Si Diana comienza su cuarta función de la presentación de la danza de ballet, en la cual, ella es la protagonista. Diana sólo edificó su forma de dar con la claridad de creer en el mayor desenlace de dar con la pura verdad de creer que sus articulaciones yá están acostumbradas a su cuerpo, torso y manos que en el ballet un baile o una danza claśica amerita mucha práctica y sobre todo equilibrio, el cual, Diana, lo tiene todo. Su contorneado cuerpo, y su fuerza para ponerse las puntas, o sea, las zapatillas especiales para danzar en puntillas. Diana, sólo ella, solamente ella, sabía que su destino irrumpe en un sólo mal camino y por una presencia oscura y un silencio autónomo de creer de que en las calles en Brooklyn, había una tranquilidad atemorizante, pero, ella se dice que es por la tormenta invernal. Nadie sabe de que en las calles es perjudicial para algunas personas cuando el invierno es impetuoso, desolado y en una amarga soledad. Porque cuando en el instinto se siente apaciguado y con calma si se siente como el frío quemar en la piel, o como deslizar el hielo sobre el cuerpo y saber que el hielo es tan frío como el alma ciega de Diana cuando mira y observa de que su mundo es como el imperio sosegado de penumbras y de sombras adyacentes de creer en que su vida tomaría un cambio tan drástico como la danza del ballet, un baile tan clásico, cultural y folclórico para la edad de la niña Diana. Porque cuando en el cumplimiento de la magia alrededor de creer en el mismo instante en que se cuece el delirio forzando el cometido de caer en el imperio de un clandestino modelaje de la danza del ballet, encomendando a su alma a bailar la danza con tanta virtud y tanta vocación que, en la cual, se percibe desde que Diana forzó lo que más conviene inteligentemente bailar la danza que a ella más le gusta y le agrada formando un delirio y un pasaje de ida y sin regreso. Cuando se forzó la manera de dar con el embate de creer en la misma cadencia de creer en el imperio soslayando en la penumbra de una soledad abierta que luego le deja a la niña Diana por atreverse a danzar el ballet en la cuarta función de su presentación como protagonista de un sólo “show” en el cual, ella procede como principal bailarina del ballet clásico de la época en que se dió el ballet más llamativo y forzando sus articulaciones si yá casi es una experta en la danza del ballet. Y como no llega a los diez años, sino que es una niña prodigiosa, la cual, se admira con mucho ahínco, con muchas fortalezas, de superación y de forzar un mundo nuevo en su destino y en su camino.
Y Diana, la niña de ojos azules como el mar y como el cielo, mirando y observando lo que conlleva una sola sustracción, un solo temor, y un solo corazón latiendo a fuerzas, desde que la niña en ballet crece como toda niña destruyendo los pesares y las frustraciones y creyendo solamente en la magia universal de un mundo que la ha llevado de la mano hacia la cúspide de ese “show”, en el cual, ella es la protagonista del ballet clásico y de la danza más original del mundo del ballet.
Y Diana toma las puntas, o sea, sus zapatillas de ballet, y logró, lo que nunca en la vida, ser la niña más alta en reconocimiento, altura y prestigio, cuando su mundo decae en la misma fuerza de obtener en ella la cadencia de mirar y de observar el triunfo en ojos azules como el mar y como el cielo, dejando saber que su mundo era tan grande como lo podía ser ella también. Y se fue por el momento a su hogar pensando e imaginando, que su vida era como el desierto o como el mismo cielo de azul, y de un otoño, en el cual, se dió como primera vez, el comienzo de atraer la misma fuerza y la misma fortaleza en caer en la misma red de la danza del ballet. Y yá había pasado el invierno y la primavera y el verano siguiente, cuando de pronto ella y la gira mundial que tuvo por cierto mucho éxito, la niña Diana se aferró a cumplir otro año más y que en el desierto efímero se controló la fuerza en sentido adverso cuando su esencia y su presencia amerita estar y permanecer y pertenecer a la red de la danza del ballet, por que era su virtud, era su vocación y era su mayor deseo en convertirse en la niña más caudalosa, ostentosa, y prodigiosa, siendo la niña diosa más juvenil y de todos los tiempos. Cuando, de repente, se mira y se observa a través de esos ojazos azules tan llamativos que llaman a ver y a mirar desde lo alto del cielo, como son el norte de su cuerpo, metafóricamente.
Y Diana una mañana corre de punta a punta el salón de clases donde la maestra de ballet, la docente en la academia de la calle del Brooklyn, se sienta a hablar con la niña, dejando saber que las articulaciones de manos, cuerpo y torso y pies, son el equilibrio más deseado de entrever para ser y pertenecer y más que eso permanecer como siendo la niña más prodigiosa de todos los tiempos, cuando su mundo no cambió en la totalidad de nada. Si su rumbo y su decente manera de atraer en la cosecha de rosas, las cuales, ella está sembrando para dar de su vida un sólo estrellato a la fama de la danza del ballet. Se aferró Diana al deseo ambigüo, y tan continuo, de la superficialidad artificialidad en poder creer que sus articulaciones van más allá de la realidad cuando se contornea los movimientos de su cuerpo, y ella lo sabe, lo mira y lo observa que desde el norte de su cuerpo, se admira lo que más encrudece de espantos y de una muy buena sensación en querer saber tomar del triunfo de la vida, y ella, sí, Diana era muy exitosa y converge en una muy buena atracción de seguir su rumbo como plantillas de la vida en un sólo éxito. Y supo algo en su corta existencia, de que las niñas son tan grandes e inmensas de corazón cuando su fuente del latir de la fuerza de su corazón es tan inmenso como poder ser el tambor en el movimiento de la danza del ballet, en que ellas se desarrollan.
Y Diana, sí, lo sabe en su inconsciente de que algún día, por consiguiente, y sin embargo, un dolor le llegará por vaticinios de la vida misma, cuando en su percance de niña prodigiosa, se debe a que el silencio de sus ojazos azules calman todo en derredor. Y, sí, era el norte de su cuerpo, o la metáfora que lleva la vida con ella, cuando el norte de sus ojos se impacienta, se calma y se adiestra la forma más evidente de creer en el desenlace final de dar con el rumbo y de un temor incierto en caer por lo mortífero de un sólo todo. Y sí, que la niña Diana quiso forzar un sólo evento y una sola disposición de creer en el evento de dar con la siguiente manera de creer en el embate de dar con la única solución y la única salida en creer en el cinismo de la vida y ella Diana con la sonrisa y con el norte de su cuerpo, mirando y observando desde una perspectiva de asombro en que sólo ella mira y sabe como observar de tal manera en que la vida quede como inicialmente comenzó todo. Y la niña Diana vá de rumbo hacia su hogar, un hogar cálido, de mucho aprendizaje, y de mucha labor por consiguiente, deseando entrever que la forma en que fue y era educada era la mejor de todas las formas habidas y por haber. Cuando en su afán de vanagloriarse sólo su humilde corazón arrastró la forma más débil de creer en la sola situación de dar con la salida una sola fuerza en saber que su mundo vá más allá de la naturaleza, del firmamento y del universo. Y con la danza del ballet, y con sus articulaciones más equilibradas de tal forma se vió Diana en la osadía de creer de que su vida acabará muy pronto. Y como el desierto más trascendental de la historia converger en la forma más real de llevar a cabo, como al fin y al cabo, un sueño, un éxito y un sólo triunfo entre sus manos articuladas de equilibrio de un torso y de cuerpo y de unos pies que saben de la naturaleza de la elegancia que da la danza del ballet.
Y con bulto en mano con sus cosas de danza, vá de rumbo hacia su hogar, donde la espera su madre la cocinera de la escuela donde ella estudia, y la niña muy feliz de haber conversado con su maestra de ballet, sintiendo que su perfecta articulación se debe a que la niña Diana se torna más eficaz y más indeleble hacia su gran vocación. E inmensamente feliz vá de camino hacia su hogar. Y en la otra esquina vá Ramón, un sicario, un mercenario, un malhechor y un casi vagabundo de las calles de Brooklyn. Y Diana, se detiene en la esquina, se aferra a su bulto, se aferra al norte de su cuerpo, y se aferra más a la constancia en saber de que su mundo camina como se pierde la luz del semáforo correr a toda prisa. Diana se siente solitaria, ineficaz, indeleble e inestable e impaciente, e impasible, de molestar a nadie siendo la niña más jovial y más buena de todos los tiempos, con una ternura sobresaliente. Cuando, de repente, se vió entristecida, su sonrisa era un llanto, y ¡ay, del norte de su cuerpo!, sus ojazos azules en otoño, cuando su mundo, ¡ay, de su mundo!, le dió como pormenor una sola cosa la herida profunda de una bala, la cual, perforó su costado rápidamente y le hizo caer desmayadamente en la acera de las calles del Brooklyn. Cuando Diana, se vió atemorizada de espantos de un frío adyacente de temores inciertos y de una ambigüa constancia. Y cayó al suelo como un ave sin poder volar lejos, y con alas mojadas cayó al pavimento y el norte de su cuerpo, ¡ay, del norte de su cuerpo!, se vió tristemente abatida y con tan mal estado de salud, la cual, se aferró al cielo y a ese mar sus ojazos, porque cuando se vió lejos de allí, se vió forzosamente a dejar allí la vida. Y fue que a Ramón el sicario de todos los tiempos, y de las calles del Brooklyn, se vió emboscado de iras, de dolores, de intransigente clase de gente, la cual, matan a mansalva. Y sin saber de la vida, se siente como un artefacto el corazón, pidiendo a gritos la forma más prudente de dar con la muerte y la sospecha de que la vida no volverá nunca más.
Y Diana cae en el asfalto lleno de un sol caliente, y tan cálido como el haber sido a sangre fía herida de muerte sanguínea, y con plétora abundante cayó su cuerpo en el mismo pavimento donde se recorre día a día a laborar como de costumbre, como el hábito habitual de una sola rutina, cuando su mundo se vió frío y tan mal inconsecuente de una sola espera en forzar el alma fría y devastada y de un mal estado, por haber sido herida a muerte segura y tan letal con esa bala que le perforó el alma y más que eso el propio corazón de Diana. Y dejó caer su cuerpo, lleno de sangre, lleno de éxitos, lleno de triunfos, y lleno de un cometido de sentimientos profundos, y ella está vestida de rosa con su tutú en el bulto de mano y con las puntas, o sea, sus zapatillas de ballet. Y el bulto y su indumentaria se regó por todo eso su sangre, su plétora y su corazón dejó de latir y para siempre, dejando caer en el suelo su cuerpo, sus sueños, y sus anhelos, y sus triunfos, y siendo la niña Diana, la protagonista de la danza del ballet, la que llevó su esencia y sus buenas articulaciones a un nuevo ritmo del ballet clásico. Y Ramón el sicario que lo perseguían a muerte, sólo se le escapa de la muerte dejando un sólo silencio automatizando la espera y tan inesperada en correr por las calles del Brooklyn como si nada pasara. Dejando morir a la niña Diana en vez de su propia vida.
Y Diana, ¡ay, de Diana!, la niña más exitosa en la danza del ballet, así se titula el periódico donde se anuncia su deceso y su fallecimiento en las calles del Brooklyn. Y yá el norte de su cuerpo con sus ojazos azules sólo miran ahora al cielo azul.
FIN
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de enero de 2022 a las 00:01
- Comentario del autor sobre el poema: Los ojos de Diana “la bailarina”, son el norte en su cuerpo, y por ende, es la dulce mirada que posee Diana desde que ha realizado sus sueños en convertirse en una bella y talentosa bailarina, la cual, la mata un sicario cuando lo están persiguiendo en plena calle del Brooklyn….Mi #1 de novela corta en el año 2022…Mi #89 de novelas cortas hasta el 2022…
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: Ninfa de cristal 🧚
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