A Kierkegaard

Amigo, ¿puedo llamarte así?

Quiero contarte lo siguiente:

Dejé el metodismo y, ahora, me encuentro en la transición del "hombre ético" al "hombre religioso". 

¿Recuerdas aquella ocasión que me explicaste estos conceptos? Pues creo que tienes mucha razón. 

Resulta que el refugio del hombre que tiene hastío por su desenfreno en la vida mundana es Dios. Tengo la sensación de que en unos años, algún valiente aventurero filosófico se atreverá a proponer el deicidio, pero al fin de cuentas ya no sé si es madurez o temor lo que me lleva al refugio en Dios. Tal vez, cuando has llenado la vasija una y otra vez de diferentes líquidos, e incluso sólidos, comienzas a dejar de pensar con qué llenarás la vasija y comienzas a preocuparte por la vasija per se. Te preguntas: ¿cómo voy a cuidar de esta única vasija que poseo y que no sé ni cómo he de reparar? ¿Qué debo llevar en ella? ¿Qué debo evitar? He visto este recipiente vacío una y otra vez, y cada vez que veo su nada, aquel espacio útil por ser nada, veo las marcas que han dejado los líquidos y materiales que me he empeñado por meter sin sentido alguno, solamente abusando de la crápulencia, de la libertad a la que estoy condenado para elegir sin elegir y, aun eligiendo termino eligiendo mal y a veces esa mala elección resulta buena... Creo que soy mi propio enemigo, me he de llevar a todas partes, tal vez, por eso buscamos a un árbitro que sirva como mediador entre nuestra ética y nuestros deseos desenfrenados; las voces que nos incitan a cuestionarnos la moralidad cristiana, e incluso, aquellos que nos atiborran de morbosidad teológica. 

No cabe duda, tarde o temprano terminaré dando un salto, solo espero que sea de fe y no desde alguna fábrica. ¿No crees? Solo bromeo, la realidad es cruda, pero no me atrevo a arruinar el misterio del "mañana". 

Agradezco y me respondas pronto, amigo; pues esta angustia comienza a inquietarme a cada segundo que pasa. Estoy preso en mí mismo. 

Saludos.

Dios te Bendiga.


Atte: El León Negro.