Su piedra cónica-.

Ben-.

Me muerden los labios, las amortiguadas manzanas,

los cristales debilitados, las protuberancias con aristas.

Me atizan con carbones dioses y santos, pis de renovada

inexistencia, yerbajos, rastrojos de campo amapolado.

Me corroen con sus apóstoles los legítimos estridentes,

las flores inexactas, las senectudes elegidas por antónimos.

En esas lámparas, derribadas por los capiteles, naufragan;

por aquellas lecciones de vida infinitesimal y madera porosa.

Los ojos, que huyen de sus órbitas, como apenas ánimas

de cuerpo entero. Los racimos de la galaxia, la taquígrafa

del universo, el misterio que se esconde con hambre

en las vacías campanas.

Soy del viento de la unilateral costumbre de padecer asfixia,

de ese método básico de congénita fragancia.

Adoro vidas y mitos, leyendas vencidas, elasticidades

de ámbito resinoso, de combados materiales, que excluyen

mutuamente sus estambres dichosos.

Hay pues amor en mí; sombra de otoños, corporeidades

de robustas majestades, ese cónico laúd que emite sólo

su piedra-.

©

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