**~Novela Corta - Ayer Guineo Hoy Manzana - Parte III Final~**

Zoraya M. Rodríguez

Y por ese desafío inconcluso e irreal y de poder creer en el amor clandestino de Ana en esa barra cercana a su hogar se miró fuertemente frente al espejo y desnuda al levantarse de esa pobre cama donde yacía su cuerpo desnusdo y completamente extasiado por el calor de verano, y se dijo una vez más frente a ese espejo, -“ayer guineo hoy manzana”-, y cambió de rumbo, de trascendencia, de corajes, de sueños y de ilusiones, de añoranzas, de dolores y de sufrimientos, de penas y mal sabores en la vida que le rodea. Cambió en todo, fue al trabajo a pedir perdón por la falta de dos días y que nunca más volverá a suceder. Se levantó de tal forma que iba a tiendas y se compró lo mejor en ellas, se debate la espera en que su semblante cambiara y cambió de dirección, de rumbo, e iba más seguido por ese bar donde se halla ese chico que clandestinamente halló sosegado, tranquilo y con una paz envidiable. Y le dijo -“oye, amigo quiero bailar con usted”-, cuando, de repente, se vio fría, pero, extasiadamente con una pasión que le llena el corazón y el alma de una luz que aún le brilla el rostro de emoción. Lo quiso y lo amó, pero, no como el primer amor de su vida, el primero era único e irreparablemente sin poder ser sustituido. Ella, lo amó, sí, cayó en redención, cayó en amargas entrañas de soledades, que aún se atreven a identificar la forma de amar de Ana. Ana intransigente, pero, muy feliz con su cambio de estilo de vida, se vio fría su alma por dentro, pero, muy sosegada de tiempo y de iras incongruentes de saber que su mundo y que su tiempo cambió como de costumbre cuando se dijo una vez más -“ayer guineo hoy manzana”-. Cuando, de pronto, se vio inalterada la forma de creer en en el mayor desenlace de dar con una sola verdad en el tiempo y más en ese combate que es la vida misma. Cuando en el aire sosegado de un sólo deseo se entristeció Ana de tal forma en que el sueño y la pesadilla se convierten en un sólo anhelo de creer en la verdad innata de su proceder en cuanto al amor y a la vida misma y retomó riendas sueltas, de su vida cuando en su mundo cayó en redención y se dijo una vez más que el deseo y el anhelo se tornó desesperadamente en un sólo saber de ternura y de impacientes añoranzas. Si desafortunadamente se vio fría como la misma alma entristecida de espantos, pero, su semblante y su destino y más su rostro se ve clandestinamente inocuo de intransigencias y de un dolor impasible. Cuando en el alma de Ana se vio gélida y mal inconsecuente de una sola espera y tan inesperada. Y tan inesperado fue el tormento de creer en el alma a ciegas que destrozó en su alma una parte de luz y que en su camino se vio álgido como el viento y como el mismo desatino. Y tristemente se vio Ana apaciguada y en calma llevando una verdad inocua, pero, muy trascendental como lo fue amar bajo el mismo imperio de luz de sus propios ojos. Cuando en su afán de haberse mirado de frente a ese espejo esa noche de embriaguez efervescente, se vio fría e indeleble y con placer extremo entre cada una de sus piernas llevando las caricias tan suaves y delicadas y se dijo que el deseo es crudo como el ir y venir lejos de la verdad en poder creer en el alma sosegada de espantos y de dar con la sensación de un tiempo en que de seguro era como el ir y venir lejos de ella misma como sintiendo la magia de creer en el altercado frío e indecoroso de dar con la única salvación de su vida amando ciegamente a ése hombre que conoció en la barra para tratar de olvidar a ese amor que se fue de su vida sin tan siquiera decir adiós. Y Ana, se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-, y cambió todo como si fuera una intransigente vida, creyendo en el embate de dar con el alma insegura de espantos, pero, llena de placeres y de un mal consiguiente y hábil deseo. Cuando, de pronto, se vio impasible y atormentada en una noche por el deseo inocuo, por la transparencia de recordar a ese amor, y en decidir en el ambiente en que le rodea, llevando en su dolor la pena y la pea de esa noche clandestina de creer en el ambiente de seguir amando a ése hombre que la dejó a la suerte. Y Ana se entristeció, pues, en su vida ya venía el amor, el placer bueno, y las caricias dadas hechas por benevolencia, y no por maldad. Cuando en el alma de Ana se vio fríamente e inocuamente en el ambiente de creer en su camino frío un ademán y tan indeleble como el álgido viento. Si en el tiempo y más que eso Ana recordó aquella pobre cama y aquellas sábanas blancas en saber que el deseo se obtuvo en calor y más que eso en saber que el instinto se debate de carencias oscuras y de claro deseo. Cuando en el altercado frío se siente como el suave desenlace de creer en el trance de la verdad a cuestas de la magia en su pobre corazón. Cuando en el frío del cielo y sabiendo que el cielo es el límite para poder alcanzar se siente Ana como el suave nefasto en decaer en el trance de la verdad. Y sintiendo lo más delicado de una verdad en un sólo fracaso, cuando en el ocaso se siente como el mismo desafío inerte y tan fuerte como el ademán frío en caer y en decaer en el frío viento de su propio camino. Y fallando en el tiempo, Ana, cuando en el ocaso vivo se dió lo más efímero de un suave porvenir destrozando lo delicado de un nuevo porvenir y tan incierto desnudó el suave delirio en poder creer en la fría certeza en dar como la buena voluntad con el saber una cruel verdad en que Ana sabe de que su instinto es delicado como el mismo tormento. Y sintiendo el desaire como el suave viento en el desafío inerte de creer en el alma una sola frialdad en que casi se siente el suave desafío en dar a cruz y a raya una mala sensación. Y supo algo que cambiando el guineo por manzana, le dio una aventura nueva en decaer en la forma más provista entre saber que su mundo le dio una vuelta al dolor, al odio, al desamor y a la pasión sin medida. Cuando en el ocaso vivo se siente como el pasaje nuevo de ida y sin regreso, y se vio envuelta en deseos y en cariños, en pasiones con caricias como de costumbre en la sola soledad de que quiso en ser como la aventura en la cintura dando vueltas y volcando en un nefasto delirio el saber de un triunfo en fracaso. Y quiso recordar aquello en un sólo desenfreno y en un sólo altercado frío dentro de la conmísera desventura en saber creer en el ocaso vivo en dar con el sol una fría noche en que, cada cual, se atormenta más y más. Y sin saber del deseo vivo de Ana en creer en ese ocaso frío e indeleble en dar como el suave desenlace en caer como el universo frío, de saber que su instinto es delirante como el delirio tormentoso de un hálito desnudo de frialdades. Que dentro del fracaso a muerte segura se muere Ana por dentro y saber que su instinto se aferró al deseo de creer en el alma como ciegamente es esa alma. Y buscó la mejor barra del lugar donde ahora reside con ese nuevo amor, pues, en el trance y en el suburbio automatizado a la espera y tan inesperada, y no sabía Ana dónde alcanzar su virtud ni su acometido de bruces caídas. Y sintiendo el desenlace de creer en el alma suave y delicada se fue por donde se sabe de la razón a cuestas de la pérdida en locura y en una vesania oculta detrás de la razón por hallar en ese amor aquel amor en que fue la primera vez en que Ana amó. Cuando en el alma se dio como el frío en que se debate una sola razón, en la cual, se siente como el candor nefasto en dar hacia la verdad. Cuando en el trance de la verdad, se sintió Ana tan desolada, pero, tan fuerte como el mismo imperio de sus ojazos, observando a esa barra, la cual, se dedicó en ser como el desastre de un nuevo mundo, en la cual, se aferró al delirio frío en creer en el combate de dar con la verdad de caer en el abismo frío de sentirse como tan novato es el tiempo en su mundo frío y tan álgido como la piel misma. Cuando en el trance de la verdad se aferró el deseo de entrever el desastre de creer en el lugar dentro del ocaso vivo. Cuando se siente como el desastre de creer en la verdad impoluta. Y en saber que su fuerza se debilitó en la fuerza extraña de querer a ese amor en el alma muerta de fríos y de salvedades inconclusas. Y Ana sabe que el calor y el frío no se llevan, pues, a los dos los presiente como el desastre en saber su insistencia y saber de su calma, como es la costumbre de saber que su mundo es como el deseo nuestro de cada día. Cuando en el desenlace se sabe que el delirio frío de Ana se siente como el suave nefasto de los tiempos, cuando en el alcance frío se puede saber que el deseo se aferró al mal inconsecuente de creer en el alma sosegada de un sólo tiempo. Y Ana se vio aterrada y fuertemente inefable como el torrente de creer en el alma una fuerza en soltura por saber de su instinto suave y delicado, pero, fuerte como el mismo cielo mágico. Y deseando amar y claramente Ana en el instinto posiblemente aferrándose al tiempo y a la magia de un amor que pudo saber que su corazón ama intensamente como el corazón nada sabe hacer. Cuando en un instante se dio el desastre de creer en el alma una sola verdad en que Ana se ve fría, sí, indeleble y con un mal entre sus venas embriagando el alma de carencias, de ausencias y de una presencia sin alma. Cuando, de repente, vio en la mesa llena de virtud y de esencia una mala verdad y tan impoluta de creer en el alma una mala situación en dar en toda la esencia una magia salubre. Cuando en la magia de saber de su esencia se vio la magia en correr el tiempo y saber de su insistencia, de la ausencia y de la magia en saber de su refugio en el corazón de ese amor que se fue lejos y la dejó marchita como la rosa en plena primavera. Cuando Ana y su amor se llevó hacia la esencia de creer en el alma una sola verdad, cuando creyó en el embate de dar con la certeza un olvido, pero, tan irreal, y Ana furiosa como el arpón o como la espada en contra la pared y se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-, y se fue por donde se va el tiempo o el sol por el otero y llega la fría noche a descender fríamente por el tiempo. Y se dio la fruta como un guineo por convertir en una manzana la vida. Cuando en el alma se vio tan fría como el hielo frío o como el desenlace de creer en el alma desvistiendo el alma de una luz, pero, tan sosegada. Cuando en el alma creó una fuente de agua tibia y en el corazón un sólo latido en el alma tomando de esa agua como el agua que cae del cielo como lluvia de una tormenta que no acaba. Cuando, de repente, se vio inerte y fría, como el viaje sin regreso y con boleto en mano de creer en el destino y en el camino frío, en que cada cual, se siente como tormenta fría. Cuando en el alma de Ana se vio con un hálito frío como la consecuencia en dar con la verdad. Y un frío entre el aliento y la boca de ese amor funesto que en cada cual, se aferró al desastre de dar con la magia veraniega un frío perenne en la misma piel. Y deseando dar con la verdad y con la verdad un tiempo en que se siente como la misma virtud se siente como la misma fortaleza en creer en el amor a cuesta de la pureza de la verdad. Y sintiendo el alma y se dijo una vez más, Ana, -“ayer guineo hoy manzana”-, y se dijo por una vez más que su cuerpo anhela el río de conmísero porvenir incierto. Y dejando una luz descender al alma fría queriendo amarrar el calor entre la pasión inerte de su frío corazón se fue Ana por donde su rumbo y dirección se siente como lo más suave de un sólo destino y sin ese amor que ella anheló, cuando amó por primera vez. Cuando en el alma se vio fría como la costumbre de dar una sola solución entre su alma y su corazón. Cuando en su instinto frío de Ana se vio atormentada por buscar en esa barra a ese amor que le dio de todo, pero, en su alma sosegada se vio deleitando la manera cruel en saber que su mundo se vio como el mar llega al río y como las piedras saben dulcemente a río. Y sintiendo el delirio delicado de creer en el alma Ana se vio tristemente indeleble como el frío y como el álgido viento en que cae el frío como la fuerza de reír y de llorar fuertemente con la verdad en creer en el alma a ciegas. Cuando en el hálito de su boca quiso el calor, pero, fue el frío en que quiso ser fuerte como el tormento de luz. Cuando, al fin y al cabo, y de pronto, se vio fría e inestable con la forma de embriagar a sus venas llenas de alcohol en esa barra. Cuando, de repente, se vio álgida y fría como el mismo viento, en que cae la lluvia en derredor, y fuertemente se vio intransigente, y vehementemente pasional, decidida e ingrata con la vida misma, y se dedicó fuertemente en ser como la vida misma creyendo en ser como la misma fortaleza en creer en el tiempo una decadencia fría y tan cruel como el mismo tiempo. Cuando Ana, sosegada, impasible, insípida, como el tormento frío de un sol a cuestas en esa fría habitación se miró al espejo nuevamente, y se dijo al rostro y mirándose en el espejo se dijo, una y otra vez que, -“ayer guineo hoy manzana”-, y no quiso más que el sueño o pesadilla en saber que su mundo cambió totalmente en un acierto e incierto proceder en saber de ese mundo perfecto en que cayó y calló en mutismo cuando Ana se miró en el espejo. Y decide en buscar a ese amor profundo, imborrable e inolvidable y se hechizó su insistencia en presencia de saber que su tormento de luces embriagan a sus venas de una ausencia inestable y tan fría como el sosiego inestable en proseguir un rumbo o una dirección en que la lleve hacia a ese amor que por primera vez Ana amó y verdaderamente. Y lo consiguió salir de allí, y enseguida con una verdad autónoma de una raíz sin consecuencia alguna y sin interpretación alguna de la vida misma. Cuando Ana en su afán de creer en ese amor que por primera vez quiso y amó por primera vez en ese bar cercano al que era su hogar antes, y sí que quiso entregar cuerpo y alma, corazón y vida y sentido y sentimientos llenos de calurosa existencia y por demás un amor, en el cual, se aferró la osadía de creer en el amor a ciegas inoportunamente y en el alma sin tormenta ni tempestad de desafíos claros e inconcluso deseo y de un incierto porvenir. Cuando, de repente, se vio en soledad y con un frío altercado de creer en el alma a cuestas de la verdad y tan fría como el ir y venir lejos de la ciencia verdad en creer en el desierto mágico en el mismo corazón y Ana se vio intrínseca, intransigente e insolvente e insípida como el ademán y tan frío como el altercado frío de la verdad. Y Ana salió a buscar a ese joven que quiso amar y que fuera para ella nada más, pero, la vida la dejó sola y en una sola maldita soledad que quiso ser como el mismo imperio sosegado de creer en el alma a cuestas de la impoluta verdad. Y Ana lo busca después de diez lustros cuando en su afán de creer en el alma a ciegas de la verdad en que Ana quiso ser como aquella manzana, pero, fue más guineo, cuando en su afán y en su carisma más indeleble en poder creer en el sano juicio de ver y de sentir en su alma un impoluta verdad cuando en su afán de dar y de recibir amor sólo ella Ana se acordó y se dijo una vez más, -“ayer guineo hoy manzana”-, cuando en el delirio autónomo de creer en el instante mal herido de un tiempo, se vio Ana como de costumbre sin ese amor que ella busca como el amor indeleble de su piel cuando en su delirio frío y autónomo creó un delirio frío en saber que su mundo era y es incierto como el porvenir en busca de ese amor que calló y cayó entre sus más regazos llenos de calores de extremo deseo entre su corazón y su pecho entre el latido y su sentido. Cuando en los ojos de Ana y del imperio fue a aquel bar cercano a ese hogar cuando ella era joven y, sí, que lo encontró y lo halló con otra mujer. Y se armó de valor sintiendo el coraje de un sólo sentido en el corazón, cuando en su afán en querer entristecer la conmísera vida buscando a ese amor que la dejó en la sola soledad cuando Ana lo amó inconscientemente y que la tempestad fría e indeleble se sintió como el desafío muerto en poder creer en el alma desierta de dar una impoluta verdad en el alma sosegada e impasible en un sólo tiempo. Cuando lo mira a los ojos y le dice a ese hombre borracho y muerto de pena y de dolores fuertes como el mismo dolor en que se fue el dilema en abrir y cerrar los ojos del imperio como el mismo amor que le tuvo alguna vez. Y sintiendo en el corazón pena, destrozo, y desavenencias autónomas de pasar por ese bar cercano de ese hogar donde Ana antes residía como una jovenzuela enamorada. Llamó a ese hombre por su nombre y le dijo una vez más que, -“ayer guineo hoy manzana”-, y se marchó con una mujer de ese mismo bar. 



FIN




                                                                                                   

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de marzo de 2022 a las 00:01
  • Comentario del autor sobre el poema: ~ * ~ Sinopsis: ~ * ~ Una mujer llamada Ana, se fue un amor y llega otro amor, clandestinamente como dejando de ser una cosa por otra… Mi #4 de novelas cortas en el año 2022…Mi #92 de novelas corta hasta el año 2022…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 28
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