La distancia fiel compañera me susurro de ti a mi oído,
Fue la noche o la situación que me dio valor,
Caminando entre las mesas cual sigilo de ladrón,
Acallando la voz de la indecisión que decía detente.
La intriga levantando la ceja,
Mientras la curiosidad preguntaba,
Hacia donde caminaba.
El olvido trato de contestarle,
Pero no recordó lo que la locura le conto,
Acallados ambos por el silencio,
Haciendo tal ruido que era imposible de escuchar.
La mirada tuya supo encontrar a la de este extraño,
Mantenido de pie por la brisa fresca y el olor a café de antaño,
Entre tus manos una taza y un libro,
Pensando tal ves que hace aquí este individuo.
La apatía veía desinteresada,
Mientras la mentira se marchaba al baño un momento,
Al menos eso fue lo que le dijo a la fe,
Que le creyó aunque esta, nunca regreso.
Por encima del libro y al costado de tu café,
Sin decir una palabra y tus ojos preguntando,
Sarcástica fue la respuesta que dedique a tu piel,
Mientras dabas un sorbo a tu café.
De un costado pasaba la generosidad,
Había cedido su lugar tantas veces,
Que ya no había donde sentarse,
Solo un lugar vacio alado del egoísmo,
Negándose a cederlo.
El ladrón resulto robado susurre,
Dando vuelta a la mirada,
A lo que un solo hombre pueda hacer,
Por tal esplendor depende solo de el.
Efímeros momentos en el tiempo,
Que nuestras miradas se atravesaron,
Robándole a la vida una sonrisa,
Perdiendo más que un simple suspiro.
La sorpresa no daba crédito a lo que veía,
Cuando me aleje de ella sin decir nada más,
El tiempo se olvido de seguir su marcha,
Hasta pocos instantes después.
La soledad esperaba en mi mesa pero no regrese ahí,
Las dudas apenas llegaban,
Dudosas de venir se encontraban,
La desesperación no se contuvo y se fue de ese lugar,
Cuando hacia ella, me vio caminar.
De la mano de la esperanza llego un café,
En la mesa de la hermosa señorita que mire,
Sorprendida al escuchar,
Que lo mandaba el joven que se acababa de marchar.
El desconcierto que acompañaba a esta señorita,
No sabía que era lo que pasaba,
La prudencia levanto la voz para asombro de todos,
Indicándole hacia donde había caminado.
Rápidamente se puso en marcha,
Al miedo lo dejo debajo de la mesa,
Había demasiada luz eso le atemorizaba,
Parecía no recordar que la obscuridad le aterrorizaba.
Fortuito encuentro en los pasillos,
Agitada aun por correr a toda prisa se encontraba, la bella joven,
Sus delicados cabellos marrones,
Le cubrían su hermosa mirada.
Descubriendo su rostro, exclamo,
Tu que dijiste que el ladrón fue robado,
Porque te desapareces así sin más.
Con tanto esmero leías este libro,
Lo que dijera en ese momento solo se olvidaría,
De la bolsa que traía un libro le mostré,
Así tal ves pueda saber un poco mas de usted
.
Estas aquí buscándome y yo ten encontré desde hace rato,
Solo que el amor nos a tardado de encontrar.
El llanto no para de llorar,
Mientras el acecho les contaba a todos que pasaba,
La mentira dijo que el, solo se iba,
Pero al final la verdad dijo que ellos se querían.
- Autor: copo ( Offline)
- Publicado: 21 de septiembre de 2010 a las 11:15
- Categoría: Amor
- Lecturas: 70
- Usuarios favoritos de este poema: MARTHA PADILLA, Franklin Duran
Comentarios1
QUE HERMOSO POEMA!!!
ME HA PARECIDO QUE ESTABA AHI ESPERANDO QUE LA CURIOSIDAD ME DIJERA SI QUERIA SER YO AQUELLA DONCELLA..
MIS MAS SINCERAS FELICITACIONES POR SU POEMA TAN BELLO.
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