Despojo

Ernesto Chávez

Puedo ver mi cuerpo pudriéndose frente a mí, mis ojos perdieron su luz, mi boca está seca, mis brazos raquíticos, mis manos cansadas, no puedo andar más. Es una imagen triste y cautivadora la transformación de un cuerpo en bazofia.

 

He perdido mi fuerza y mi lucidez, no tengo más deseos ni esperanzas, la fe en mí ha muerto. Dentro de mí, en mi núcleo, se ha extinguido mi fulgor, todo es penumbra y silencio, un silencio abrasador que anuncia el fin de todo. ¿Dónde está mi sonrisa? ¿Dónde está aquel hombre fuerte y sagaz?... Se ha ido, te lo llevaste contigo.

 

Esta podredumbre, esta piltrafa, este largo camino de rechazos y fracasos soy yo. Este despojo, esta purria, este deficiente remedo de hombre es el que a ratos te amaba y a ratos se hundía en rencor y odio propio. Soy un cascarón frágil y vacío que se ha ido resquebrajando poco a poco desde tu partida.

 

Hoy no queda nada más que esta soledad, este agujero en el tiempo y el espacio que dejó tu obliteración. ¿Qué más puedo decirte? Juré amarte hasta la muerte y heme aquí, muriéndome... y amándote.

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