Y fue tan idóneo el sueño que interrumpió en un sólo deseo y no tan erróneo, sino que además de soñar con el sol se fue por donde mismo no caduca ni expira el tiempo, por donde termina lo infinito del tiempo. Y soñó lo que imaginó a todo un sol persiguiendo a su alma, a su espíritu, y a sus celos de la vida misma. Porque cuando en el sueño calló lo que calla en redención se debió al mal desastre de creer en el sol persiguiendo a Carola como lo más caro de la temporada con ese sol siniestro que le acecha de veras. ¿Y fue un sueño o una pesadilla?, lo que Carola soñó, pues, en su amarga desesperación quedó como el sueño pertinaz de creer en ese sol y tan siniestro. Porque cuando logró llegar al punto estable de su conmísera vida quedó en una soledad y tan amargas de dolores en que sólo el pensamiento debió de ser un temor incierto y de creer en el único desastre de ver el sol quemando con su rayo de luz a la vida de Carola. Cuando ocurre el sueño pertinaz de ese encuentro entre el sol y Carola, fue caro el mayor conflicto de creer en el encuentro suspicaz entre ese sol y Carola, porque en ese encuentro súbito entre ellos el alma de Carola está a punto de estallar con ese carisma que le caracteriza entre el ademán y tan frío de creer en el combate de entregar hasta el alma de Carola. Y en el trance de la verdad se vio fría y álgida y tan mal inconsecuente que creyó en un sólo pasaje de ida y sin regresos con la misma muerte insegura de terror y con el poder mayor de la energía mayor del mundo: el sol. Y en ese encuentro efímero, pero, y tan largo como el haber sido llevado hacia la magia de un evento y sin precedente, porque cuando ocurre el mayor desastre de creer en su imaginación que aún lleva a ese sol grandioso y fabuloso en sus costados, pues, en el camino siempre existe alguien que nos ve o que nos sigue desde el más allá. Y Carola siempre suspicaz, abierta hacia el sol siniestro de mayo, cuando ocurre el primer contacto con ese rayo de luz, y con el desenlace de ese reflejo de luz en el espejo en que ella mira su silueta. Si en el trance de lo falso y de la verdad inocua se vio Carola, entre dos vidas y muriendo en el acto se vio fría y en eterna soledad. Cuando en la camorra de su existencia se vio y tan álgida como un hielo en el refrigerador. Porque en el acto se vio intransigente y verdaderamente sobria como si hubiera sido la resaca de un nuevo amanecer de una noche tormentosa e impetuosa. Como si fuera un tormento de esos en el sólo corazón dando vueltas intransigentes como si hubiera sido niña, otra vez. Y en su afán de ver al sol quedó como dando rumbos inciertos, y en una sola dirección se debió de dirigir a su propia alma cuando en el altercado frío se hechizó su gran forma de ver el cielo y con los rayos de luz de ese sol siniestro en que Carola se ve como un sueño idóneo. Y altercando con el dolor se fue lejos de la realidad sólo soñando y deliberando lejos de toda verdad con la sola insistencia. Y Carola siempre en su afán de ver el sol y de sentir el suave rayo de luz, en que ella sólo se siente y se percibe como un fuerte desenlace de creer en el hálito desnudo de un frío final. Y aún en ese sueño efímero y pertinaz y tan súbito, creó lo que nunca imaginó en un numen casi solitario y en soledad, de que se acabará el mundo en un sueño casi fantasioso, pero, tan real como la manera de ver a ese sol entre sus pupilas y con la retina muy abierta a ese sueño donde observó lo que nunca a ese sol, siniestro y tan cálido como el mismo calor entre su piel, su cuerpo y su alma. Y Carola observando al sol y su traslación cuando en su forma de ver el fin del mundo entre sus más mágicos sueños, se debió a que el ritmo de su propia vida, y de su existencia cruzó los estándares nativos en volver a renacer en su corta vida. Y regresó del más allá, Carola, siendo lo más caro de la existencia cuando no se opuso a determinar lo más imprescindible de la vida misma. Cuando en el acecho de un sólo todo se vio fríamente indeleble y como marcando a su propio territorio, se vio álgida e insípida como una flor marchita lo que nunca finalizará para ella, siendo la más exquisita de las flores nativas de la región y con ese sol siniestro dando más vida y más poder en poder sobrevivir. Cuando en el trance de la verdad Carola, creyó en el final como en un juego de ajedrez en que el alfil protege al rey, pero, es un jaque mate mortal si se mueve de lugar al alfil. Es como un cálido día de sol, de día con piezas blancas y de noche con piezas negras. Es un juego de ajedrez, pero, ella no sabe cómo liderar ni jugar al juego de ajedrez. Es una tormenta o un día seco con el sol y con los rayos que la persiguen dando énfasis a un juego por donde Carola, debe dar comienzo con las piezas blancas de un día lleno de calor y más con ese sol siniestro que la persigue. Y ella, adherida a ese sueño súbito, en que se juega la presencia, la esencia, la flor que marchita o no, y al sol de un nuevo día, o una noche espléndida, en la cual, se siente como frialdades la forma de tragar el momento en que el sol como reflejo en el suelo la perseguirá toda su vida y toda su existencia. Porque cuando en el afán de creer en la camorra perfecta, creyó en su perfecta redención de creer en el imperfecto momento o en el instante en que puede mover una pieza y con un reloj que da el tiempo como preámbulo de lo más perfecto. Y ella, Carola, adherida a ese sueño y tan idóneo, y no sabe cómo jugar el ajedrez, ¿lo habrá aprendido, o acaso quedó varada allí mismo en ese sueño en que no halló la salida jamás ni nunca? Y encasquetar la pieza en un escaque sólo le faltó una idea efímera y tan verdadera como nacer de nuevo y renacer, otra vez. Y el rayo de luz, en el reflejo efímero del suelo en una noche donde se mueve en el ajedrez el sol, el mismo reflejo del sol, y con las piezas negras movió una buena salida y con un peón. Y dando preámbulo al sistema de envenenar hasta el alma no hubo ninguna movida siniestra hasta al otro día, y así lo aprendió Carola. De día un juego de ajedrez con las piezas blancas y de noche con las piezas negras. Y el sol como un gran e inmenso magneto entre sus ojos marrones. Y su delicada firmeza de mujer intacta como esa flor de mayo en que se reflejó el sol entre sus ojazos marrones y sin poder marchitar jamás. Y llegó una tormenta de día, en ese día no hubo nada de juegos ni movidas diestras de un juego de ajedrez, sino que el sol quedó escondido, pero, aún ofreciendo sus rayos de luz majestuosos en el cielo por donde sueña Carola, en su más recóndito sueño en que se reflejó al sol entre sus ojazos marrones. Y quedó maltrecha y tan desolada, como una flor marchita, pero, sin un jamás ni un nunca visto en el alma desvestida de fragancias innatas y tan puras como el siniestro cálido de ese sol en verano. Y fue otro día, el tercer día, ¿y aprendió a jugar ajedrez, Carola?, pues, sí, y movió su pieza más inteligente hacia la derecha en movimiento de ele, saltando por encima de unos peones y el sol siniestro y tan diestro en el juego no le permitió en la jugada una muerte de un alfil que en segundo movimiento atacaría, sino que el sol mueve al alfil delicadamente por sus escaques en color rojo. Y logró llegar viva y con vida hacia el cuarto día, y lo que vio fue un fuego siniestro que hace el sol con sus rayos de luz, cuando en el altercado frío se sintió indeleble y tan fría como tan álgida es la vida de noche a expensas del viento congelado de fríos tenues. Y despertó de ese sueño sudada y con un extremo de odios desde su interior. Y regresó al sueño, y donde Carola dejó al sueño, cuando en el altercado frío se debió de creer en la pesadilla más amarga de su propia existencia, pero, no, era sólo un juego del sol y con el rayo de luz que le persigue a Carola. Y se fue por donde cae el sol en el ocaso, mientras que Carola cree en el desenlace efímero de ver en el cielo a todo un sol. Y de noche movió una gran jugada por donde la torre sale a combatir en dirección recta y se llevó a la tormenta del cielo, y llegó otro día, y mueve en su instinto lo que conlleva una movida vil y siniestra y tan hábil como el perecer en el juego de ajedrez, si perdió a la torre, pues, en el trance directo la segunda jugada la mató como a un ejército lerdo y torpe. Carola se molesta, pues, cree ella en ganar la partida al sol, -“y eso jamás”-, dice el sol. Y en el altercado del juego de ajedrez es que Carola tiene una ventaja que ella lleva y es que está soñando de noche y no de día. Y que en el trance de la verdad se debe a que el sueño es idóneo, y pertinaz, y tan súbito como el juego de la vida. Porque cuando en el trayecto efímero de creer en el sueño idóneo, y pertinaz y tan súbito, Carola, como lo más caro de la historia de ese sueño en contra de ese sol que la persigue a pie y a sombra, se dedicó en forma adyacente de que su esencia, y su premura aprende el juego de ajedrez y Carola, cuando da un ¡zás!, y un alfil sólo le protege al rey, cuando es casi un jaque mate y tan directo. Y es el final de ese sueño pertinaz, idóneo y súbito, cuando Carola, se ve intransigente, insípida e impasible, como una tormenta, en la cual, se aferró el deseo y el trayecto más eficiente, más intolerable, y más eficaz de atraer a la conmísera existencia de Carola, una mala situación de creer en el trance y de trayecto efímero como lo más cruel del destino feo y tenaz y tan audaz como el suave delirio de dar con la única salvación a su corta vida. Y quedó como la órbita lunar atrapando a su cuerpo y más a su alma desierta de una creencia casi efímera de creer sólo en la luz del sol como una vida en que se cuece el alma de un fuego siniestro en que se siente como una sola verdad. Y, ella, Carola, se entristeció tanto en querer amarrar el siniestro cálido de un alma a solas, cuando en el embate de la vida, se electrizó su forma de jugar el ajedrez, cuando quedó en jaque, cuando en el escaque quedó el alfil entre su rey y en la mira de una reina del ejército contrario. Cuando en el trayecto de la verdad y del ocaso vivo a muerto desenlace se vio y se creó un final lleno de penumbras en solitarias sombras de ese sol siniestro que persigue a Carola desde toda su vida. Y juega Carola, de tal forma el juego del ajedrez, cuando en su forma de quedar en jaque, le hace una estocada fatal y tan mortal como lo perenne de ese juego de la historia y de la milicia universal. Cuando en el frío y en el desenlace final se electrizó la forma más inadecuada de creer en el instante en que se da como la vez aquella en que el sueño fue tan idóneo y pertinaz y tan real y tan súbito. Porque ella, Carola, aprendió el juego del ajedrez, cuando en su forma de creer en la técnica y la táctica de ese juego universal se debió dar cuando estuvo sólo en jaque. Y ella, si mueve el alfil quedará en un total jaque mate. Y, ¡zás!, Carola, le dió un dolor de cabezas al sol, cuando en su afán de ganarle al sol, quedó en súbito desenlace y más que eso en jaque. Porque cuando en el albergue de su pobre corazón, se siente fría, álgida, y tan insípida como la flor que no marchita jamás, cuando en el alma de Carola, se vio súbita, impasible, irracional, y con el corazón en pedazos, y el sol diestro y tan siniestro, como apaciguar la calma y la conmísera existencia de dar con el dolor frío y tan álgido como si fuera y tan real como la vez aquella en que se siente como el frío álgido, cuando en el trance de lo imperfecto se identificó como el mismo tormento en dar la conmísera vida en dar con la verdad de ese sol en que cada quién persigue a cada quién. Cuando en el instinto de saber que en su rumbo y en su dirección se sintió como es saber de lo inusual de un sólo percance. Cuando en el sueño de Carola, fue tan pertinaz y tan real como tan súbito es la esencia de querer el trance de lo imperfecto lo más real de la vida, cuando en jaque quedó la vida de Carola. Y dió ese ¡zás!, entre su ejército más eficaz, cuando en el trance de la verdad, quedó como el mismo tormento en el mismo cielo pintando a nubes grises. Cuando en el sueño de Carola, quedó como una hermosa mujer dormida bajo aquellas sábanas doradas y curtidas por el sol de mayo en el amanecer en que Carola, casi despierta. Y, sí, Carola, despertó dejando en jaque el juego del ajedrez con el sol de mayo, cuando a la verdad se dio lo más imperfecto de un sueño como una pesadilla en total desacuerdo. Y, sí, que despierta Carola, pues, en el triunfo de ese sueño pertinaz, idóneo y no tan erróneo, quedó como tan súbito, con el recelo de la vida misma, porque cuando en el alma quedó como derrumbada y desastrosa, como el mismo tormento en que Carola despierta de ese terrible sueño o de esa cruel pesadilla. Y, sí, que dejó a mitad ese sueño, cuando en el alma quedó como un torrente de sinsabores, cuando en su alma quedó como la órbita lunar en que cada destino se abrió como el torrente de sin sabores nuevos, pero, y tan amargos como el saber de una incolora alma en la atracción de caer en el tormento de ese sueño. Y quedó ese sueño en jaque, en el último instante en que casi se gana o se pierde un combate entre el sol y Carola. Y Carola como un último adiós, quedó como el suave destino deseando ganar como el combate al ejército, en el cual, se enaltece la conmísera existencia de Carola. Y Carola como un triunfo o un fracaso en esa cruel pesadilla se despierta casi sudada y extasiada de un espanto nocturno, cuando en el alma de Carola, se vio lo más crudo de un sólo porvenir y en su camino como de costumbre. Si en el alma quedó como el destino sin camino, y sin saber que el delirio frío se enaltece como un hálito desnudo y tan frío como tan álgido como el saber de un cometa de luz y tan oscuro como la tormenta que se había llevado con el juego de ajedrez, y zucumbiendo con lo inesperado, se fue Carola hacia un nuevo comienzo de vida enalteciendo el más débil de los fracasos dejando atrás en el vil de los éxitos, cuando ocurre el desastre de entrever el coraje de entretejer la telaraña fría y con un sólo coraje de ver a su propio instinto fugaz como la ira en sola soledad, cuando quiso ganarle al sol en el ajedrez. Y Carola fría e inestable como el vil de los momentos se fue como el barrer el tiempo en el corazón, cuando en el alma de Carola, se vio fría, e insípida, e inestable como la misma roca en que cae desde que despertó de ese sueño idóneo, pertinaz, y sin ser erróneo, porque en el sueño de Carola, se vio y tan fría como impasible, e insípida y tan hábil como el mismo imperio o templo de la fría verdad. Y friolera como el tiempo o como el viento, se vio Carola, álgida como el mismo imperio sosegado y soslayar en el tiempo, quedó como el mismo deseo a muerte, cuando en el torrente de una clara luna, se vio fría y gélida como el mismo hálito desnudo en que ella casi fragua su destino, pero, el rayo de luz persiguiendo siempre a Carola, como una persecusión estable y tan real como el mismo imperio queriendo amarrar su vida como la luz al mismo sol. Y, así fue, el mismo tormento abrigando el cometa de luz, y de un sólo destiempo crudo y tan real, cuando en la penumbra de la soledad se vio Carola fría e insípida, e impasible como el mismo veraniego dolor de un sol de mayo. Y corría el mes de mayo cuando en su alma quedó como el combate de dar una luz que ahora sí que ve a su alrededor, como un principio y sí con un cruel final, y en su vida una marca fría como la del bronceado de la luz del sol. Cuando en el tiempo y en el ocaso frío se dedicó en fuertes atracciones de soledades inocuas, pero, y tan intransigentes, como el dolor frío de una nueva desventura cuando en el sueño quedó en interrumpir el final de un sueño a toda ilusión de ser ganadora o perdedora. Y, sin saber Carola, de su cruel destino, se vio fríamente inadecuada e intransigente de mirar y de ser observada con el rayo de luz en el espejo por donde ella siempre se mira dejando marcada su silueta. Cuando en el trance de la verdad, se electrizó la forma inadecuada de Carola en dar con la única sensación, de un rico poder en saber de su única presencia, cuando en el altercado frío y autónomo de su creencia se debió de admirar la manera de ver aquella flor y sin poder marchitar jamás, sí en mayo. Cuando su alma quedó como el tiempo y más como el mismo rayo de luz en que casi la asusta de espantos nocturnos, cuando en el tiempo de ese sueño quedó en sólo un jaque y sin ser jaque mate. Y Carola viendo y observando el rayo de luz en el espejo por donde ella se mira y se observa con demasiado ímpetu en querer sobrevivir en el trance de la pura verdad, cuando ocurre el desastre de querer vivir como el sol es. Porque aún en el alma de Carola y con la hambruna que tenía a sus costados, se debió de creer en el mayor desenlace en dar un cometido trance de la verdad en que su destino es frío como la misma verdad en que el rayo de luz era conmísero. Cuando en el estanque de la verdad, se vio fríamente y débilmente inalterada de espantos nocturnos cuando en el inadecuado momento se entristeció como el vil tormento de creer en el frío destino. Y se vio fría Carola como el mismo miedo que le dió ese rayo de luz, cuando en el mismo instinto se vio como tan álgido es el viento. Cuando en el trance de la verdad Carola, se vio entristecida como ese mismo combate de dar con su alma en el juego del ajedrez y sin saber que su instinto florecía como esa flor que no marchita jamás en el mes de mayo. Si en el cruel destino se vio gélida e impasible y tan insípida como el mismo viento o como el mismo rayo de luz en que persigue a Carola. Porque cuando en el altercado frío se vio a Carola, como en el débil momento de creer en su alma un desierto mágico, en el cual, la luz del sol, o sea, ese rayo de luz, le atormenta como nunca antes. Cuando en el trance de la verdad, se creó un dolor efímero en el alma cuando en el combate de dar una verdad casi inestable se electrizó la forma de creer en esa luz que aún la persigue a ella. Y ese rayo de luz aún le atormenta y la atosigue, pero, Carola aún le ahoga de espantos cuando ella le cae mal el rayo de luz y ella indagando y pensando en el sueño y tan idóneo y sin ser tan erróneo, cambió todo desde una nueva perspectiva de asombros cuando en su mundo quedó como el cruel combate de un ejército en contraste de dar una buena suerte en el costado de Carola y con tal hambre de comerse al mundo. Y el rayo de luz en el alma quedó como órbita atrapando el reloj de ese tiempo efímero en que corre el juego de ajedrez, cuando en su forma de jugar se vio fríamente indeleble, pero, con una autonomía como queriendo no poder borrar del tiempo y de su forma de actuar a ese rayo de luz en su camino cruel y tan terriblemente inocuo. Porque indeleble como tan fría quedó Carola con su forma de saber del momento en que jacta su conmísera existencia como dando preámbulos en que no queda como una falta del éxito cuando se gana un juego de ajedrez. Y la luz del sol siempre en el espejo donde Carola se mira y observa su silueta marcada por el bronceado del sol. Y dejando atrás a la vida de Carola, como la misma vid del racimo de uvas en que se cosecha un buen vino, se dejó llevar por el tormento frío e inestable, dejando indeleble a su alma fría de un sólo tiempo y sin poder cosechar un buen éxito. Carola, quedó como tan fría, pero, tan cálida como ese rayo de luz que la persigue desde el principio y sin ver ni observar el fin. Cuando faltó sólo un buen deseo de convivir en la vida un sólo tiempo, un sólo conmísero destino, y con una sola verdad. Que dentro del tiempo en el ajedrez, se vio fría, sí, y con ese rayo de luz en el espejo, sólo le dió una vida, un sólo éxito y un sólo juego en el ajedrez. Cuando en el altercado frío e indeleble de su propio instinto, se miró fíjamente Carola en el espejo de su habitación, subiendo escalones, y queriendo amarrar ese rayo de luz, en su corta vida y existencia. Cuando Carola, se sintió gélida como el mismo tormento o como el mismo cielo, dejando abrir a toda luz en su corto camino y como un desastre en su solo destino. Y Carola abierta a la jugada en ajedrez, no se le olvidó el trance directo con el mismo sol en que le agradó el funesto instante en que quedó el sueño o pesadilla. Y quedó como órbita lunar atrapando a su cuerpo estéril de sueños, de libertades efímeras, y de ensueños tenues, porque cuando en la alborada eficaz de una sola angustia, quedó como el juego en ajedrez sin ser combatido dejando a mitad el trance de la verdad más fría de la temporada. Y el rayo de luz en el espejo por donde se mira y se observa Carola, dejando atrás el deseo más fuerte y más débil de su estado emocional: la luz del sol. Y Carola, como una mentira, no creyó en la mala suerte que le dejó el dolor de un mayo siniestro de un sol veraniego. Porque cuando en el trance de lo efímero del dolor se vio entristecida, abatida, y herida con un sólo dolor y un fracaso en su corta existencia dejando ver que la luz o los rayos del sol no son suficientes para albergar a un corazón lleno de éxitos. Y Carola, quiso regresar a ese sueño pertinaz, idóneo, pero, no tan erróneo, en que casi pierde o gana un combate en el ajedrez. Y Carola lo recordó todo, como si hubiese sido ayer el sueño o la pesadilla que vivió atormentada y llena de sudores extraños, cuando en su habitación sólo vio el rayo de luz en el espejo por donde Carola se mira y se observa. Y fue en el espejo de Carola, tenía la jugada, allí mismo, donde se electrizó el combate de ese sueño idóneo, pertinaz, y sin ser fuertemente indócil. Y tan hábil como ese sueño real, como haber sido verdadero, quedó a la deriva y de un cruel destino, fallando en la calma, y faltando en la osadía de creer en la verdad efímera, pero, y tan perfecta y directa en saber decidir entre el rayo de luz o su vida marcando como se marcó su cuerpo con el bronceado de ese sol en el espejo. Y fue Carola tan hábil y diestra en su afán de saber de su vida, al fin y al cabo, dejando saber de su eficaz tormento, cuando en la luz de ese rayo de luz, que le persigue a ella, fue y nada más que su cuerpo con el bronceado de luz. Y se dijo una vez más, -“jamás se le gana al sol”-, e hizo una comitiva de luces veraniegas a su alrededor, como dando preámbulo al rayo de luz en el espejo, y se dijo una vez más, -“jamás se le gana al sol”-, y se dedicó en cuerpo y alma, a perseguir ese rayo de luz que le persigue y que le atosiga. Cuando en su corta existencia y en su vida se dijo que en el juego del ajedrez, nunca se debe de mirar la táctica del contrincante sino atacar de la misma forma. Y así fue Carola, y sin nunca poder ganarle al sol, pues, en su forma de ver y de observar al sol, sólo le llenó de luz y sin saber de la falta que le hace al sol a ella y al sol su corta existencia. Y así fue toda su vida, mirando y observando al rayo de luz y sin saber que el sol sólo quería jugar con ella al ajedrez. Y por última vez, se miró en el espejo e hizo un rayo de luz que hizo un fuego devorador, cuando al fin y al cabo, era ella la que persigue al rayo de luz, sintiendo en su corazón el coraje de ser ella ese sol y quemó lo que se llama vida, cuando al final de su vida y de su existencia sólo hace una mal jugada y con mala suerte la vida, cuando en su delirio y en un error y tan erróneo retiró siempre el alfil entre su rey y sin nunca más poder proteger a su propio rey.
FIN
- Autor: EMYZAG (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de mayo de 2022 a las 00:42
- Comentario del autor sobre el poema: ~ * ~Sinopsis: ~ * ~Carola siempre vé ese rayo de luz en el espejo y sin saber que es el reflejo del sol que la perseguía…y toda su vida…Mi #9 de novelas cortas en el año 2022…Mi #97 de novelas cortas hasta en el año 2022…
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.