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Alexandra Quintanilla

Las personas hablan de las drogas como algo satánico. Les asusta. Hace tiempo pensaba que era cuestión y decisión propia, sigo pensando lo mismo. La televisión quiere viralizar el mensaje de "no a las drogas". Pero lo hacen de una manera melodramática y burlista. EL MENSAJE NO LLEGA. Uno no siempre cae en el juego por falta de atención paterna, o porque en el ámbito de la pobreza es la salida del sufrimiento y el comienzo de la satisfacción. Todos sabemos las causas, experiencia, insatisfacción, incomprensión social, marginación económica, etc. La cantaleta de los muchos siglos anteriores a los nuestros. La realidad es que todos hablan, pero pocos los que realmente viven el infierno. El principio es bonito, armonioso, pero el tiempo, la continuidad de la práctica hace de nuestras vidas un martirio. Se acabaron los enemigos, el enemigo es tu cuerpo batallando contigo mismo. Se acabaron los colores del día, todo te es insípido. La comida ya no es magnífica, se acabó la comida. Se acabó la paz, las noches son insomnios tortuosos, se acabó la capacidad de mantener una relación sentimental, sos incapaz de sentir algo por alguien. Todo se engloba en algo, suplir una necesidad mediocre que no genera, que es ambiciosa, que quiere todo sin dar nada. No hay reciprocidad en este juego de sustancias. Lo hemos de perder todo, la visión de algo productivo, el mañana prometedor. Hay algo que de alguna forma nos hace sentir que esto es todo, todo lo que hemos de merecer. Se deja de sentir el énfasis de la situación para comenzar a sentirse uno mismo como si lo estuviesen hirviendo en un sartén a todo fuego. La magia de las drogas al final es la magia retrograda que justamente a las 12 de la madrugada pierde en hechizo. No es que haya insensatez, se sabe que no esta bien, es más bien fuerza de voluntad. Ya no hay voluntad y es el comienzo de una vida anímica y poco prometedora. Hacemos las cosas bien, la gente dice que estamos bien, pero el espejo miente, pide más, todo pide más, el aburrimiento es tedioso, ya no hay paciencia, ya no hay nada. Se siente todo como un cobo de Rubik, Siempre el mismo día, siempre los mismos colores. La neblina de día cuando hace sol, la neblina del cielo cuando esta estrellada la noche. ¿Dónde esta el agujero para escalarlo y salir huyendo? Porque uno quiere salir, pero no sale, y uno quiere llorar, pero no llora. Ahí uno conoce a la maravillosa impotencia.

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