Era una de esas tardes ajetreada donde Marina tenía muchas cosas que hacer. Miró la mochila para ver si se le había olvidado algo, pero pudo ver que los cuadernos y los libros se encontraban en el fondo, respiró aliviada, ya que hoy su amigo Nicolás, iría con ella al colegio. Les gustaba escoger el camino más largo para hablar de sus cosas, y también por que el otro camino estaba mal señalizado y las farolas parecían estar fundidas.
Aquella tarde apostaron por lo segundo, a penas les quedaban unos minutos para llegar a clase y no querían aguantar otra bronca del profesor. Ensimismados con su diálogo ,no se dieron cuenta de la presencia de una sombra con insistencia les perseguía, de repente alguien dio un salto y salió de un muro para llevarse a Nicolás. Marina se quedó con la mente en blanco sin saber que hacer y con un miedo que paralizaba todo el cuerpo. Su cabeza daba vueltas con la fijación en una misma dirección, salvarlo. De pronto percibió una luz a lo lejos del camino empezaba a anochecer y tenía por todos los medio que encontrar ayuda. El caso es que al llegar se encontró al propietario del bar arreglando una silla, ella con el gesto de preocupación le comentó lo sucedido, pero el propietario se encontraba cansado y con cierto malhumor le dijo.
-Solo le puedo decir que hay un secuestrador muy conocido por llevarse a la gente de esta calle, está loco, un pobre vagabundo que va contando por ahí que detesta la claridad, y que una vez que secuestra a la gente los deja en una calle de la que le dio una posible pista, pero lo mejor es que llame a la policía. Pensó que eso le llevaría más tiempo de lo que su corazón podía resistir, así que llevada por la intuición salió velozmente a buscar a su amigo.
Al llegar allí, lo descubrió llorando, el cuando se dio cuenta quiso protegerse la cara con las manos. Intentó inmediatamente acercarse para desatarlo, y justo en aquél momento escuchó un ruido de pisadas como si alguien estuviera al acecho: era el vagabundo, no sabía donde esconderse, y lo único que veía era unos contenedores. Decidió aproximarse hasta ellos, aunque pensaba que no le serviría de mucho. En pocos segundos, Marina, tuvo una gran idea para salir del agujero.
Encender la linterna del móvil (ya que al secuestrador no le gustaba la claridad), cuando alcanzó a verlo, salió de detrás de los contenedores y le puso la linterna muy cerca de la cara. Éste salió corriendo, momento que aprovecharon para escapar de allí y llegar al instituto.
Lauropolis
- Autor: Rosa de Gades (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 7 de julio de 2022 a las 17:01
- Comentario del autor sobre el poema: Supone una primera aproximación al relato infantil y juvenil.
- Categoría: Infantil
- Lecturas: 10
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