Miraba la linea amarilla por la ventana.
Era intrigante.
Serpenteaba audazmente
hasta dejarte hipnotizado.
Su cuerpo era colorido y llamativo un momento,
tenue y confuso en otro,
pero su movimiento era siempre el mismo.
Avanzaba velozmente en linea recta,
con las desviaciones oportunas al acoplarse al asfalto.
El camión en el que viajaba sólo seguía su ruta por la carretera,
en ocasiones se acercaba bastante a la linea amarilla,
sin embargo, esta no se percataba de ello.
Quizá por que si lo hiciera,
perdería el sendero recto por el que corría,
se atravesaría en otros senderos y se perdería.
Debía continuar su trayecto.
Yo la observaba por la ventana,
era reconfortante para el espíritu,
mas aun que ir a misa.
Mis ojos deleitaban de ver cómo
la linea amarilla se aproximaba y distanciaba,
como si danzara con las llantas del camión,
y con el camellón con barrotes de su mismo color.
Tambaleaba entre carriles.
En momentos perdía nitidez,
apenas se notaba su presencia en el asfalto,
como si se hubiera sumergido en él.
Luego salia de nuevo a la superficie.
Se angostaba y se ensanchaba,
otras veces parecía haber dos más
luego se unían en una sola.
-"Este es uno de los escasos placeres
con los que cuenta un hombre que poco tiene."-
dije mientras miraba la hermosa línea amarilla
si usase un auto propio,
en vez del transporte público,
no podría prestarle la atención
que requiere esta linda linea.
Un hombre que conduce su auto
no puede mirar la linea amarilla,
pues tiene que mirar el camino,
en cambio yo, tengo a alguien que lo hace por mi,
y por todas las personas que venimos en su auto.
Poco después la linea amarilla se marcho,
y una vez más, sin percatarse de mi presencia,
continuó su camino.
- Autor: J Alfredo MV (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de enero de 2022 a las 12:50
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 40
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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