**~Cuento Corto: El Espejo Roto~**

Había una vez una casa embrujada en las afueras del pueblo Jacarita. En la Jacarita lo visita una niña llamada Julia, y Julia no tiene el don de la vista, o sea, que es una niña ciega. Va de rumbo hacia la Jacarita, precisamente a la casa embrujada de la Jacarita. La niña tiene once años y visita por vez primera al lugar donde se halla el espejo roto. Y la niña se dice que siente y percibe unos instintos y tan delicados y tan suspicaces que encierra temores, pero, de muy gran e inmensa inteligencia. Porque cuando la niña entra a la casa embrujada de su Tío Samuel, cree que va a morir de la risa, pero, ella no vé nada, sino que en su instinto cree que hasta que puede ver y observarlo todo. Y el espejo roto no le habla porque ella en realidad no se vé ni se mira en el espejo roto, sino que el espejo roto no siente de que la niña se mira en el espejo roto. Cuando en el ademán frío del espejo roto se siente como el frío que empaña al espejo de noche y no lo hace hablar. El Tío Samuel le dice a la niña en voz baja, -“el espejo roto puede hablar, ¿sabes?”-, y la niña queda atónita, pues, los espejos no hablan y ella queda con su instinto que sabe que el espejo roto puede hablar y que se halla allí junto a ella. Y cuando el espejo roto dice -“hola, hay alguien allí”-, y la niña le responde -“sí, estoy aquí”-, y la niña sin poder ver nada ni tan siquiera que el espejo estaba roto. Y la niña trata de indagar más sobre ese espejo del Tío Samuel. Y la niña le habla y le pregunta, -“oye, ¿cómo eres?”-, y el espejo roto, le dice, -“oye, tan viejo como el viento siempre estoy en esta esquina, porque me molesta que me vean así de roto e inservible, y tú ¿como eres?”-, y la niña le indagó, -“no sé, nunca me podido ver, soy ciega”-, y el espejo roto trató de verla, pero, ni así pudo verla para decirle cómo era ella, porque ella era ciega y no se podía ver en el espejo para el poder decirle cómo era la niña ciega. Hasta que el espejo abrió ojos y la pudo ver, pues, era una niña hermosa y tan hermosa como ese ocaso en el atardecer, con sus cabellos rojizos como el ígneo del atardecer. Cuando, de repente, la niña le dice, -“estás roto, ¿verdad?”, y el espejo roto le dice que -“sí, por eso estoy tirado en esta esquina”-, y la niña le dice, -“yo que tú miraría el atardecer, el cielo y las nubes, aunque estes roto puedes ver, ¿verdad?”-, y el espejo roto le dice, -“yo no puedo ver como tú si no se refleja en mí yo no lo puedo ver, pues, yá ves somos dos ciegos en el mundo…”-, y la niña a lo que le indaga es que, -“pues, así somos, ¿verdad?”-, y el espejo roto le dice más… -“que además de no poder ver estoy en pedazos, o sea, roto, inservible, por so no te veo yo…”-, y la niña le dice, -“pues, yo no soy como tú, porque aunque no pueda ver mis instintos me dice que eres sólo un espejo roto y nada más y que no quieres ver más allá de la verdad”-, y el espejo roto se molestó y le dijo por fin, -“sí te veo, pero, no se lo digas al Tío Samuel”-, y la niña lo gritó a viva voz que la puede ver y verlo todo. Hasta que el espejo ya viejo y cansado y le dice a la niña, “a ver duerme”-, y la niña se durmió por fin y el espejo roto volvió a ser lo que antes fue un gran espejo y sin ser roto y lo podía ver todo. Porque la niña le dió magia para volver a ser lo que un día fue. Cuando despertó la niña, volvió a ser un espejo roto. Y el espejo roto, se dijo… -“yo no sé, me parece que siempre seré un espejo roto aunque pueda ver todo, eso me pasa a mí nada más…”-, y la niña que lo escucha, le dice -“no, a tí nada más no, yo no puedo ver y me parece que eso nunca cambiará tampoco”-, y el espejo roto quedó cuando la niña Julia, la que es ciega despertó.