Camino bajo el manto de un absurdo de ausencia, aquellos lugares de agave que creaban historias se quemaron bajo el lento fuego de una traición inesperada, aún las quemaduras del cuerpo destrozan hasta mi propia sombra, voy caminando por la calle soledad buscando respuestas donde no hay preguntas exactas, deambulo y no encuentro la sombra que arrebato la mía, ni los mensajes escritos hasta en pulseras bañadas en plata que antes adornaban aquella ciudad que ambos construimos.
Miles de kilómetros separaban mis palabras de las tuyas, a pesar de ello, navegaba silenciosamente letra a letra para acercarme a ti, tan solo un suspiro al oído bastaba para un beso triunfal, todo valía la pena por conseguir aquellos momentos de felicidad que se intensificaba futura.
A pesar de amar las flores quemaste cada una a tu gusto, no pude ni volver a tocar un pétalo pues ya solo quedaban espinas, la lluvia llega pero no refresca entre una ciudad muerta y en ira.
Aún tengo el recuerdo de aquel mar con sangre al que no tenía miedo de navegar, nos sumergíamos en las aguas calientes como si fuera un renacer bautismal, te contemplaba, no había algo más que deseara que escuchar tu respirar mientras el vapor nos arropaba en su paso y nos hacía eternos en tan solo un momento.
Siempre caminaba hacia ti sin imaginar que tenías una bala preparada para mí, fue inesperado, tus besos con la lluvia se borraban, pero la bala envenenada en mí quedó atravesada, ahora tan solo me queda caminar por unas calles solas con heridas abiertas, ahora tan solo cargo en mi cuerpo aquella bala que consume mi vida y en mi mano derecha aquella reliquia de tus besos esfumados.
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