EL LAGARTO QUE ESPERA

Yo quiero que el sable que nos divide en dos
se le oxide la hoja,
de su uso ya desquiciado.

El lagarto que la incertidumbre deja a la sombra,
piensa que puede él hacer
si ya todo lo hace.

Le queda solo comer arena
para que sus instintos florezcan
como nunca antes
en el desesperado infarto
que desata la vida.

Podridas las situaciones
el sable corta la cola del lagarto
para que su espíritu impío del cuerpo
vuelva a creer en la vida.

Cuando la vida ya muerta de vivir
se entierra en un campo ya sembrado
y el lagarto huye hacia ella
buscando lo que aun no ha vivido.

Perdido en un camino recorrido mil veces
ya no sabe cómo guardar el secreto del pensamiento
que al bochorno contó.

Su piel, ya seca
absorbe lo que puede
en la mañana en que los niños
juegan a ser Dios.

Culpable al Sol
por haber satisfecho lo que más quería
busca la luna
pensando que solo será una.

En cuanto pasan cien lunas
el corazón ya taquicardico
no sabe que ritmo llevar,
cuando la tranquilidad está en el cuerpo
y la mente revienta lo más profundo del corazón.

Todo lo que no importa,
lo sabe la mano que escribe.

Todo lo que la mano escribe
no es suficiente,
para aplacar los demonios,
por eso es como el Fénix
que volando desde la noche
sabe que el Sol ya prepara su trágico futuro,
para desagradecer al presente lo que más agrada.

Todo lo que el fin del cuerpo quiere,
penetra incesante
en la más pura realidad.

Y los charcos donde se mira el sapo
lo confunden
pues solo un beso de sus sucias aguas,
le descubrirán lo que aun no es.