CONFESIONES

EL QUETZAL EN VUELO



Confieso haberte regalado algunas noches tristes. Cielo sin estrellas y poemas sin corregir. Creo que bien lo sabes. Siempre busque en tus sueños un verso de Benedetti. Te oculte mis noches de desvelo, qué las canciones que cante aquella tarde fueron dardos a tu corazón, lo cual tu indiferencia supo esquivar, aunque después siguió los tonos de los latidos de tu corazón y acerté como bomba expansiva.

 

Te escribí, mil versos y canté dos mil canciones antes de saber tu afición por Benedetti. Aunque chocamos la primera noche y me vi un tanto bobo, son los primeros síntomas del amor. A algunos le aletean mariposas en el estómago, a otros, le late aprisa el corazón; a mí se me olvidan las letras de mis canciones, se me traba la lengua, se ausentan las palabras y me vuelve decepcionante y torpe.

 

Te confieso que aquella primera tarde, no distinguí entre lo bello y el color de tus ojos. Entre la luz de la luna y el calor de tu abrazo. El suave roce de tus labios en mi mejilla, me paralizo por unos instantes, que parecieron siglos, se me cerraron los oídos y no supe ni la canción que me pediste, podía haberme bebido las aguas de todos los océanos y no apagarían mi fuego interno., ni el incendio que provocaste.

 

A veces las personas se hacen una idea de los que escriben, de los que cantan, de los que tienen un lugar reservado en el lado oscuro de la luna y se lo piensas como un vaso de vino tinto que se pueden beber en una noche. Sin embargo, Tú no lo entendiste así. Un artista es decepcionante, nunca da lo que se espera, ofrece más, da más. Nunca es lo que se espera.  Sueña y canta lo que le inspira y eso enamora.

 

Te confieso que ganas no me faltan, de apretar contra mi suerte tu juventud, No deseo que te vayas, daría lo que me queda de vida porque te quedaras.  ¿por qué sujetarte a mí, como se amarra un recado al cielo en un globo con helio? Eso no sería amarte. El amor es libertad, goce. Disfrute, nunca posesión. Tu joven corazón piensa que esta es tu última estación, pero a tu Rocinante, le queda mucho camino.

 

En otoño y en la vida, la tarde oscurece temprano, los árboles se desprenden las hojas, muchas aves emigran y los amores se despiden. Algunos en silencio, otros con llanto. Las guitarras lloran y el humo de un cigarrillo, donde  había dos, nos habla de lo efímero que puede ser un encuentro. Un beso puede quedarse en los labios, pero también toma vida propia y se asientan en lo más profundo del alma.

 

Te confieso que tu presencia en mi vida es el acto más solemne de todos mis despertares. Era divertido enseñarte a tocar la guitarra, cantar, escuchar tus notas en el piano durante el invierno mientras llovía. Siempre llenó de calor nuestra casa, de letras mi cuaderno y descorcho el mejor vino que he disfrutado. Me gustaba mucho que me incluyeras entre tus oleos, dieras brillo a mis canas y sonrisa a mis labios.

 

Contigo renazco cada tarde, cada noche, cada canción. Sin embargo, pienso que eres la última pieza del rompecabezas de mi vida y tengo miedo. Miedo que la vida me esté dando el ultimo sorbo de vino. Siempre tuve todo, pasiones urgentes, corazones turistas, nunca llenaron mi cama.  Calmaron mis ansias, pero nunca llenaron la vida al límite, solo desbordaron la copa. Te confieso; eres lo que a mi vida le hacía falta y necesito.

 

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO

 

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