Es darse cuenta...

Vivir no es vivir,
es darse cuenta. 

—Josep María Esquirol. La Resistencia Íntima.
Un ensayo sobre la Filosofía de la proximidad—

No sé quién un día me explicó
lo que era vivir; no le hice caso.
No le hice caso seguramente, aunque a decir verdad no me acuerdo ni de quién me lo dijo ni de la sentencia que a manera de adagio o aforismo me arrojara para que tomara conciencia y lección de lo que es la vida y, por consiguiente, de lo que debía presidir mi quehacer diario, mi rutina, mi seguir andando allá donde mi viento me empujara. 
Pero sigo con el poema...
No sé si la vida es eso u otra cosa,
todavía, franqueada ya la cincuentena,
solo deseo tener la mente calma,
seguir a rajatabla el lema de Juan Ramón,
aquel que un día dijera sobre los días y las vidas
—¿Lo recuerdan? Quien no lo recuerde que lo mire
en internet—, y como decía, mi objetivo es diario,
es tener la mente como un día de sol,
de esos días que tanto disfruto en mi tierra,
sin nubarrones que no existen, que son producto
de mi rastrear constante de alguna amenaza
—tengo una mente parlanchina, como suelo decir—.
Os confieso que me siento incapaz de librarme 
de este intimismo literario que me caracteriza 
ahora más que nunca; ¡y mira que lo pensé ayer
mientras paseaba después del trabajo , pero vuelvo
una y otra vez como el eterno retorno nietzscheano. 
Sí, la vida es darse cuenta, todo lo es
pero es que ese todo es la vida.
La vida es como una circunferencia totalizante
que engloba cualquier geometría euclidiana:
un cuadrado, un triángulo..., y después es un cuadro,
un cuadro lleno de personajes, colores y fondos,
y cuando te pones delante para mirarlo, lentamente,
poniendo todos tus sentidos en su narrativa,
empiezas a captar lo incaptable, lo que no es dable
captar cuando pasamos a toda prisa, como de costumbre,
tirados por un carro lleno de heno y que se precipita
sobre un desfiladero invisible, pero que existe...
Ahí es cuando te das cuenta, cuando atas cabos
y llegas a entender la trama de la película
—como cuando vas al cine y sales sin haber entendido
y después entiendes—. Es en ese momento 
cuando has vivido, cuando lo que ocurre deja recado.