Temblaba el cirio
que lleva, entre las manos,
el penitente.
Tú le mirabas,
atenta, en tu ventana,
y hasta nerviosa.
Le conocías
sabías quien se hallaba
tras ese embozo.
Pero callabas
el grito que asomaba
a tu garganta.
No puede ser,
decías, susurrando,
para ti misma.
Pero allí estaba,
su sombra, deslizándose
por la calzada.
Días de otoño,
de agrestes primaveras,
te rodearon.
Y te abrazaron
recuerdos imposibles
ya caducados.
Cierras los ojos
y el alma con candados.
¡Todo es un sueño!
Rafael Sánchez Ortega ©
01/08/22
- Autor: Pyck05 ( Offline)
- Publicado: 1 de agosto de 2022 a las 06:34
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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