A LAS DOCE Y MEDIA

Sierdi

 

Quise escribir un poema, corto y exquisito, que, como mi amada, sea divino.

Lógicamente, bajo de alcohol, para que no embriague, como el mejor vino.

Que naturalmente, florezca, cualquier respuesta, a las preguntas más inciertas,

Pero lógicamente, que no sea tan obvio, como pitanza de aves sedientas.

 

Que, sin quitar los beneplácitos atributos del ser, lo despoje de sus enfados.

Logrando una frenética sonrisa, no tan delirante, ni disoluble de descaros.

Heraldo de gustosas dadivas, desgranada en fontanas, de mil dichas y alegrías

Siempre mensajera de luz. Curativa de almas. Jamás misionera de elegías.

 

La luna. Casi a vomitar, empachada de la irritante luz, del más largo verano,

Observa un taciturno caballero, sediento de horror, a la zaga de los geranios.

Fríos pasos, pueblan mis letras, purgando la tinta. El atónito papel, entenebrecido.

Mil hojas, golpean mi alma, entre trémula y pesada. Seme cuajan los latidos.

En un acto de cobardía, sus feromonas de espanto, me obligan, a partir sin mirar…

Dando punto final.

 

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