Si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero,
porque no he vivido.
—De mi ilustre paisano Luis Cernuda.
El amor es otro de los temas
que toco pero con cuidado
—digo con cuidado
porque está tan manido
que temo que si lo prendo
con que sea un poco mínimo
de fuerza con mis dedos
fuera a romperse.
En este milésimo intento
de escribir bien es cita obligada
este sentimiento, que es eso,
el sentimiento de los sentimientos.
He procurado siempre que lo tomo
—aunque es cierto que lo tomo poco
por ese miedo que confesaba suso—
darle un tono místico —como Rilke,
el místico de los místicos—, diferente
a lo que se estila en esta página
y en las páginas que pueblan la Literatura.
No me gusta el amor de entregarse
a otro a menos que ese otro seas tú.
Entregarse a otro es deshabitarse a sí mismo,
y un cuerpo desposeído de corazón
no puede latir, no puede vibrar...
Este verso, o versos, de Luis confiesan
el amor que se frontispicia
en lo alto de los rótulos de las calles,
porque el amor al otro es abnegación,
y la abnegación es una virtud teologal.
La abnegación no se sustancia
sin contrapartida porque sería un vaciarse.
La abnegación solo se explica
cuando la obsesión ha llegado a pandemia,
te asola el organismo y desarma el entramado
cósmico de tu cabeza, y pierdes el cohete
de vuelta a la tierra, al humus —humano
viene de humus, no lo olvidemos nunca.
Eso sí se lo subscribo a mi Luis
—tengan en cuenta que mi instituto
se llamaba —ya no— Luis Cernuda—,
eso de que no muero porque no he vivido.
La muerte, si no es punto y final
a una historia con planteamiento
nudo y desenlace no es nada,
es solo un borrón en el suceder
de una escritura en tinta sobre papel
que es la misma vida, un garabato,
un error tipográfico, una errata
—esta palabra tiene un aire
onomatopéyico que me fascina,
porque una errata es tan maligna
como una rata en un trigal.
Y qué me dicen de este tema:
La Soledad; no la virgen llorante
que se da cita en tantas obras de arte,
no, sino aquella que al que la rechaza
carcome y al que la quiere maravilla.
La Soledad como madre del arte...
Este milésimo me ha salido
con el tono narrativo que leéis,
porque en el fallido anterior,
que como ya confesé fue concebido
tal si fuera este, me desmadejé
según el tono poético que merecía
la efeméride.
Os dejo solo, nada más era agradeceros
el paso a verme en tantas ocasiones,
las lecturas tan concienzudas
que en algunos casos he recibido
tratándose tan solo de un soñador,
de un escribidor de montañas de orégano
y jardines de Arcadia, y llevarme a cambio
el que el tiempo por leves instantes
no corriera, que en su lugar lo hicieran
el cursor y la tinta impresa y las ganas
de seguir escribiendo como lo hago ahora,
y que sean montones las fechas como esta,
fecha señera y cierta.
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 18 de mayo de 2022 a las 07:45
- Comentario del autor sobre el poema: Aquí sigo después de tanto tecleo y sentimiento. Si queréis seguiré sin data cierta.
- Categoría: Fecha especial
- Lecturas: 41
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, lacarmentere
Comentarios2
Un abrazo por tu número ml Albertín
Gracias Carlos. Aquí sigo.
Un viaje por el hilo de tus pensamientos plasmados en un escrito difícil de seguir y con riesgo de perderse, pero maravillándose por tanto talento.
( Dejo de leer por ahora, volveré en otro momento cuando haya alimentado mi cerebro jajaja)
Saludos 🥰
Aquí te espero.
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