Para tenerlo todo, no hace falta nada.

No deja de ser maravilloso que para tenerlo todo, a veces, no haga falta nada.

Nada más que a la vida misma y las ganas de sentirla en un abrazo, verla en otros ojos y vivirla junto a otros brazos.

No deja de ser especial, que tenerlo todo sin que haga falta nada, signifique latir al ritmo en que baila la vida, al ritmo en el que el mar va y viene, llevando penas, trayendo alegrías. 

No deja de ser único, que tenerlo todo sin que haga falta nada signifique apreciar el silencio y escuchar, en medio de él, lo que susurra tu alma.

¿Qué te susurra?

Tal vez te dice...

Que tenerlo todo es tener contigo la medicina del alma, aquella que se compone de los momentos que te han dejado calma, que te lo han dado todo, justo, cuando no esperabas nada.

Que no hace falta nada, cuando tienes contigo a quienes te hacen sonreír por dentro y por fuera, con vida y sin pena.

Y tal vez sea así, y solo nos quede decir:

Larga vida a la vida, a sus subidas y caídas, a sus sabores, colores, miedos y alegrías.

A sus personas, momentos, que son nuestra vitamina.

Larga vida a la vida, y a los que contigo y conmigo quieren compartirla.

Ya ves por que digo, que para tenerlo todo, a veces, no hace falta nada.