Aquel saleo
tenía una belleza
incomparable.
En él volaban
los niños que jugaban
en el recreo.
Eran sus sueños
vibrantes mariposas
que acompañaban.
Cerca, las olas,
saltaban, danzarinas,
en la escollera.
Sobre la playa
llegaba con sus besos
y la resaca.
Allí los sueños
formaban los cometas
de los pequeños.
Y se jugaba,
corriendo y salpicándose,
sobre las aguas.
¡Días aquellos,
de luz y de cariño
que bien recuerdo!
Y aquel saleo,
me vuelvo en la distancia,
porque le añoro.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/05/22
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