Oír la voz de Dios en los huecos del Himalaya
pero ella, manantial de espinas
late en el pecho agonizante;
tantos ayunos
y pocas impresiones
¡qué hacer!
sólo beber la gota melancólica
que abraza la bondad del hielo.
Deseo los abrazos de Dios
pero ellos vitrina de cosméticos leprosos
apenas retiene la confianza del niño en su padre
y los demás
los ausentes inmóviles
la pared erecta deshabitada
la que no busca nada
pero le aparecen antorchas de letras vivas
para saciarse de todo.
Busco la mano de Dios
pero la maldición del charco borra el saludo
y la pose enrramada;
es la enemistad abrazando
el pedernal amenazante.
Busco la inocente ave;
pero su imagen arrimó el grito de una calavera
deshaciendo trenzas emplumadas;
a pesar de todo,
su sombra deambula
como toda pureza
del olimpo de gracia.
Nadie canta a las carcomidas torres
nadie da la mano al mendigo enclaustrado
nadie mira los tres espacios de Dios
pero qué del tallo picado por el pájaro
qué de la ternura de la anchoveta
y del aliento volcánico
como ráfagas arrugando la mentira de los ojos.
La palabra del retrato agresivo
deshace el hilo de angustia monocolor
en tanto la pampa humana
es el torreón empedrado
buscando la presencia de Dios.
La leña está lista para el fuego.
Autor: José L. Condori
Lima,23/01/22
- Autor: jose l condori c ( Offline)
- Publicado: 23 de enero de 2022 a las 13:38
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 39
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