Cantaba el grillo
feliz, en la pradera,
junto al camino.
Unas cigarras
se unieron a esa orquesta
improvisada.
¡Naturaleza!
gritaban, sin saberlo
ni darse cuenta.
Y sonreí
oyendo sus canciones
y melodías.
A mis oídos
vinieron otros ratos
desde la infancia.
Ratos de escuela,
de estudios y recreos,
con las canciones.
Fueron los grillos,
amigos invisibles
de aquellos años.
Las primaveras
nos daban golosinas
y romerías.
En todas ellas
estábamos nosotros
buscando grillos.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/04/22
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