Legendarios-.

Ben-.

Donde las cejas

se pueblan de leyendas

cae el testigo abierto, profundo

como una marioneta te han cortado

tu bello rostro, y en el sinfín de la gloria,

acontece que no irradias

felicidad, para nada.

A qué tanto pájaro veloz

o sutil entretenimiento

si en la voz llevas

la anegada tempestad

que te apremia la espalda.

Sí, tú, el círculo que se cierra.

Sombra o esperanza.

 

Como en rojas guadañas

terciopelo de insólito devenir,

tu frutal aroma de membrillo

cae a cierto suelo redondo, clavel

del sustento. Mueres bien,

en tu agonía, sustentas la antorcha

vigilante-.

 

Este auxilio penetrante

cómo castiga el divino

su errante promesa sin factura

adán debió someterse

a intensa tonsura. Si cometió

el crimen

de una bella cintura sobre otra,

anegadas de agua, antes prometidas,

acabadas sin alma. En su cincel,

partes la mayoría de edad

de un exilio

estúpidamente soñado.

 

©

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