Uno deja en casa la máscara que no quiere que el mundo vea:
colgada en la pared, sobre una silla llena de ropa; en la mesa de la cocina,
o en algún lugar donde ningún ojo la pueda ver;
ni siquiera el de los ciegos.
Lo cierto es que allí se queda una parte de uno, y uno ya no es
uno mismo en su totalidad.
Todos los días, el mismo rostro con una máscara diferente.
Hay que tener el espíritu fuerte para que todo te afecte y nada te altere.
También hay que tener una lengua resistente
y una mente estable para escucharse todo el día.
Cuando uno regresa a casa exhausto de actuar tanto,
se pregunta qué tan bien lo ha hecho,
sentado en el sofá de la sala, mirando el techo.
Uno se pone la máscara verdadera y, por fin, es uno mismo,
sin que nadie lo vea; por supuesto.
—Felicio Flores.
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Autor:
Felicio Flores (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 23 de febrero de 2022 a las 11:59
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 42
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