**~Novela Corta - La Dama del Castillo - Parte II Final~**

Zoraya M. Rodríguez

La vida de Fulgencia fue buena y excelente hasta que Inocencio le fue infiel a Fulgencia. Porque el alma de Fulgencia se llenó de compasiones y de un sólo consuelo cuando su mejor amiga Lola, le advierte de una sola cosa: infidelidad. Y Lola ya conoce por donde llega y va la infidelidad en camisas de sudores entre hombres que son infieles, pues, ella pasó por una situación similar con su marido. Tanto Fulgencia y Lola hasta llegan a ser detectives de esta cruel situación hasta poder confirmar esta verdad que aunque duele era la más cruel de las verdades. Si a la verdad que aunque duele más es preferible la verdad. Y que si se extraña algo como la vida de Inocencio en el castillo dando ausencia hacia un marco conceptual de la vida matrimonial entre Fulgencia y Inocencio. Porque cuando se confirma la verdad y de toda infidelidad y Fulgencia ve y nota la belleza de ésa mujer con que es engañada por su marido, Fulgencia lo que piensa es ser una mujer tan bella como ella. A Lola le dio pena y un sufrir de esos que callan las mujeres, cuando ella, puede saber de que su mejor amiga puede ser la mujer más bella del mundo si la arregla y la maquilla de tal forma para poder enamorar más a su marido. Fulgencia se siente la mujer más carente de hermosura cuando su marido, sí, la engaña con una mujer bella como la rosa. Y Fulgencia se siente amargada, sola, herida, con un estado de ánimo sin sentido, sin amor ni pasión como la de antes, llegando a querer a suicidar a su propia vida y todo por el amor de Inocencio. Cuando en el embate con la verdad se identificó como el imperio una sola decepción amorosa como lo fue atraer el amor a su vida siendo fea y carente de belleza. Cuando en un instante se vio Fulgencia como tan fría y deleitando en poder creer de su insistencia y de su belleza está por llegar y venir en maquillajes por su mejor amiga Lola. Cuando en el instante de Fulgencia se sintió como una sola verdad en que acecha una sola verdad en poder creer en el instante en que en el alma por una rica verdad e insistencia y con una sólo ingrato del pecado en la forma de insistir en el alma y de saber de que su marido la engaña con otra mujer. Porque cuando en el momento de saber de su acometido Fulgencia se sintió como el mal desenlace en poder creer que su alma se vio como el mal instante en que el peor momento y en saber de una mala penitencia se vio álgida y con un mal fracaso en el amor entre ella, Fulgencia y Inocencio. Cuando en la calma se siente como la misma penumbra adyacente en poder saber de que su inocencia se intensificó como la misma soledad cuando quedó realmente sola y herida y sin el amor verdadero de un sólo amor, el de Inocencio. Cuando en el combate de dar con la verdad y tan real, sólo quedó la sospecha en evidencia de que, sí, Inocencio la engaña y con lo más real, y bella, sí, una mujer bella como la rosa en la esencia de creer en el embate en ver a su único amor que Inocencio no la ama más, pues, sale todas las noches a buscar a ésa mujer bella y de la vida feliz. Y Fulgencia cansada de todo y con una sospecha en el alma de que su esposo la engaña va y va más allá de la verdad de que su instinto quedó como lo más distinto de toda una vida y tan amarga. Cuando en el alma de Fulgencia se sintió amarga, suave y con un desenlace fatal y muy terminal en una buena lid. Inocencio saliendo todas las noches hacia ese bar donde halla a la mujer feliz. Y la mujer feliz siendo la más impetuosa y clandestina de todas las mujeres, amó aventuradamente a Inocencio y en su mundo sólo se vio y tan fría como el hielo, pero, candente como la misma pasión de espurios deseos. Cuando en la magia del amor, Inocencio se dejó llevar por la razón más que por el corazón propio del amor hacia Fulgencia, cuando en el alma de Inocencio no se vende sino que eso era lo que él sentía, sólo quería amar a una mujer bella y hermosa como la misma rosa. Y Fulgencia autónoma de espantos, se llenó de miedos, de temores inciertos en proseguir un camino sin Inocencio, sólo ella, quería ser la dama del castillo de Inocencio. Y, Inocencio eficaz, y de un mal tapiz, lleno de la voluntad ajena de un corazón en que sólo quería amar a ésa mujer de la vida feliz, siendo incapaz de tomar en ese corazón un verdadero amor por su mujer llamada Fulgencia. Y, Inocencio tomando su corazón en las manos quiso abrir de deseos a su manera de amar a ésa mujer de la vida feliz, pero, se electrizó su forma de entrever un sólo siniestro cálido en constante murmullo, cuando en su eficaz tormento amó clandestinamente a ésa mujer de a vida feliz olvidando el amor puro hacia su mujer y siendo la más amada por Inocencio, Fulgencia, la dama de su castillo. Y el castillo no volvió a sentir presencia y su forma de creer en la suerte decayó su rubor y su fulgor. Y Fulgencia tomó buena suerte, creyendo en que el amor de ella lo era todo para Inocencio. Y creyó Fulgencia en discernir las fuerzas más amargas y entrañas rojizas de su propio interior en un sólo frío en que el hielo se apoderó y congeló de sus fuerzas más débiles del alma. Y quedó Fulgencia con el alma a solas despreciando el amor y acogiendo el dolor en su camino, herida en la piel y más que eso en la vida misma. Porque cuando Inocencio fue infiel como el desastre de creer en el alma a ciegas y en el corazón un sólo latido sin rencor, se fue de la vida misma como un hombre sin amor y sin pasión deseando envenenando el camino de tiempo, sintiendo en su alma un sólo amor y una belleza que amaba y que anhelaba tanto como aquella vez en que el suburbio de un pobre corazón desató una euforia por ésa mujer de la vida feliz, la cual, amó desde el principio de su corazón. Y Fulgencia autónoma, ineficaz y con una intolerancia en su destino malhumorada en todo lo que hacía. El castillo se tornó desesperadamente intransigente y muy doloroso en el caminar de Fulgencia por el mundo y más por ese castillo frío y sin más amor que el propio mal deseo de ver el cielo como el mismo mal instante en que se tornó inocuo e impoluto como un mal venidero y como un mal inconsciente de creer en la sola salvación de dar con la misma verdad de que el corazón puede que triunfe en el amor. Y siendo como el fracaso en su vida se fue del mundo Fulgencia, cayó en una sola redención y quedó inerte como el hielo congelado en su propio destino y más que eso en su propio corazón. Cuando en el embate de creer en el alma a ciegas y sin un porvenir se vio Inocencio abatido, y tan herido, como el mismo percance en dar la comitiva de creer en el alma sin la misma voluntad en que el desierto se fue de las mismas manos y sin poder descansar de la vida misma. Cuando Inocencio se vio herido y sin más que el mismo desierto en poder creer en el suburbio automatizado de gran espera y por amar a ésa mujer de la vida feliz, se vio friolero, e hiriendo a muerte en su propia vida. Y se automatizó la gran insistencia en poder creer que en el amor de cada quién se vio reflejada la locura en cada persistencia. Y Lola desesperada, llegó con maletín en mano, y con toda herramienta para hacer bella a Fulgencia. Esa noche, esa noche en ese bar, la arrancó de raíz y la tomó Inocencio de la mano, y se la llevó, sí, a la mujer de la vida feliz de allí mismo. Quiso probar suerte, quiso ser ése caballero de sangre ardiente, y de una candente pasión, y se llevó una gran sorpresa en la vida misma, de ésa mujer la ve como a Fulgencia, como a su primer amor, como a su gran y único amor y lleno de una pasión se envolvió de deseos y de una aventura nueva, y llenó a sus venas de alcohol, y recordó de que la amará por siempre, sí, a Fulgencia. Cuando en su afán de creer en su misma alma, se vio intransigente, impasible y acometido, en la mísera insistencia de un opaco porvenir, se vio único como el mismo desenlace de creer en el alma sin la luz que emana de sus propios ojos. Y se vio atormentado e indecentemente atrevido en la cama y con ésa mujer de la vida feliz. Se vio Inocencio mortífero e intransigente, como el abrir y cerrar de ojos en un sólo tiempo, y con una mirada fría e insistente de dar rienda suelta como a un cometa de luz. Se vio Inocencio  frío y real, como si fuera un altercado indeleble y tan real como el mar incierto y tan abierto como el trasluz de un diamante frío e inseguro. Cuando en la insistencia de creer en el alma fugaz como el viento mortífero en dar la única solución a su vida sin eficaz trayecto  se vio Inocencio amando a ésa mujer como si fuera Fulgencia. Cuando en el altercado de una sensación fría se vio Inocencio como la misma virtud en desdoro, como la misma fidelidad sin honra, y como la misma felicidad, pero, de ésa mujer de la vida feliz. Y la llamó Fulgencia, y hasta ahí que quedó todo, la mujer se levantó de ese lecho frío y sin amor no más con una pasión fría y tan álgida como la misma mezquina miseria. Y se entristeció y por un espanto nocturno de esa noche, no más de esa noche a expensas de la dilución de un tiempo y al diluirse el tiempo en no más un altercado frío, se envenenó de fríos y de nuevas aventuras dando preámbulo a un desconcierto de bruces caídas. Cuando en el desierto efímero se vio atrapado como una órbita lunar alrededor de su cuerpo, de su alma sin la luz que emerge de una salida sin compasiones nuevas. Y creer de que está como el cielo con sentir el viento en sus alas, voló lejos desde aquella habitación donde amó a ésa mujer de la vida feliz, y Fulgencia llorando de tal forma y de tal manera en que se pierde en el desierto una duna o un sólo levante en que el viento hace remolino en la misma arena. Cuando en el invierno sólo quedó un gélido viento, en que el cual, se ofreció una manera real, y tan eficaz como el tormento frío cuando en el instante se abrió de deseos jactanciosos en poder creer en el frío invernal de esas calles que encierran al mal amor. Porque cuando Fulgencia vio llegar a Lola al castillo de Inocencio, no se imaginó la gran sorpresa que le espera cuando en ese maletín lleva su gran suerte. Y Fulgencia herida, llorosa, y tan dolorosa, y con un amor entre su pecho y que lo lleva muy bien. Y se fue del mundo, de la insistencia, y de la verdad de que no era así, sino que barre con todo rencor Fulgencia hacia un nuevo valimiento. Y añoró su fugaz encuentro desencadenando las amarras que la llevan a encadenar el funesto instante de su añorado amor le era infiel. Y, Fulgencia, se sintió en una sola salida, en una sola redención y en una automatizada espera y tan inesperada de un sólo espanto nocturno, si fue esa noche, esa noche se enalteció de un rico y un pobre destino. Cuando el corazón de Fulgencia se entristeció de un evento fortuito, en que no ve más nada que el amor en camisa de sudores extraños, cuando el amor de Fulgencia, o sea, que era Inocencio, se le fue con otra mujer y más con una bella mujer de la vida feliz. Si el hechizo de ésa mujer de la vida feliz, quiso en ser como el aroma, como el latido del corazón fuerte, o como la piel en buenas pasiones, o como el aire en cada vuelo de la vida misma. Y se identificó como la orbita lunar atrapando la vida y más que eso en el convite de dar en la vida una miseria de una sola luz, cuando en el trance de lo imperfecto quedó Inocencio sin ser perfecto. Y Fulgencia con un dolor en el alma y llena de pavores inciertos se electrizó la forma en poder creer en el instante en que se dedicó en más fuerzas que nunca. Porque cuando en la socava atracción física de ésa mujer de la vida feliz con Inocencio, se vio mortífero en poder creer en el instante en que se dedicó en ser un hombre y nada más y sin más pasión como el desastre de ver en que se vio fríamente indeleble como el cielo sin un viento, el cual, no es intransigente. Si Fulgencia sólo obtuvo lo que nunca, un acecho claramente indebido cuando Lola, su mejor amiga, la maquilla y la embellece de tal forma como la misma rosa y más hermosa que nunca. Si Fulgencia, quedó y tan hermosa como ésa mujer y más que ella, pues, en su forma de dedicar su belleza como la rosa en el jardín, quedó hermosa y tan bella que la dama del castillo quiso en ser como la misma rosa, pero, en el jardín en el corazón de Inocencio. Y, sí, que fue esa noche, esa noche en el bar, en el bar más cercano al castillo de Inocencio. Y cruzó la avenida Inocencio con ésa mujer de la vida feliz, cuando en su afán de creer en el amor quiso y amó a una mujer tan bella como la misma rosa, pero, no, no era Fulgencia. Cuando en el camino se topó con una mujer bella, hermosa, y tan radiante como el mismo sol, la observó y la miró desde lejos y sus ojos quedaron prendidos de ésa mujer tan hermosa y tan bella. Y, sí, que era Fulgencia, con el maquillaje de su amiga Lola, con un vestido ceñido a su delgada silueta y con un cuerpo de ensueño. Sus ojos claros como el verde aceituna, como el mar abierto, y como el lago, se vio arrinconada en el olvido, y tan desafiante como el mismo sol en la piel, y descifrando el camino, se vio atormentada como tan fría como el mismo hielo. Cuando en un instante se vio friolero Inocencio, y con un sólo  instinto cuando en su forma de creer en el alma a solas se vio insistentemente frío y sin más amor que el de Fulgencia. Porque cuando en el embate y en sucumbir un sólo trance de lo irreal, se dedicó en fuerzas y en un deleite natural en creer en el amor a toda costa. Y fingiendo al acecho, Inocencio, quedó maltrecho, con dolor y sin más que la herida en el mismo corazón deleitando la ira insolvente en su destino. Y Fulgencia con su plan, con su táctica y su temple, al fin y al cabo, llena de amor y de pasiones ardientes y tan cálidas como la misma tempestad, en que se pierde o se gana a un sólo amor el de Inocencio. Y siendo la dama del castillo de Inocencio no vio más que el dolor y no más que el deseo efímero en creer en el instante en que se cuece de penumbras y de sombras desiertas el amor de Fulgencia. Cuando en el trance de la verdad y en poder creer se intensificó la esencia y la presencia, cuando Inocencio conoce a ésa mujer y de una vida feliz llamada Fulgencia en ese mismo bar cercano al castillo de Inocencio. Y, sí, que era ella, Fulgencia, y como toda dama fue y siempre será la dama del castillo de Inocencio.  



FIN                   



Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez

EMYZAG

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de agosto de 2022 a las 00:01
  • Comentario del autor sobre el poema: ~ * ~Sinopsis: ~ * ~Fulgencia, era la dama del castillo de Inocencio, era una mujer casada, sumisa, y muy tímida y por cierto fea, una noche se entera de la infidelidad de su marido, y su amiga Lola, la convierte en una mujer de verdad, y le dio vida al resto de su vida…Mi #14 de novelas cortas en el año 2022… Mi #102 de novelas cortas hasta el año 2022…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 18
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