Pescador

Margarita García Alonso


El viento del viejo Continente
me transforma en argonauta.
Con ocho tentáculos 
incubo la plegaria
de animal que sofoca

en cada cuenco
palabras inmensas,
tan sabias como inexistentes

en la mesa del destierro
sobra el pan, abunda el asado,
el pez fresco aletea agallas
y el anzuelo atraviesa su boca,
le rasga un rutilante rojo
mientras clava mirada
fosforescente

al compás del órgano de la catedral
se sacude, agoniza interminable.

Con familiaridad de hija de pescador
miro en mí la bestia,
quisiera acabar su agonía

con el cuchillo,

desgarrar la falta de aire.
No he tocado escama y el pez salta,
aletea en busca de marea
y desata lágrima.


No he de matar,
no he de comer
ni ser carnada.

En la pesquería humana no cegarme
sobrevivir en el polvillo de la contienda.
Estoy preparada,

braceo océanos 

con diente frente a la meada
que da territorio,
la defecación argumenta títulos
el dícese poeta sabe escribir su nombre
y aplasta con oficio.

Respiro la noche lejos de los míos,


en oficios de poca estima
resguardo puñaladas,
huyo de quien tiene todo.
Pero me atrapan,


cada libro anciana,
apenas levanto y tengo fiebre,
palabras infectadas que no curan
los mejores antibióticos de Occidente.


No he sido honrada al poner la mesa,
el mantel de corteza de cerezo
cae como plomada.
No puedo comer cuando mi madre
atraviesa el desierto por un ají.


Me enredo con el hilo de la pesca
si lo atrapo volverá
la promesa de niebla.

Estoy sin fuerzas,
el gusano no tendrá piedad
al horadar mi corazón.

Como una pera seca,
una fruta de latigazos
encerrada en la tarraya tejida
por mi padre pescador,

en aquel patio

he imaginado levantar una casa
canto a canto teja a teja
sobre la montaña
con vista al mar,
el infinito mar donde

jamás volveré.

Mordida de adentro por pesares
resbalo en la gota
como si fuese casualidad astral,
o barco en naufragio.

El respiro fatal,

el estruendoso mar desespera
al negro pulmón se deshace
en violetas pequeñísimas
mientras me tiñe de azul.

La cabeza en forma de rosa
 mancha la nieve.


En pos de mis muertos,

he aquí, la que asesina
pescados en el destierro.

 

del cuaderno 'El centeno que corta el aire', editora Betania, 2013

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