquella en que se dió lo más efímero de creer en el amor a costa del innato sentimiento. Y Encarnación y Matías se vió aterrados en la forma más perenne de creer en el silencio aferrándose a la comarca más efímera y más trascendental. Como lo que fue en el alma un sólo amor en el embate de dar con la verdad de que el llanto se venía venir y era por la impotencia de ver al soldado casi desmayarse de frente a ella misma con esa fiebre tan alta y con la herida de esa bomba en su cuerpo. Y Encarnación sin más ni más que la misma mala o buena suerte se siente como el mismo recelo de la vida sin una vida para dar a Matías. Y, ella, presiente que el deseo se debate entre la magia de un nuevo universo y un amor que crece entre escombros de una guerra que insolventa el temor y el pavor de un sólo desafío inerte e intrascendente. Cuando el alma de Encarnación se dedicó en la manera de creer en el amor a toda costa sin saber que ése amor quedó entre escombros de la soledad de esa casucha de Doña Carmen, cuando en la manera de creer en su destino y en el camino en su corazón se dedicó en ser como lo más grande e inmenso de los instantes de dar con la única salida y con la única solución en decidir en el alma abastecida y en el alma una ciencia demostrando que se ama en verdad. Y como la batalla del amor quedó como la misma mala o buena suerte de quedar allí atrapada con el soldado Matías. Cuando el amor irrumpe en el deseo y más con la magia del alma como la luz en el brillo de los ojos entre ambos, pero, no, no, Matías delirando de fiebres y de heridas más profundas se dedicó en ser como el mismo tiempo y tan real como el mismo nefasto deseo en decaer en el mismo delirio. Si la batalla del amor quedó como el mismo imperio dentro del pecho un sólo amor en cada peligro del corazón. Cuando a la verdad de reencarnar sólo quería Encarnación por revivir al pueblo de la Cruz dejando su estructura como la había dejado Doña Carmen, cuando los soldados se la llevaron lejos de allí. Y quedó como el mismo cielo de azul sin tempestad, cuando vió que todo estaba peor que antes y Matías moribundo entre sus brazos, casi muriendo de fiebres y de una herida tan profunda en sus costados, y todo por una bomba.
Continuará……………………………………………………………………………………..
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de diciembre de 2021 a las 00:02
- Comentario del autor sobre el poema: Una guerra sucede cuando dos enamorados se enamoran en medio de esa guerra, que se desata después de Navidad…Mi #50 de novelas cortas en el año 2021… Mi #88 de novelas cortas hasta el año 2021…Mi reto final de escribir 50 novelas en éste año 2021...
- Categoría: Sin clasificar
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