En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía
La luz tan intensa, el cielo despejado, los árboles meciendo sus ramas donde algunos pájaros llegan todavía
A unos kilómetros el mar tranquilo, será azul, verde, blanca espuma, con su arena suave, algunos peces en su interior todavía
Resuenan a lo lejos unas campanadas, y cerca, muy cerca pasa una ambulancia
El mundo se mueve sin duda, pero hoy a mi me parece detenido, como una conjunción de recuerdos, tan solo eso
Los ruidos de los aparatos, los aparatos tan comunes me lastiman, los carros al pasar, la música estruendosa del vecino, la tele encendida, el motor del refrigerados y hasta el zumbido tenue del ventilador, todos me lastiman
Y es que algún recuerdo incrustado me importuna, algún recuerdo de esa misma luz intensa, el árbol con sus pájaros, el mar con su espuma y con sus peces, esas campanadas desasociadas de la ambulancia.
Un recuerdo sin carros ni aparatos, un recuerdo que me obliga a ansiar aquello que ha pasado, que existe tal vez aún en otro sitio fuera de mi alcance, un recuerdo que parece reprocharme la falta de pájaros, de peces y campanadas, un recuerdo que me obliga a contar los árboles que veo, escuchar el mar casi vacío, a acudir al llamado de las campanas.
Ma abruma y me asustan intentar siquiera una comparación, no hay forma de evitarlo, la luz me ciega, como si el mismo sol me obligara a ver la desolación en comparación con mis recuerdos, como si mis oídos replicaran solamente los sonidos de todos y cada uno de los motores creados desde entonces y me ahogara en un mar pantanoso, estancado por la falta de aletas que lo muevan, como si de las ambulancias salieran gritos más potentes que las sirenas, quejándose de sus dolores y sus heridas.
La cabeza me explota, como si las palabras, cual hermosas palomas hubiesen volado en desbandada y de los aparatos salieran cuervos a picotearme la cabeza.
Los carros...son tantos...parecen circular en mi torrente, chocar y atrofiar mis venas, sus ruedas incesantes desgastan las arterias y no hay a dónde huir.
Unas campanadas, oídas de madrugada hace tanto, justo antes del amanecer combinadas con el arrullo de la torcaza, el olor de la tierra mojada, afuera no pasa un solo carro...
Hoy el mundo parece detenido, y mi corazón parece estrujado por algo que no entiende, algo que fue pasando poco a poco y hoy se presenta de golpe, bruscamente, poco a poco, como suelen gestarse las desgracias y solo esos pájaros, cuando sus trinos significaban algo, cuando el mar con sus maravillosos colores y su arena tan suave inspiraban algo...
Hoy las sirenas, los motores, los aparatos, hoy a todo eso no le encuentro significado y todo mi ser buscan de alguna manera reconstruir desesperadamente esa aurora con su arrullo de torcaza y una lejana campanada...
- Autor: Lourdes Aguilar ( Offline)
- Publicado: 26 de junio de 2022 a las 14:07
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 40
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