Mata Mua

Alberto Escobar

 

Fue Goguin quien le cortó la oreja a Vangogh en una de sus muchas discusiones. Llegaron a un acuerdo con la historia de exculparlo y apuntar una automutilación. Dicen con una espada. Acabó harto de Vangogh, de Arlés, de no vender cuadros y se fue a Taití. Empezó a pintar a los casi cuarenta años después de fracasar en el mundo financiero. Abandona su familia porque cree que Taití es un paraíso que no se puede perder. Leyó una novela donde se recreaba esta isla. Vivió en una choza, en medio de un bosque en el interior de la Isla. Dejó embarazada a una niña de trece años en Taití. Se da cuenta que la isla no es el paraíso romántico que leyó y se decepciona tanto que huye de la realidad en sus cuadros y pinta su mundo interior, imaginado, ideal. Hizo dos viajes a Taití, volvió a París y quiso explotar ese universo descubierto pero no pudo ser, tuvo que volver a huir. Volvió enfermo de sífilis y muere en 1903. Muere en su choza de las Islas Marquesas. Murió contemplando una foto de su Bretaña francesa, confirmando su decepción incluso del paraíso soñado, porque veía ya las huellas de la colonización, no era un espacio virgen como él quería. La choza de las Islas Marquesas fue la última, la segunda, la primera fue la del corazón de Tahiti.

—Notas que tomé viendo un vídeo. Digo notas y no nota porque es un acúmulo de apuntes mientras lo veía y escuchaba—.

 

 

 

Parece que es un trozo agreste de la isla, las montañas del fondo, de un imposible azul añil y morado, parecen dialogar sobre sus asuntos, de cómo va el día y de cómo soportan la teluria tremolante que late por sus venas y que nace muy adentro, en las raíces programáticas de la propia isla. En primer plano, de un vestido mutuo blanco, sensual y resaltante de su morenez de piel, se adelanta una relajada sentada, a modo de picnic sin viandas, que trasluce, aunque sea por imaginación, una conversación cuyas muecas no existen, solo advierto una mirada a los ojos de una y una mirada hacia abajo de la otra como expresando vergüenza o arrepentimiento. Delante, incluso, una aparente guirnalda blanca que parece nacida natural de la tierra, y que orla el cuadro que las chicas forjan. A la izquierda, en el centro neurálgico del lienzo, un árbol también imposible por el azul de su corteza, que se pierde hacia arriba como plasmando unos puntos suspensivos. Detrás una escena a mi entender religiosa —debo considerarlo así por la presencia de un supuesto tótem, receptor del ritual que parece pergeñarse, y a los pies una suerte de charco de vino, de una grama tampoco posible, que me hace pensar en que la celebración debe regarse para que la magia que sigue a la alucinación tenga lugar. Finalmente, delante de las montañas, se alzan unos árboles de esos que no dejan ver el subsiguiente bosque, de un amarillo y un verde característicos del artista. 

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  • Autor: Albertín (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 7 de agosto de 2022 a las 11:00
  • Comentario del autor sobre el poema: Pequeña impresión de un cuadro.
  • Categoría: Naturaleza
  • Lecturas: 28
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