No recuerdo bien como llegué hasta allí, el caso es que al recobrar la conciencia me vi tumbado en una cama de hospital. Aturdido, miré a la izquierda y pude ver a mi lado a otro paciente en mi misma situación; entre nosotros, sendos monitores cardíacos marcaban el ritmo de nuestros latidos. No podría asegurarlo con certeza, pero juraría que el pitido del aparato pegado a mi cama era más irregular que el de mi compañero de habitación.
De pronto se abrió la puerta, entraron 2 operarios de limpieza y comenzaron a barrer y a fregar el suelo. Con la voz apagada, les pregunté por el tiempo que llevaba hospitalizado y cuales eran los motivos que me habían llevado allí. Me contestaron que ellos no disponían de esa información, y en cuanto llegasen los enfermeros o el médico, me informarían al respecto.
Al poco de irse los trabajadores de la limpieza, uno de los monitores cardíacos comenzó a emitir sonidos más espaciados. Sobresaltados, tanto el otro enfermo como yo dirigimos la mirada a las pantallas donde una línea roja iba describiendo la cadencia del pulso. Pese a sentir una fuerte presión en el pecho, suspiré aliviado al ver que era la línea del otro paciente, y no la mía, la que apenas oscilaba. No sentí alivio ante la comprobación de ver como a mi compañero se le estaba parando el corazón, sino por saber que no era yo quien se estaba muriendo.
Ambos nos miramos fijamente, y aunque él había empezado a palidecer, sin demasiado esfuerzo consiguió incorporarse y de un salto se puso de pie junto a la cama. En cambio yo, me sentía cada vez más mareado, y apenas podía moverme. Con un hilo de voz, le dije que le diera un golpe con el puño al monitor porque algunas veces los aparatos electrónicos fallan y dándoles un porrazo se arreglan. Lo último que escuché antes de quedar inscosciente, fue un fuerte golpe y el pitido sostenido que certificaba la parada cardíaca: "piiiiiii". Después de mover los monitores cardíacos para fregar el suelo, los limpiadores se habían confundido y los cambiaron de posición al volver a colocarlos. Por lo tanto, los cables del monitor que constataba el fallo estaban enganchados a mí, de manera que era a mí, y no al otro paciente, a quien se le escapaba la vida, aunque debido a la fatídica equivocación, también estuvieron a punto de matarlo a él del susto.
Mi experiencia no fue la de un viaje astral o ver luz al fondo del túnel ni nada por el estilo. Floté, y flotando me detuve bajo un gran edificio. Eché un vistazo a mi alrededor y aparte del edificio, no había nada; un inmenso vacío se extendía en todas direcciones, tanto horizontal como verticalmente. El edificio también flotaba en el vacío y en su base tenía una gran abertura por donde entré. Ya en el interior, a mi derecha pude ver un ángel detrás de una ventanilla y me acerqué a preguntar.
-¿Qué desea?-.Me dijo el ángel con expresión displicente.
- Mire usted, me acabo de morir y querría informarme de los pasos a seguir...
- ¿Es la primera vez que se muere?-. Me interrumpió impaciente.
- Pues yo diría que sí. No sé si anteriormente he tenido otras vidas y vengo de alguna reencarnación. Es lo único que me faltaba, tener nostalgia de vidas anteriores, como no tengo bastante con ésta última.
- Bueno, para asegurarnos, le voy a entregar un impreso y me lo rellena con sus datos personales-. Me ordenó antes de abrir un cajón y entregarme un folio. -Cuando lo haya cumplimentado, lo lleva usted al registro de vidas, en la tercera planta. Allí le entregarán un certificado y cuando lo tenga, se pasa por la quinta planta a pagar las tasas, y me trae el certificado y el justificante de pago. Espere un momento que le voy a pedir cita en el registro para ir agilizando el trámite y así tal vez le de tiempo a entregármelo esta misma mañana. Cuando me haya traído esos documentos, dependiendo de si es la primera vez que viene por aquí o si está registrado, tal vez se pueda evitar los trámites del juicio final, porque en estos momentos aquí la justicia va con mucho retraso, y así tendrá la posibilidad de pedir plaza directamente, según su historial de pecados en vida. Le anticipo que hay 3 niveles de cielo, dependiendo de los pecados cometidos: tenemos el cielo supremo, para quienes vienen con el historial de pecados impoluto; el cielo intermedio, para quien haya tenido una conducta pecaminosa leve; y los suburbios del cielo, donde van los pecadores absueltos tras superar una serie de pruebas de reinserción y consigan la expiación. Por último, está el infierno, que tiene el aforo completo y una lista de espera en su antesala de 2 siglos. Según tengo entendido, la antesala es menos acogedora que el mismo infierno. Bueno, para no adelantarnos, tráigame la documentación y ya le indicaré el siguiente paso.
- De acuerdo, se lo traeré lo antes posible.
Subí a la tercera planta, y tras pasarme un buen rato buscando entre incontables puertas, la reanimación cardiorrespiratoria surtió efecto y desperté de nuevo en el hospital. El equipo médico que me acababa de reanimar me preguntó por el documento que llevaba en la mano. Como pude, me acerqué el impreso a la cara y comprendí la magnitud de mi desgracia. ¡La próxima vez en morir tendría que empezar con todo el papeleo!
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 17 de julio de 2022 a las 07:16
- Comentario del autor sobre el poema: El vídeo no tiene nada que ver con el escrito, o tal vez un poco. Lo he puesto porque me encanta, tanto la canción como la voz.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 33
- Usuarios favoritos de este poema: Lea Nieves Torres, alicia perez hernandez
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