Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
Demoleremos las murayas, las torres de guardia, la densa maleza, cortándola con miradas como espadas de luz, y tomaremos la ciudad pretérita enemiga, la fortaleza abandonada ocuparemos de sonrisas que nos brindan la esperanza para levantarla entre la nada, y que renazca la alegría, pues la tristeza harta y lastima al alma, aunque nítida la refleja en su substancia parecida al agua fría.
Hemos oido la yamada a la bataya contra el olvido y la nostalgia, despojados de toda arma, sin siquiera una coraza que nos defienda de las ráfagas de flechas doradas que las nubes despedazan, y avanzamos con la cabeza alta y el corazón en las manos, regalando la magia que alguien creía perdida en un remoto pasado, cuando, secundados por los astros mas cercanos a nosotros, que no tan solos estamos, decidimos preferir vivos combatir a morir durmiendo esperando algún supuesto postrero cambio autómatico.
Lo haremos real, aquel sueño ideal, pensando en deseos amables que deberán materializarse en tal instante, ya, en la caye, entre el agua, antes de que tarde caiga grávida la doliente inocencia sobre las cenizas de la tierra incendiada de divina beyeza en el día víspera de la gran tormenta. Degusta mientras la ebriedad de la sangre que colma hasta la copa de los reyes sin tierra. En esta jornada se hará la justicia necesaria, caerá la oscuridad al deslumbrarla la palabra. Acuéstate a la vera de la serpiente líquida y bebe éxtasis del cáliz que se te ofrece previamente lo sientes atraerte para bien de ti y de todo. Así es volteada la final frontera, y una última estreya aún nunca descubierta conduce nuestras consciencias a otra feliz frecuencia.
Yo me desnudé de paños y prendas, tiré las extrañas influencias que me hacían vulnerable para guiarte hacia mi guarida, la cual en ninguna parte se haya, sino aquí, pero nada, ni existe además definición exacta, imposible concretar, indecible es la eternidad, isla a la que nos deriva la voluntad de un mar tremendo, que no puedo abarcar entero en este verso fugaz como el tiempo de recreo.
Recito los mantras para mí mismo, método íntimo que me aproxima al éxodo del guerrero que ha vencido saliendo de un brinco del asfixiante hermético laberinto y ahora respira el aire limpio, estilo que destilo mediante mis hilarantes escritos, formulando enigmas, sintetizándolos como bálsamo que alivia la boca hambrienta de la desazón abierta en la herida negra, el beso que me expande hasta entrar a un universo tampoco completo, absortos mis ojos en el fondo de un espejo roto como yo estoy adentro, y en todo desaparezco, convertido en niebla o viento, pero siempre guardando silencioso el fuego eterno, mi tesoro secreto, un amor perfecto que regresa quebrada la presa que lo contenía en la mudez de la hierba quieta, con ese briyo que me encanta, mientras los griyos se oyen cantar detrás de la ventana.
Yueven alas a bandadas, caen los hechizos de las hadas; retiro las máscaras, y dónde estará la verdad? Apenas perceptibles las estreyas harán que vibremos excitados, delirando limbos imaginarios, ejecutando enlaces dictados por voces interiores en trances. Chamanes en la noche inexcrutable, arden corazones y nadie parece percatarse, ausentes se vuelven a sus comunes escondites y muerden los relojes con dientes de reptil perdiéndose este abrazo, respuesta a mis plegarias, fuerza intacta que el cielo me ha dado, aunque cuesta aceptar la existencia cuando la paciencia escapa por la grieta, templanza hace falta, trepar a la cima más alta y arriba saltar, lanzarme adelante, pues ya fueron bastantes las lágrimas desfayecientes, las ganas poderosas que gasté en ayeres, entre bosques de sombras, dilapidando la bondad que no sobra, por amor a todas las misteriosas formas que en la naturaleza abundan, cambiando mi expresión según la complexión y el color de la Luna, sí tambien siempre de fé invariable como el Sol continúa su avance, sin desviarse nunca.
Nada me perturba. Paso errático temblando en la duda, pero los ríos eclécticos quieren que fluya con eyos. Me yeno de silencio despues de la turba de pensamientos alterados, manejando la proporción de mi veneno diario, consumiéndolo como el alimento básico y soporte para mis miembros pesados, ligeros si ebrio de poesía me considero un pedazo resultante del caos que a superarme me inspira y convierto la caduca energía en una yuvia prístina, cristalina, caída a mi mirada, cuya intriga asimilada me anima a seguir en la búsqueda del grial y descansar así ya de tal campaña para el presente mañana.
Despierte del sueño el alma, fénix resurrecto entre yamas, lucero en el alba...
- Autor: Romey ( Offline)
- Publicado: 17 de mayo de 2022 a las 12:59
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 27
- Usuarios favoritos de este poema: No soy Eris
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